Es una profesión muy valorada fuera de España pero vilipendiada en territorio patrio. La tasa de paro en la profesión roza el 50% y entre los que consiguen trabajar lo hacen en condiciones muy precarias, como falsos autónomos y por sueldos que apenas les permiten llamarse mileuristas. Muchos han decidido poner tierra de por medio, con mayor o menor fortuna, en busca de un futuro mejor.
Algunos han conseguido labrarse un presente fuera de nuestras fronteras. Otros siguen intentándolo. Otros han decidido volver. Los hay que triunfan y gozan de gran prestigio internacional. Son pocos los afortunados pero tienen nombres y apellidos que están dejando su huella arquitectónica y su manera de entender la arquitectura allá a donde van.
Dirigen y dan clase en las mejores escuelas de arquitectura del mundo. Nueva York, Zurich, Berlín, Londres, Shangai… gozando en muchos casos de un prestigio que se les ha negado en España. Pero no ha sido fácil. Han tenido que hacer esfuerzos titánicos por abrirse paso fuera de España. En países donde la inseguridad jurídica y las restricciones en la creación de empresas están a la orden del día.
Ahí están, al pie del cañón, luchando porque en su país no hay trabajo.