Es noticia
El expediente Corinna: cómo el amor (al dinero) devoró al rey Juan Carlos
  1. España
La leyenda negra del comisionista

El expediente Corinna: cómo el amor (al dinero) devoró al rey Juan Carlos

La justicia suiza investiga comisiones de 100 millones al Rey emérito y su expareja. O cuando una relación desestabiliza el sistema a golpe de negocios... y todo acaba mal

Foto: Montaje: Enrique Villarino.
Montaje: Enrique Villarino.

¿Han notado temblores en la estructura del Estado esta semana? Es una réplica del terremoto del 13 de abril de 2012 en el delta del río Okavango (Botsuana). Hay un hilo que une el accidente africano de Juan Carlos I —mientras cazaba con su amiga del alma, Corinna zu Sayn-Wittgenstein— y la actual investigación suiza de una ¿comisión? de 100 millones de dólares de Arabia Saudí al entonces (2008) Rey, que acabaría luego, en parte, en manos de Corinna.

Dicen que los divorcios con niños son más crudos. Pero ¿acaso son más descarnados que las separaciones que ponen en juego la estabilidad del sistema, secretos de Estado y una absurda cantidad de dinero? Bienvenidos al Chernóbil de los divorcios. O al Chernóbil de los negocios. Porque hablar de amor da hasta cosita. "Esta no es una historia de amor, sino de poder y dinero", resume una fuente con acceso a la relación Juan Carlos/Corinna. Una pareja devorada por la ambición y los negocios.

Viaje al fin de la noche

Toda serie de televisión sobre 'España en Crisis' (el ciclo recesión económica, rescate bancario, recortes, accidente del rey, 15-M, zozobra del bipartidismo, abdicación real, corrupción política, nuevos partidos, ascenso de Vox, caída de Ciudadanos e integración de Podemos) debería empezar con esta escena: Juan Carlos I —74 años— tirado en el suelo de una cabaña africana tras un resbalón. Hacia las tres de la madrugada. Sin poder moverse (fractura de cadera) y sin que nadie le atienda durante unas horas. Escuchando (es un suponer) los sonidos nocturnos del Kalahari mientras le pasaba su vida por delante. Insuperable, sí.

Foto: El rey Juan Carlos I saluda a Corinna zu Sayn-Wittgenstein. (EFE)

Fueron horas de vértigo e histeria. Con un precipitado regreso a Madrid para operar al Rey. Le esperaba en España una ruidosa crisis de Estado: El Pueblo, que tantas veces había jaleado al borbón, se mostraba indignado con sus locas escapadas cinegéticas en plena recesión.

Entonces se produjo una escena menos cinematográfica que la del resbalón africano, más discreta, pero más relevante a largo plazo: los guardianes de la jefatura del Estado empujan a Corinna a abandonar el país. Sin pasar por el hospital donde estaba el Rey. Para mitigar el escándalo. Instalada en el hotel Miguel Ángel, fue trasladada 24 horas después al aeropuerto militar de Torrejón. Adiós a España.

La ruptura no se cerró bien. Más que acuerdo, hubo una huida hacia delante

Ese día no se acabó la relación entre Juan Carlos y Corinna, pero algo se empezó a jorobar y —con altibajos— no hizo más que empeorar, hasta llegar a la degradación de estos días, con Corinna denunciando en Londres el acoso del Rey emérito y el CNI para que esté calladita; en parte, con razón, la presiones del Estado han existido. Pero quizá sobre todo como cortafuegos por si la justicia osa meter mano a sus fondos.

Con Juan Carlos I protegido en España de momento —el caso de las comisiones del AVE a la Meca está archivado hasta nueva orden, pero hay una investigación en marcha de la Fiscalía Anticorrupción— Corinna es hoy el eslabón débil de la trama judicial (la inviolabilidad de Juan Carlos es un gran escudo... judicial... la reputación ya tal). Pero su estrategia de presión al borbón tiene fisuras: puede que algunos españoles tiemblen ante la posibilidad (pequeña) de que Corinna diga en serio la verdad, pero claro, vete con esas a un fiscal suizo.

Yves Bertossa, fiscal de Ginebra, investiga una transferencia de 100 millones de dólares al Rey al poco de firmarse un acuerdo bilateral entre Arabia Saudí y España, culminado con la entrega del Toisón de Oro al monarca saudí. Según la fiscalía suiza, el dinero acabó llegando a Juan Carlos tras pasar por testaferros y una estructura 'offshore'... que podría ocultar una fortuna mayor. Cuatro años después de recibir el dinero, y tras hacer el Rey uso de esos fondos, alguien transfirió 65 millones de dólares a Corinna... cinco meses después del resbalón africano. Concepto: donación. La relación estaba entonces bajo una gran presión, pero seguía en pie, se rompería pocos pocos meses después. ¿Por qué?

Bárbara y Manolo

"Existe la caricatura de la pérfida extranjera [Corinna] que vino a España a aprovecharse de un rey mayor y enamoradizo, un hombre generoso y amigo de sus amigos", escribe Ana Romero, autora de dos libros de referencia para entender la caída de Juan Carlos I: 'Final de partida' y 'El rey ante el espejo'.

placeholder (Gtres)
(Gtres)

En efecto, llegados a este punto, la historia se parece un poco al astracán noventero entre Bárbara Rey y Juan Carlos I. La actriz tuvo una relación íntima con el Rey, se rompió, amagó con tirar de la manta, fue amenazada y acabó recibiendo una suma elevada de dinero. Las dos mujeres tienen algo en común: más allá del cliché de la 'femme fatale' manipuladora y chantajista, hay que tener carácter para aguantarle un pulso al Estado. Eso sí, si fueran dos películas, lo de Bárbara sería un atraco a una joyería y lo de Corinna un asalto al Banco de España. Por presupuesto, escala y ambiciones.

No nos confundamos: lo de Bárbara Rey era más una relación sentimental lucrativa y lo de Corinna, más una relación empresarial explosiva. Con viajes internacionales al más alto nivel como asesora del Rey. Porque la figura del pasado con quien hay que comparar a Corinna —he aquí la clave de toda esta historia— no es Bárbara Rey, sino Manuel de Prado y Colón de Carvajal, el legendario fontanero económico 'vivales' del borbón. "Corinna vino a ocupar en el corazón y en la cabeza de don Juan Carlos el lugar dejado por Manolo Prado y Colón de Carvajal, quien durante treinta años fue el gestor del patrimonio del monarca pero también 'su amigo más íntimo'", escribe Romero.

Corinna vino a ocupar en el corazón y en la cabeza de don Juan Carlos el lugar dejado por Manolo Prado y Colón de Carvajal


Corinna sería una versión sofisticada de la asombrosa 'buddy movie' que protagonizaron Manolo y Juan Carlos en los años frescos de la democracia. Bárbara Rey y Colón de Carvajal reunidos en una sola persona: Corinna. El doble de diversión. Yupi.

Porque el amor es el Macguffin de esta relación y de este artículo: un elemento de suspense que hace que los personajes avancen en la trama, pero acaba siendo insignificante al concluir la función. Llamar a Corinna "la querida" del Rey es como llamar a Rajoy el registrador de la propiedad de Santa Pola. No es que Juan Carlos no estuviera pillado por ella, ni que los sentimientos no jugaran un papel, es que había cosas mucho más apetitosas en juego.

El gran dilema real

Corinna y su hijo llegaron a vivir en una finca (La Angorrilla) en el complejo de El Pardo, reformada para tal fin con fondos públicos. La performance africana intensificó (no eran nuevas) las presiones de ciertos poderes fácticos para que el Rey le diera la patada. Fuentes conocedoras de las maniobras resumen el trasfondo del asunto: "Lo que le dijeron al Rey fue: o Corinna o corona".

El control de daños (relación a distancia) no fue suficiente, el Rey no logró recuperar el favor del pueblo, llegó la abdicación como mal menor. Ya no había motivos para no volver a estar juntos... y tampoco tantos incentivos como antes. "Corinna estaba más interesada en ser pareja del Rey que en ser pareja de Fulánez", resume la fuente citada anteriormente. Así que al final fue: ni Corinna, ni Corona. "La ruptura, desde luego, no se cerró bien. Más que acuerdo hubo huida hacia delante", zanja.

Corinna estaba más interesada en ser pareja del Rey que en ser pareja de Fulánez


Hubo tres bolas extras: separación escabrosa, enorme cantidad de dinero en disputa e investigación judicial. La abdicación sirvió para dar músculo regenerador a una monarquía castigada por los escándalos, pero el espinoso asunto de las comisiones a Juan Carlos I —una de las grandes leyendas negras de la democracia— ha acabado saliendo a la luz pese a todo.

Y es que, para terminar de enredar el asunto, se metió por medio el comisario Villarejo, garantía absoluta de confusión y contaminación informativa. Villarejo grabó a Corinna en Londres rajando sobre el gusto real por las comisiones (con Juan Villalonga como estrella —resucitada— invitada y sin que estén claras las circunstancias de la 'cuchipanda' triangular). La grabación filtrada activó la vía judicial. Hay que reconocer el pundonor de Villarejo como agente libre: nunca nadie se tomó tantas molestias para salvar el pellejo, y si hay que incendiar algo, se incendia.

Rubalcaba, el bombero

Cinco meses antes del accidente real en África, tuvo lugar el traspaso de poderes ZP/Rajoy. Circula una historia sobre una conversación surrealista entre el presidente entrante y el presidente salliente:

ZP: Luego hablamos de lo de la monarquía.
Rajoy: ¿De Corinna?
ZP: ¿Corinna? ¿Qué Corinna?

Dos apuntes sobre este sainete de despacho: Zapatero desconocía que el Rey tenía una amiga especial, porque el cancerbero real socialista era Rubalcaba, que hacía exageradamente bien su trabajo. Si ni siquiera lo sabía el presidente del Gobierno, aunque sí Rajoy, imaginen el común de los mortales.

Dinero caído del cielo

Pero el problema de fondo no era que el Rey tuviera una amiga íntima (¿cuándo lo fue?), sino quizá que el volumen de negocio paralelo al Estado empezó a descontrolarse. Corinna o corona. Si los daltónicos confunden entre el azul y el amarillo, la pareja real no distinguía lo público de lo privado, el amor de los negocios. Un daltonismo lucrativo ahora en llamas.

Dado que su amor se alimentó a golpe de negocios, su ruptura se parece mucho a la de una empresa que cierra y hay tortas entre accionistas por los beneficios. Se acabó el pastel.

El problema no era que el Rey tuviera una amiga íntima (¿cuándo lo fue?), sino quizá que el volumen de negocio paralelo al Estado se descontroló

Por supuesto, hay una explicación tranquilizadora a todo este trasiego de dinero: ¡Solo eran regalos! Según su abogado, Corinna "recibió un regalo no solicitado del Rey emérito" como "donación para ella y su hijo, con los cuales se había encariñado". Regalo no solicitado. Así que: Arabia Saudí le regaló al Rey 100 millones de dólares en prueba de amistad, como quien regala unos gemelos, y Juan Carlos I regaló a su vez a Corinna 65 millones. En efecto, con amigos así, ¿quién necesita el Euromillón?

Regalo, comisión, salario ganado con el sudor de la frente, panoja llovida del cielo, servicios de testaferro, chantaje, paguita, pensión de alimentos o préstamo con vuelta y en disputa, el caso es que el 'bisnes' sentimental entre Corinna y Juan Carlos ha acabado a cuchilladas en los tribunales. Dolor y dinero, pero, sobre todo, intermediación de altos vuelos bajo el radar. Hasta hoy. Quemaduras serias. Pronóstico reservado.

PD: A Juan Carlos I le fascinaba la falta de control mediático sobre sus actividades, como expresó en una conversación grabada por el CESID en 1990: "Como me decía un primo mío ayer: 'Mira, Juanito, date con un canto en los dientes. Llevas 15 años de Rey y es la primera vez que te atacan. Eres un mirlo blanco de todas las monarquías europeas. Fíjate las otras... lo que han tenido que soportar durante los últimos diez años'". Relajación mediática que explica en parte el descontrol final de su reinado. Ahora vienen los lloros y las lamentaciones.

¿Han notado temblores en la estructura del Estado esta semana? Es una réplica del terremoto del 13 de abril de 2012 en el delta del río Okavango (Botsuana). Hay un hilo que une el accidente africano de Juan Carlos I —mientras cazaba con su amiga del alma, Corinna zu Sayn-Wittgenstein— y la actual investigación suiza de una ¿comisión? de 100 millones de dólares de Arabia Saudí al entonces (2008) Rey, que acabaría luego, en parte, en manos de Corinna.

Rey Don Juan Carlos
El redactor recomienda