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El arma geopolítica del futuro: dejar sin electricidad a un país
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El arma geopolítica del futuro: dejar sin electricidad a un país

La electricidad representará un gran porcentaje del consumo energético global en 2050, por lo que hay mucho en juego

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Hace cuarenta y ocho años, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) desenfundó un arma energética en forma de embargo de petróleo, lo que provocó déficits en EEUU y en otros países que afectaron a la política y la economía globales mucho después.

Ahora, cuando el mundo avanza cada vez más hacia la electricidad para alimentar todo, de las comunicaciones al transporte pasando por la industria, podría darse el caso en el que la denegación del servicio eléctrico se convirtiera en la próxima arma energética.

Ya hemos vislumbrado cómo puede ser un conflicto geopolítico moderno en un mundo cada vez más electrificado. A finales de 2015, unos ‘hackers’ vulneraron los sistemas informáticos de una empresa de distribución eléctrica ucraniana y desconectaron a distancia 30 subestaciones, dejando a cientos de miles de personas sin electricidad durante varias horas. El incidente protagonizó los titulares por poco tiempo, pero se consideró el primer ciberataque conocido contra instalaciones eléctricas. Tras un ataque similar en Kiev en 2016, el entonces presidente ucraniano Petró Poroshenko acusó a Rusia de llevar a cabo una guerra cibernética contra Ucrania.

Foto: el-conflicto-entre-rusia-y-ucrania-desvela-una-guerra-cibernetica

Con la previsión de que más de la mitad del consumo energético global procederá de la electricidad en 2050, según la Agencia Internacional de Energías Renovables, la denegación del servicio eléctrico tiene el potencial de ser un arma potente. Los dispositivos inteligentes y el ‘internet de las cosas’ —que hace referencia a objetos físicos que integran sensores y ‘software’ que pueden intercambiar datos entre ellos y con otros sistemas en internet, a menudo para realizar acciones autónomas— amplían la superficie para que los ‘hackers’ puedan atacar. Un área de especial preocupación son los sistemas de ‘software’ de control de supervisión y obtención de datos, conocidos como sistemas Scada, que se utilizan cada vez más para supervisar y controlar infraestructura industrial en remoto, incluidas redes eléctricas. Un ataque a dichos sistemas podría resultar extremadamente peligroso.

Tal y como resaltó el ataque de ‘ransomware’ en el oleoducto Colonial central que transporta productos refinados a través de la costa oriental de EEUU a principios de mes, los países tendrán que poner más atención en cómo mantener a ciberintrusos lejos de su infraestructura energética. Una vía será reforzar la inversión en tecnologías y conocimiento para reducir la vulnerabilidad frente a los ataques. Pero un peligro clave es que, sin un esfuerzo diplomático de distensión que supervise el uso de herramientas cibernéticas contra poblaciones civiles, los países podrían entrar en una especie de carrera armamentística de piratería informática, apostando por que la capacidad de contratacar del mismo modo pueda impedir que haya un ataque de denegación de servicio en primer lugar.

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En los años setenta, el entonces secretario de Estado de EEUU Henry Kissinger sugirió una unión de los aliados de EEUU para desarrollar una gran reserva de petróleo estratégica para prevenir el uso del rechazo de cargamentos de petróleo como arma geopolítica. El esfuerzo tuvo éxito a la hora de reducir el poder del petróleo. Puede que los países tengan que reconsiderar cómo imitar ese esfuerzo en un mundo de electrificación.

En el caso de EEUU, puede que una opción sea que el cuerpo de ingenieros del Ejército de EEUU almacene equipamiento para construir microrredes y minirredes solares y almacenamiento de batería, permitiéndoles responder rápidamente y proporcionar servicios de apoyo a infraestructuras fundamentales en caso de un ataque. Tesla fue capaz de hacer algo similar en Puerto Rico tras el huracán María, cuando instaló equipamientos para restablecer la energía de un centro hospitalario crucial de la isla. Otra opción sería suspender la generación de combustibles fósiles retirada de forma que fuera capaz de volver a conectarse como energía de reserva en caso de un ataque a la generación en funcionamiento.

Silicon Valley busca cada vez más construir sistemas de energía renovable de ciclo cerrado que puedan ser acordonados de la red eléctrica en momentos de alteración, para asegurar que los servicios que alimentan sus centros de datos hambrientos de energía no son interrumpidos. Puede que eso se convierta en la nueva norma para ciertos tipos de empresas. Algunas tiendas de regiones sensibles al clima como Houston ya están siguiendo su ejemplo.

Al igual que el arma del petróleo, el arma de la electricidad solo funcionará si los gobiernos y las empresas están desprevenidas. A medida que avanzamos hacia la era digital, tener la capacidad de proteger tu energía será la nueva moneda de la supremacía estatal.

*Amy Myers Jaffe es profesora de investigación en la Escuela de Derecho y Diplomacia Fletcher y autora de ‘Energy’s Digital Future: Harnessing Innovation for American Resilience and National Security’.

*Contenido con licencia de ‘The Wall Street Journal’.

Hace cuarenta y ocho años, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) desenfundó un arma energética en forma de embargo de petróleo, lo que provocó déficits en EEUU y en otros países que afectaron a la política y la economía globales mucho después.

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