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El Finisterre canario al que ni la emergencia de los cayucos pudo salvar: "En Madrid nos olvidan"
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Tres décadas de pateras

El Finisterre canario al que ni la emergencia de los cayucos pudo salvar: "En Madrid nos olvidan"

La isla de El Hierro asiste con desolación e indignación contenida a la llegada de migrantes en situación irregular. Las cifras baten los registros de los últimos años, pero sus vecinos lamentan que nadie les ayude

Foto: La localidad de La Restinga, donde se acumulan los cayucos. (EFE/Gelmert Finol)
La localidad de La Restinga, donde se acumulan los cayucos. (EFE/Gelmert Finol)

La isla de El Hierro asiste con desolación e indignación contenida a la llegada de migrantes en situación irregular. Desde 2003, no se veía en cifras similares a las que está estos días. A la salida del Molino de Gofio de El Abuelo, en Valverde, a un cliente le preguntan sobre inmigración. Sugiere que lo mejor es "hablar de la alimentación de la isla", cosa que en otro restaurante, El Encuentro –mítico centro de reunión de funcionarios de la seguridad en la isla– los clientes no quieren saber nada de controles fronterizos.

Canarias cumplirá el año que viene tres décadas desde que llegó la primera patera. Como se implantó el sistema de vigilancia en Fuerteventura, las mafias optaron por dejar el Sáhara para bombear hachís y despistar con algún envío desde Tarfaya, pero la masa humana por vía marítima, al desplazarse al sur, emplea una ruta que termina con los cayucos en El Hierro, la isla más occidental de España. "Y por eso en Madrid no ponen solución, porque su negocio en las islas es extractivo, en lo pesquero y en lo hotelero, les da igual, y los canarios sabemos que les da igual. Nos olvidan", indica indignado el herreño Domingo Martín Alfonso, presidente de la Plataforma del Mar Canario, que ha pedido cita a Zarzuela para explicar el problema de la isla en materia migratoria.

Foto: Dos policías, ante un grupo de inmigrantes rescatados en Canarias la semana pasada. (EFE/Quique Curbelo)

Juan José Falcón, docente, acaba de salir de un supermercado en la capital, Valverde. "Los precios son lo que son por la insularidad", apunta tirando de evasivas, aunque después añade que "la gente de El Hierro es calmada, pero no se aísla del problema" que se vive estos días. Él mismo no sabe hasta cuándo aguantarán en esta situación. Al ser "un pueblo tranquilo", recuerda que todo el mundo se conoce; pero también son conscientes de "la indiferencia y abandono de Madrid, la ausencia de respuestas y que todo lo que pasa en Canarias le viene largo". Lo único que tiene claro es que "los cayucos van a seguir llegando".

Manuel Rodríguez, retornado de Venezuela, vive junto a su barco velero de apenas ocho metros, en La Restinga. "Conozco lo que está pasando a la perfección, aquí ocurre un plan premeditado", apunta. A su parecer, "está claro que somos el Finisterre de España en el Atlántico". Y explora esta idea: "Vistos desde América somos la primera tierra europea, pero en Madrid nos miran como si no termináramos encajar". Tanto es así, cree, que hasta el ministro del Interior "desconoce cuáles son los medios" de los que disponen para frenar el golpe migratorio: "Es que no sabe ni que la isla de El Hierro existe", ironiza este vecino.

Foto: Unos 200 migrantes que llegaron en la tarde noche del viernes a Tenerife en dos cayucos y durmieron en el muelle de Los Cristianos, ante la falta de espacio en los centros de acogida. (EFE/Miguel Barreto) Opinión

Por su parte, desde El Pinar, Francisco Arbelo, un exempleado de banca privada que reforma su casa para planificar su retiro y trabajar en remoto, señala que "El Hierro no está en los mapas ni nunca lo ha pretendido". Quizá de esta forma se pueda entender lo que pasa estos días, cuando los cayucos no paran de llegar, pero la ayuda se hace esperar, pese a los avisos de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, autoridades políticas y también vecinos.

La isla de El Hierro asiste con desolación e indignación contenida a la llegada de migrantes en situación irregular. Desde 2003, no se veía en cifras similares a las que está estos días. A la salida del Molino de Gofio de El Abuelo, en Valverde, a un cliente le preguntan sobre inmigración. Sugiere que lo mejor es "hablar de la alimentación de la isla", cosa que en otro restaurante, El Encuentro –mítico centro de reunión de funcionarios de la seguridad en la isla– los clientes no quieren saber nada de controles fronterizos.

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