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Nace la Crida, la última carta de Puigdemont para mantener su protagonismo
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jordi sànchez, elegido presidente del nuevo partido

Nace la Crida, la última carta de Puigdemont para mantener su protagonismo

El tándem Jordi Sànchez y Toni Morral como presidente y secretario general respectivamente obtuvo 2.417 votos frente a los 115 de la lista opositora. O sea, una victoria sin paliativos

Foto: Discurso televisado de Puigdemont en el acto de clausura de la Crida. (EFE)
Discurso televisado de Puigdemont en el acto de clausura de la Crida. (EFE)

La Crida Nacional per la República (CNxR), el nuevo 'juguete' de Carles Puigdemont, ha echado a andar. Se avecina una nueva etapa en el tedioso 'procés' que estará marcada por la intransigencia de la Crida, el posibilismo de ERC y la radicalidad de las instituciones catalanas, dominadas a distancia por Carles Puigdemont desde Waterloo. El político fugado se resiste a desaparecer y con el nacimiento de la Crida en la escena política advierte que aún no es un cadáver político. Pero también que la tensión en las calles y en la vida cotidiana no se desvanecerá, al menos a corto plazo.

Puigdemont ha tenido la virtud de enfadar a propios y ajenos, pero también la habilidad de saberse granjear algunas amistades insospechadas. De hecho, ha comprado voluntades a fuerza de hacer favores. Y así ha logrado montar un 'chiringuito' político que es más un 'collage' que una formación en el auténtico sentido de la expresión: su presidente es Jordi Sànchez, un excomunista que luego se transformó en líder cívico al asumir la presidencia de la ANC y acabó en la cárcel y al lado de Puigdemont, representante de la derecha más rancia de Convergència. Ver para creer. El tándem Jordi Sànchez y Toni Morral, como presidente y secretario general respectivamente, obtuvo 2.417 votos frente a los 115 de la lista opositora. O sea, una victoria sin paliativos.

placeholder El presidente de la Generalitat, Quim Torra y su esposa, Carola Miró, durante el acto de clausura del congreso constituyente de la Crida Nacional per la República. (EFE)
El presidente de la Generalitat, Quim Torra y su esposa, Carola Miró, durante el acto de clausura del congreso constituyente de la Crida Nacional per la República. (EFE)

Pero en la candidatura de Sànchez están incluidos exsocialistas como Ferran Mascarell o Marina Geli, desgajados del PSC para convertirse en entusiastas soberanistas bajo las alas de Artur Mas. Y, cómo no, miembros de la vieja guardia de Convergència que optan a recobrar el protagonismo perdido. Ahí, Puigdemont ha metido nombres como los de la actual consejera de Presidencia, Elsa Artadi, el consejero de Territorio, Damià Calvet, un hombre que proviene de las filas del PDeCAT, o Miquel Àngel Escobar, un fichaje ugetista de Artur Mas. En otras palabras: a Puigdemont le abandonó ERC, le abandonó la CUP, le abandonó una parte del PDeCAT. Y le queda la Crida y el mosaico de personalismos que no encontraron acomodo en las otras formaciones. Pero todo atisbo de pluralismo es un espejismo. Todos ellos eran pupilos que estaban ya bajo las mismas alas, reclutados por Mas en su tiempo e incrustados en la maquinaria convergente por las bravas.

Falta ideología política

El próximo paso de Puigdemont es forzar que el PDeCAT cambie sus estatutos para permitir a sus afiliados la doble militancia y que puedan convertirse también en afiliados de la Crida. Ese paso se dará, muy posiblemente, a través de una excepción aprobada por el consejo nacional del partido, que luego será llevada a un congreso. De momento, sin embargo, oficialmente un miembro del PDeCAT no puede militar en la Crida.

En un mensaje dirigido desde Waterloo a los asistentes al congreso en su clausura, Puigdemont recalcó ese espíritu singular de su formación, de la que destacó su único objetivo: "Contar los días que nos faltan para ser una República reconocida internacionalmente, o sea, para poder vivir en una democracia real, plena fuerte, de libertades y de respeto".

Reivindicó que la dirección de la Crida es "plural, transversal, inclusiva y, sobre todo, con liderazgo moral". Pero también reconoció que su 'juguete' "no implica una ideología en particular, sino que las implica todas. La Crida es una actitud". Y advirtió que su movimiento es un espacio que "avanza firme. No somos el espacio de la comodidad y del conformismo. Son muchas las personas que nos piden que vayamos mucho más lejos y que continuemos el camino hasta el final. Saben que la comodidad y el conformismo es una forma de rendición y ya hemos dicho que no nos rendiremos. No tenemos derecho a rendirnos".

Así pues, la Crida nace vacía de contenido social y, si acaso, político. El presidente de la Generalitat, Quim Torra, tomó la palabra en la clausura. "Acepté el encargo de 'president' solamente para hacer la república", afirmó. Precisamente algo que le reprochan desde el propio PDeCAT. "Pues podría habérselo evitado. Lo que debe hacer es gobernar, que para eso le pagan. Alguien que dice una cosa semejante no puede hacer gestión de gobierno, que es lo que pide la sociedad. Un político que llega diciendo eso está destinado al fracaso. Así no ensancharemos nunca la base social", critica en declaraciones a El Confidencial un alto miembro posconvergente.

Quim Torra: "Acepté el encargo de 'president' solamente para hacer la república"

Torra no tiene discurso político, pero sabe lanzar consignas. "Os pido a todos la máxima movilización", pidió desde la tribuna, la misma petición que poco antes habían hecho Jordi Sànchez y el propio Carles Puigdemont. Incluso calcó una frase pronunciada recientemente por su antecesor en el cargo: "Estamos en el lado correcto de la historia, al lado de los derechos y las libertades". Y no dejó pasar la ocasión para menospreciar de nuevo su papel en beneficio de la figura del fugado en Waterloo, recordando que es Puigdemont quien debería ser investido 'president'.

Las incongruencias de la Crida

La Crida nace con paradojas e incongruencias. Puigdemont afirma que su proyecto es, sobre todo transversal, pero para empezar, se presentaron dos listas: la oficialista y la no oficialista. Quería visualizarse que el nuevo partido es todo un ejemplo de pluralidad. Pero justamente al iniciarse el cónclave, los de la lista alternativa pidieron el voto para los de la lista oficial porque "son los mejores. Nosotros nos presentamos como presidente y secretario, pero no queremos serlo. No nos tenéis que votar". Eso es lo que dijo el candidato alternativo, Jordi Ferrés, ante los asistentes al congreso. Ni Darío Fo hubiese imaginado una situación semejante. Y el que 115 asistentes le hubiesen votado luego es rizar el rizo de lo absurdo y otro de los misterios de este nuevo invento.

El nacimiento de la Crida como partido es también la plasmación de un curioso fenómeno: justamente cuando decrece el apoyo al independentismo en Cataluña, se ensancha su núcleo duro. Un sector que se resiste a perder poder está dispuesto a todo para mantener esa tensión. La Crida se convierte, así en la herramienta de esa estrategia independentista más radical.

A nadie se le escapa que Puigdemont quiere ser el referente del independentismo combativo llevado hasta sus últimas consecuencias. La ponencia política de la Crida, aprobada 'a la búlgara' este sábado (1.280 votos a favor, 8 en contra), es una muestra del talante de esta nueva institución que ahora echa a caminar. En ese texto queda claro que la nueva formación quiere el protagonismo absoluto del 'procés'. Destaca, entre otras cosas, que "la unidad es muy difícil de construir y muy fácil de perder. Lamentablemente, lo hemos visto estos últimos tiempos. La prevalencia de los intereses de parte y la rivalidad entre las partes que configuran el soberanismo acaban a menudo dañando las posibilidades de la unidad de acción y, lo más importante, acaban malbaratando las oportunidades de que hemos dispuesto".

En la misma ponencia hay un ataque frontal hacia ERC: “Es del todo incoherente con una estrategia que quiere ser ganadora el renunciar a la unidad de acción precisamente en el momento más intenso de la crisis con el Estado". Puigdemont había intentado una lista conjunta con los republicanos de cara a las europeas, oficiándose incluso como segundo de Oriol Junqueras. Pero los republicanos están hasta la coronilla de traiciones y de zancadillas.

placeholder Oriol Junqueras. (Reuters)
Oriol Junqueras. (Reuters)

Aboga la Crida por intentar la unidad de acción para gobernar en el máximo número de instituciones y llama a una candidatura conjunta en las municipales para conquistar la ciudad de Barcelona. También toca el nudo gordiano de la cuestión: "Los representantes políticos se pueden ver abocados en algún momento de su mandato a la contradicción entre el cumplimiento de un compromiso electoral y la imposición de un mandato normativo o incluso judicial (…) Hemos de asumir que estas circunstancias se producirán en un futuro próximo y que pueden derivar en situaciones consideradas por algún tribunal como de desobediencia al Estado y, por tanto, judicialmente perseguibles".

La necesidad de desobedecer al Estado

"En todo caso —añade la ponencia—, la desobediencia se ha de entender como una decisión personal e intransferible del que la protagoniza donde ninguna imposición colectiva puede determinar ni la habría de determinar, precisamente por el hecho de que las consecuencias judiciales se han de asumir individualmente. La desobediencia de los representantes políticos, en cualquier caso, puede acabar siendo una acción necesaria ante la injusticia de la acción de los poderes del Estado en su negativa a aceptar una solución democrática a la demanda de autodeterminación". En otras palabras, la Crida dará guerra: considera que la desobediencia a las leyes y a los tribunales españoles "es un instrumento personal legítimo puesto al servicio de la acción colectiva". Y seguirá impulsando esa desobediencia a través de las instituciones autonómicas.

Su intención es también ser la cara visible del Consell de la República, un organismo que, sin ser oficial, se ha impulsado desde la Generalitat para dar protagonismo a Carles Puigdemont. Ese Consell, cuya misión primordial es internacionalizar el conflicto y lograr apoyos en el exterior, está puesto al único servicio de Puigdemont. Pero también es cierto que, aunque fue impulsado y publicitado por Quim Torra desde el Govern, ni ERC ni la CUP lo ven con buenos ojos.

Lo dicho: todo es un espejismo, un instrumento más de la política cortoplacista cuya principal misión es tensionar la sociedad

En su carta de compromiso político, la Crida solo mantiene su compromiso de "preservar el mandato político del 1 de octubre de 2017", precisamente el único en el que solo votó una parte de los ciudadanos de Cataluña y sin el menor control de esas votaciones. Asume también el nuevo partido "los principios de la no violencia y las virtudes cívicas y políticas" y se conjura para, "a través de la acción institucional y la movilización ciudadana, revertir la situación política y social, donde las libertades y los derechos civiles y políticos, individuales y colectivos, son amenazados y hasta negados por los poderes constituidos del Estado español". Y, por último, adquiere el compromiso de disolverse "una vez alcanzada la instauración de la República Catalana".

En resumen, todos dejaron clara una cosa: la Crida se inspira en los valores y resultados del 1 de octubre. Esa sola mención convierte ya a esta formación en excluyente, al menos, de una parte muy importante de la población. Lo dicho: todo es un espejismo, un instrumento más de la política cortoplacista cuya principal misión es tensionar la sociedad. Y su prioridad, agitar el mundo independentista para recoger sus votos.

La Crida Nacional per la República (CNxR), el nuevo 'juguete' de Carles Puigdemont, ha echado a andar. Se avecina una nueva etapa en el tedioso 'procés' que estará marcada por la intransigencia de la Crida, el posibilismo de ERC y la radicalidad de las instituciones catalanas, dominadas a distancia por Carles Puigdemont desde Waterloo. El político fugado se resiste a desaparecer y con el nacimiento de la Crida en la escena política advierte que aún no es un cadáver político. Pero también que la tensión en las calles y en la vida cotidiana no se desvanecerá, al menos a corto plazo.

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