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¿No quieres un cantón de limpieza al lado de casa? Este barrio y sus chalecos mágicos tienen el secreto
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¿No quieres un cantón de limpieza al lado de casa? Este barrio y sus chalecos mágicos tienen el secreto

Cuatro Vientos consiguió deshacerse del cantón con unos chalecos amarillos. Hoy la ira se extiende a otros barrios. Se han convocado dos nuevas manifestaciones para finales de mes. ¿Por qué estas infraestructuras son ahora un problema?

Foto: Los vecinos del cantón del Islazul... con los mismos chalecos que los que usaron en Cuatro Vientos. (Cedida)
Los vecinos del cantón del Islazul... con los mismos chalecos que los que usaron en Cuatro Vientos. (Cedida)

A mediados de 2021, en una parcela un tanto descuidada y que actúa como un paraíso perruno para las mascotas de los vecinos de Cuatro Vientos, entraron unos técnicos del Ayuntamiento que sorprendieron a más de uno. Un curioso se acercó a y preguntó qué pretendían construir ahí. "Un cantón de limpieza", le contestaron. Y fue la semilla que desató una batalla sin precedentes en la capital. En cuestión de dos años, los madrileños han pasado de ni siquiera debatir sobre el tema a manifestarse en la calle contra su instalación.

Ahora, las principales quejas vienen de Carabanchel, Vicálvaro y Montecarmelo. Cuatro Vientos consiguió la victoria y el Ayuntamiento desplazó el proyecto a otra parcela. Movilizaciones los miércoles por la tarde, reuniones con la Junta de Distrito y la delegación de medioambiente… y un elemento indispensable que consiguió diferenciarles, un pequeño detalle aparentemente superfluo y sin importancia que terminó siendo su seña de identidad.

Esta es la historia de cómo un barrio consiguió deshacerse de un cantón de limpieza con unos chalecos amarillos.

Foto: El colegio concertado Santa María La Blanca, en el barrio de Montecarmelo. Es uno de los dos centros junto a los que se ubicará el futuro cantón de limpieza. (EFE/Rodrigo Jiménez)

Silvia y Susana pasean a sus tres perros fuera de su urbanización, muy próxima a la parcela de 4.000 metros donde se pretendía levantar el cantón. Estas construcciones sirven como almacén para la maquinaria utilizada por los técnicos (como los camiones) y para que los trabajadores puedan cambiarse de ropa –con vestuarios y taquillas– e iniciar y terminar su turno. No obstante, y solo en algunos casos, también es el lugar donde permanecen los residuos abandonados en la calle por los vecinos (como muebles o cartones) desde que son recogidos hasta que son trasladados al vertedero. El temor por los posibles malos olores fue lo que desató la ira. "A la semana ya estábamos dando guerra", explica Susana. Desde el Ayuntamiento explican que los residuos ni siquiera pernoctan en esta infraestructura.

placeholder Los primeros chalecos que se hicieron los vecinos de Cuatro Vientos. (Cedida)
Los primeros chalecos que se hicieron los vecinos de Cuatro Vientos. (Cedida)

El cantón de la discordia ahora se ubica en la calle Sinfonías, a un par de kilómetros de la proyección inicial. La diferencia es que, aunque ahí también reside población -especialmente en oficinas reconvertidas en lofts-, se trata de una zona industrial.

"Empezamos haciendo escritos individuales hasta que creamos una Plataforma. Veníamos todos los miércoles a las siete de la tarde con los chalecos", continúa Ortiz. La mayoría eran vecinos de la misma urbanización y terminaron casi 200 personas anti-cantón. Pidieron permiso a Delegación del Gobierno para manifestarse y hablamos con todos los grupos políticos. PSOE, Más Madrid y Vox apoyaron a los vecinos en las juntas de distrito. Y el por entonces delegado de Urbanismo, Mariano Fuentes, se personó en el solar.

La defensa de estos madrileños era que, al tratarse de una zona residencial, había que cumplir con unos parámetros de contaminación acústica. La realidad es que ahora en esa zona solo hay perros, sillas acumuladas para tomar el fresco y un antiguo huerto de un vecino octogenario que falleció este mes de enero. Cuatro Vientos ganó la batalla. "Para ir al médico tenemos que ir a Carabanchel. Para ir al colegio público, a Las Águilas. ¿Y el primer servicio público que pretendían ponernos era ese?", concluye Ortiz.

placeholder Protesta con los chalecos 'mágicos' de los vecinos de Los Morales. (Cedida)
Protesta con los chalecos 'mágicos' de los vecinos de Los Morales. (Cedida)

"Cuando lo conseguimos, le di mi chaleco a un vecino de Los Morales", continúa el portavoz. Poco después de que se desechara la idea de plantar un cantón de limpieza en un descampado enfrente de una urbanización residencial, el proyecto se trasladó a la calle de Los Morales, en Carabanchel Alto. A 16 pasos de un bloque de viviendas. María Secos empezó a organizar protestas. "Nos reunimos tres o cuatro veces con Borja Carabante (delegado de Medioambiente) y nos dijo que solo era un cantón de cuatro camiones y seis barrenderos", explica. "Nos dimos cuenta de que en realidad habría un aparcamiento con ocho camiones". Finalmente, en consistorio se comprometió a no seguir adelante con el proyecto. Pero como de una pelota caliente se tratase, ahora el marrón lo tienen en el centro comercial Islazul. "Les dimos a ellos los chalecos", explica María. Se quedaron con uno que ahora tienen como trofeo en la urbanización.

placeholder En el mismo solar de la calle Sinfonías hay un cantón de limpieza y una terraza artesana. (A.F.)
En el mismo solar de la calle Sinfonías hay un cantón de limpieza y una terraza artesana. (A.F.)

Nuevas manifestaciones en octubre

Y con ellos llevan desde hace un año. Borja Cacho, afectado por este cantón que ya está en construcción, mantiene la esperanza de que los chalecos mágicos sirvan de algo. Eso, y la última reunión celebrada este martes con vecinos de Vicálvaro, Montecarmelo, La Elipa y Camino de Perales. El plan de residuos del Ayuntamiento tiene un plazo de alegaciones abierto hasta el 30 de octubre, y esta podría ser la última bala de los madrileños contra la implantación de estas instalaciones al lado de su casa.

La plataforma de afectados, en colaboración con la FRAVM, ha convocado dos nuevas manifestaciones contra la instalación de los cantones. La primera será en Vicálvaro el 22 de octubre y la segunda, el 29 en Montecarmelo. Según fuentes de la Federación, y además de pedir la palabra en los plenos de distrito, hay asociaciones que se está estudiando acudir al Defensor del pueblo de Europa y presentar un recurso ante el contencioso-administrativo. Pero la realidad es que estas instalaciones son un servicio público que debe prestar el Ayuntamiento. De hecho, la última vez que las asociaciones elevaron sus quejas al Defensor del Pueblo, este le dio la razón al consistorio. "El interés general de la prestación del servicio ha de primar sobre los posibles intereses particulares", concluyó.

placeholder La primera parcela destinada al cantón que desató la ira. (A.F.)
La primera parcela destinada al cantón que desató la ira. (A.F.)

Este lunes, además, los vecinos de Vicálvaro tuvieron su última reunión con la Delegación de Medio Ambiente y Desarrollo Urbano. “Les dijimos que se pusiera en el polígono que hay al lado”, explica Paco Herrán. El equipo de Gobierno ya paralizó la construcción de 16 de estos proyectos, pero no parece que estén abiertos a reubicarlos esta vez. Además, cuenta con el apoyo de los sindicatos de Comisiones Obreras y UGT. Los tres coinciden en que los cantones deben estar ubicados donde consideren los técnicos especialistas. "Los cantones son instalaciones imprescindibles", explicaron en un comunicado conjunto.

Madrid cuenta ya con 116 cantones similares; no se trata de una nueva iniciativa. El delegado de Medio Ambiente, Borja Carabante, aseguró el pasado 2 de octubre que era una "manipulación de la izquierda" para politizar el asunto. Sea como fuere, la realidad es que se está enquistando. ¿Es ahora suficiente con organizar protestas y llevar chalecos amarillos para cambiar la ubicación? El de la calle Sinfonías está acabado y el del Islazul va en camino. Borja Cacho todavía los tiene dentro del armario.

¿Por qué empezó esta polémica?

Hoy día, estas infraestructuras de gestión de residuos municipales están en el punto de mira. No hay semana que no se hable de ellas. ¿Por qué? Las cuestiones relacionadas con la limpieza de Madrid son uno de los grandes retos a los que se enfrenta este equipo de Gobierno, cronificado desde legislaturas anteriores y un filón clave para las críticas de la oposición. Se trata del tercer frente en relación con este tema que deberá afrontar el Ejecutivo de Martínez-Almeida, después de la polémica por los antiguos contratos de la exalcaldesa Ana Botella y las jornadas de trabajo de los barrenderos (hubo una muerte de un barrendero por un golpe de calor hace año y medio).

placeholder El cantón del Islazul, en construcción. (A.F.)
El cantón del Islazul, en construcción. (A.F.)

Para paliar estos problemas, el Consistorio ha invertido más de 70 millones de euros en cuestiones de limpieza. Paradójicamente, hoy el problema es la puesta en marcha de infraestructuras necesarias para la buena ejecución de este servicio municipal. Pero la cuestión no es el qué, sino el dónde. Nadie quiere estos cantones en su casa.

Pero Madrid lleva décadas con estas infraestructuras en sus calles. Los más de 100 cantones abundan no solo en zonas industriales, sino también dentro del entramado urbano. La diferencia es el tamaño de los que se quieren levantar. En el pliego del contrato del servicio público de limpieza, publicado por el Ayuntamiento en 2021, puede leerse lo siguiente: "En los solares mayores de 1.250 m2 es necesario, además, la construcción de un foso o muelle de descarga para el vaciado de los equipos de peinado y barredoras". Ahí está el quid de la cuestión: los vecinos temen que ese "vaciado" sean los residuos que luego se trasladen al vertedero.

A mediados de 2021, en una parcela un tanto descuidada y que actúa como un paraíso perruno para las mascotas de los vecinos de Cuatro Vientos, entraron unos técnicos del Ayuntamiento que sorprendieron a más de uno. Un curioso se acercó a y preguntó qué pretendían construir ahí. "Un cantón de limpieza", le contestaron. Y fue la semilla que desató una batalla sin precedentes en la capital. En cuestión de dos años, los madrileños han pasado de ni siquiera debatir sobre el tema a manifestarse en la calle contra su instalación.

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