Es noticia
Los últimos minutos del pequeño comercio en Madrid: "Yo abro hoy, se puede"
  1. España
  2. Madrid
MUCHA GENTE Y POCA INFORMACIÓN

Los últimos minutos del pequeño comercio en Madrid: "Yo abro hoy, se puede"

Calles y comercios llenos a pocas horas de que el Gobierno tome medidas contundentes para frenar el virus

Foto: Patricia, empleada de una tienda de productos de peluquería, abrirá este sábado. (A.P.)
Patricia, empleada de una tienda de productos de peluquería, abrirá este sábado. (A.P.)

A última hora de los viernes, la rotonda de Conde de Casal suele estar atascada. Allí confluyen los madrileños que vienen del norte, desde O'Donnell, con los que llegan de las poblaciones del sur, a través de la Avenida Ciudad de Barcelona, en un mismo objetivo: la autovía a Valencia. Les sale rentable: son solo cuatro horas de viaje hasta la casa de la playa.

Hoy, apenas una hora después de que el presidente del Gobierno anunciase el estado de alarma, la situación en Conde de Casal era incluso peor: atasco en la salida y atasco humano en la acera. El clima primaveral, una vez más, pudo con la alerta por pandemia. Hay otro motivo: muchos acuden a sus comercios habituales a despedirse, porque la mayoría echan el cierre esta noche hasta nueva orden.

"Qué estupidez que cierren los comercios", dice Antonio, un jubilado y cliente habitual del zapatero de la calle Valderribas. "Echas aquí el cierre y te metes en tu casa. ¿Y eso para qué sirve? El virus está en el aire, está en todos los países, se te va a colar por la ventana". Rafael, el zapatero, asiente, pero es más pragmático: "Yo qué sé, si los científicos dicen que hay que cerrar, pues tendré que cerrar, pero te digo una cosa: el negocio va fatal", explica. "¡Porque la gente tiene pánico! ¿No se dan cuenta de quiénes se mueren? Si son todos mayores, con cualquier constipado...", le responde Antonio, alegre, pese a sus ochenta años.

placeholder Rafael, dueño de la zapatería Alfaro (A.P.)
Rafael, dueño de la zapatería Alfaro (A.P.)

El zapatero calcula que, desde que el coronavirus se convirtió en monotema, su facturación ha caído un 80%. "Supongo que la gente no tiene en la cabeza los arreglos de zapatería, no lo sé, pero lo he notado mucho, y es desde que comenzó esta crisis. Ahora, si por mi fuera, no cerraba, pero no parece que haya otra opción", remacha.

El negocio me ha caído un 80%, pero si por mi fuese, no cerraría

Unos metros más abajo, en la tienda de productos de peluquería, sí parecen haber encontrado otra opción: "Pues yo creía que cerrábamos, pero aquí no ha venido nadie a decir que cerrermos, mi jefe ha llamado al ayuntamiento y le han dicho que se puede abrir sin problema", dice Patricia, una trabajadora del local. "Tampoco estamos vendiendo mucho, si acaso hoy, porque todo el mundo ha creído que cerraban y ha venido bastante gente. Lo único que espero es no ser la única de la calle abierta", explica.

No lo será. Al menos la parroquia de Nuestra Señora de la Paz, justo enfrente, estará abierta para sus fieles. Eso sí, con precaución: en la misa de tarde, cada creyente en su banco, con separación de varios metros. "¿Pero cómo va a cerrar la iglesia, chico?", dice Agustina, una clásica del lugar. "Esto es la casa del Señor y siempre está abierto. Además de que lo dijo Jesús, que su casa era para los leprosos y los enfermos, ¿no?". Mientras hablamos, el obispo de Alcalá ha pedido a los sacerdotes que mantegan abiertos los templos en horario normal: "¿Lo ves? Esto no se puede cerrar, es el sitio más seguro", dice Agustina.

placeholder La parroquia de Santa María de la Paz (A.P.)
La parroquia de Santa María de la Paz (A.P.)

Donde más se evidencian los cordones sanitarios entre personas es en las colas para los estancos. La noticia del cierre de los bares, donde se dispensa gran parte del tabaco, ha generado inquietud entre los fumadores, que se han echado en tromba a los estancos. Como son locales pequeños y los ciudadanos intentan dejar espacio entre sí, en ocasiones la fila dobla un par de esquinas.

El el caso del estanco Avenida, en la avenida Ciudad de Barcelona. "¡No lo sé, en principio no cerramos, pero no es seguro, señora!", brama el estanquero, visiblemente cansado, en plena puerta. "Son los primeros cinco minutos que me tomo en toda la tarde, ya veis cómo está la cosa", dice regresando dentro. Aunque no lo sepa, su negocio, junto a las farmacias, las gasolineras o los servicios técnicos, figura entre las excepciones del cierre.

placeholder Largas colas en todos los estancos en Madrid (A.P.)
Largas colas en todos los estancos en Madrid (A.P.)

placeholder

Hay otros, como Lorenzo, dueño de la Frutería El Tomate, que saben que seguirán abriendo. "A mí la verdad es que esto me afecta poco, la alimentación sigue como estaba, si acaso con un poquito más de clientela", dice mientras coloca los tomates sin protección alguna. "Nosotros tampoco vamos a vender más, porque para eso habría que cerrar los supermercados, que siguen abiertos".

El frutero indica que no ha habido ningún cambio en el precio de frutas y verduras desde que comenzó la crisis. "Se habla mucho de los transportes y del campo, pero los precios no han subido nada. Si acaso, la caja de fresón ha bajado dos euros", afirma.

placeholder Lorenzo en su frutería (A.P.)
Lorenzo en su frutería (A.P.)

Los últimos en echar el cierre es Bodegas Casas, un emblemático bar del barrio de Pacífico. Abrió en 1923, pero cierra en una hora. Pese a que Casas es bien conocido entre los madrileños, que lo abarrotan cada fin de semana, el resto de los días es muy de parroquianos. "Por ser el úlitmo día, hoy les he prometido que los dejo hasta las 12", dice el camarero señalando a los viejos clientes. "Es mentira. Este cierra a las 10:30 siempre y hoy, con lo del virus, nos cierra antes", dice Luis, carpintero y habitualísimo en la barra.

Luis se ha reunido con su consuegro, como tantos otros días, para celebrar los últimos momentos del Casas: "Pues mira, no lo había pensando y qué tristeza cuando me las tenga que tomar en casa", dice. "Si fuera yo, me tenían que cerrar el bar con el ejército. ¡Vamos, hombre!", continúa el consuegro. "Te doy dos mensajes para la sociedad", dice Luis. "Que nadie se está enterando de lo que pasa y que, por favor, dejen de vaciar los supermercados, que todos tenemos que comer".

placeholder Luis, de rayas blancas, junto a su consuegro (A.P.)
Luis, de rayas blancas, junto a su consuegro (A.P.)

A última hora de los viernes, la rotonda de Conde de Casal suele estar atascada. Allí confluyen los madrileños que vienen del norte, desde O'Donnell, con los que llegan de las poblaciones del sur, a través de la Avenida Ciudad de Barcelona, en un mismo objetivo: la autovía a Valencia. Les sale rentable: son solo cuatro horas de viaje hasta la casa de la playa.