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El campo da cariño a los antidisturbios: "Esto no es Cataluña. Aquí no queremos palos"
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LAS PROTESTAS TERMINAN SIN NINGÚN INCIDENTE

El campo da cariño a los antidisturbios: "Esto no es Cataluña. Aquí no queremos palos"

Los agricultores extremeños se acuerdan del 'procés' en sus cortes de carretera. La Guardia Civil desplegada en la A-5 para cargar contra los manifestantes se marcha entre aplausos

Foto: Ángel García Blanco, presidente de Asaja Extremadura, pide un aplauso para la Guardia Civil al final de la protesta. (David Brunat)
Ángel García Blanco, presidente de Asaja Extremadura, pide un aplauso para la Guardia Civil al final de la protesta. (David Brunat)

“¡No traigáis al GR! Sobre todo que no haya palos. Hay muchas mujeres”, le pidió Ángel García Blanco, presidente de Asaja Extremadura, al mando de la Guardia Civil a cargo de controlar la manifestación de agricultores en la autovía A-5, a la altura de Navalmoral de la Mata. Eran las dos de la tarde, fin del tiempo permitido por la delegación del Gobierno para cortar el tráfico. El resto de cortes ya estaban casi disueltos, pero aquí los agricultores no mostraban ningún interés en desbloquear la vía. Había más de 200 tractores invadiendo ambos sentidos y varios kilómetros de retención. “Ya lo ve, no quieren moverse”, le dijo García Blanco al jefe del operativo policial. “Pues tengo a dos unidades [de GRS, grupos antidisturbios] esperando, hay que abrir paso”, respondió este, casi jovial. “¡Esto no es Cataluña! Aquí no queremos palos”, bramó uno de los agricultores al oír la amenaza.

placeholder Un tractor pasa junto a unidad de antidisturbios de la Policía Nacional en la A-5. (D. B.)
Un tractor pasa junto a unidad de antidisturbios de la Policía Nacional en la A-5. (D. B.)

Extremadura no es Cataluña, pero los manifestantes extremeños se acordaron mucho durante sus protestas de los manifestantes catalanes que cortan calles y carreteras, aunque unos y otros habitan en mundos opuestos. “Vosotros sois hijos y nietos de agricultores, tenéis que entender nuestra situación”, persuadía el presidente de Asaja a uno de los mandos policiales, apenas un veinteañero. Este asentía, dialogante, pero exigía que despejaran la vía. “¡Viva la Guardia Civil!”, exclamaba de sopetón algún agricultor cuando la cuerda se tensaba mínimamente. “¡Viva!”, coreaban acto seguido los allí presentes.

¡Viva la Guardia Civil!”, exclamaba algún agricultor cuando la cuerda se tensaba mínimamente

Algo parecido al enamoramiento del secesionismo catalán con los Mossos d’Esquadra hasta que estos empezaron a darles palos. No se sabe si los agricultores extremeños se hubieran desenamorado de los antidisturbios del GRS si uno de ellos hubiera sacado una porra, pero aquí unos y otros sabían que eso no iba a suceder. Los manifestantes jugaban con fuego al incumplir el acuerdo de abrir el corte cada 30 minutos para dejar pasar a los vehículos atrapados, muchos de ellos con niños y ancianos dentro, pero había mano ancha policial por orden de la delegación del Gobierno y la distensión se palpaba en el ambiente.

placeholder Una mujer sostiene a su bebé tras quedar atrapada en el corte de la autovía A-5. (D. B.)
Una mujer sostiene a su bebé tras quedar atrapada en el corte de la autovía A-5. (D. B.)

Los pocos episodios broncos fueron un baile coreografiado en el que, entre aspavientos y juegos dialécticos, sindicatos agrarios y Guardia Civil iban pactando cada nuevo paso hasta disolver, cerca de las 17:00, la manifestación. En el último suspiro, cuando los últimos agricultores evacuaban la calzada, García Blanco pidió un aplauso de agradecimiento a los agentes de Guardia Civil desplegados. Y estos, casco, defensa y escudo al hombro, se marcharon extrañamente ovacionados. Lo mismo se pidió al otro lado de la vía para la Policía Nacional. También hubo, por supuesto, algún insulto y alguna mofa sobre, cómo no, el distinto cariño que les profesa la gente en Cataluña.

El campo no se rinde

En efecto, Extremadura es la antípoda de Cataluña. Y es lógico que así sea, al menos en la jornada de este martes. Al Gobierno no le interesaba en absoluto ofrecer la imagen de antidisturbios apaleando a sufridos agricultores, menos aún a la misma hora en que se iba a reunir con las principales organizaciones agrarias en Madrid para negociar una solución a las reclamaciones del campo, que exige precios justos y medidas de urgencia para evitar la ruina del sector. Y a los convocantes, los sindicatos agrarios, tampoco les convenía calentar demasiado a los suyos. Asaja, UPA y APAG, los tres convocantes de la jornada de cortes masivos en varios puntos clave de la red viaria de Extremadura, insistieron en que debía ser “una protesta pacífica”. “No lo estropeemos ahora”, repetían cuando algún sector de agricultores, que lo había y no eran pocos, se quejaba por el poco espíritu combativo de sus representantes para una vez que se consigue paralizar la comunidad y salir en todos los telediarios.

placeholder Momentos de negociación entre agricultores y Guardia Civil en la A-5. (D. B.)
Momentos de negociación entre agricultores y Guardia Civil en la A-5. (D. B.)


Las mujeres son el CDR

Fueron las mujeres en realidad el particular CDR de la manifestación de agricultores extremeños. Pasaron de portar pancartas reivindicativas a media mañana a abroncar a la Guardia Civil en varias ocasiones, poniéndoles el índice en la solapa incluso. En los momentos de duda, cuando parecía que sus compañeros claudicaban y se subían al tractor, exigieron que nadie se amedrentara, que aguantasen los palos si estos tenían que llegar, que cortasen la carretera hasta el anochecer si era necesario.

En uno de estos episodios de tira y afloja entre Asaja y Guardia Civil, un grupo de mujeres, cultivadoras de tabaco, se sentó en el suelo. “¡No cedáis! ¡No abrimos!”, exclamaron al ver que se acababa de pactar la apertura de un carril para dejar salir a una veintena de coches y camiones que habían quedado emparedados en mitad de la manifestación. Ningún hombre secundó la sentada. “¿Que llevan dos hora esperando? ¡Nosotras llevamos toda la vida sufriendo y nadie nos hace caso! Así va el país, gobernado por hombres. ¡Huevones!”, les gritó una de ellas mientras agitaba una caña con hojas secas de tabaco. Asaja subrayó días atrás que las mujeres iban a tener “un papel muy importante” en la jornada de protestas a lo ancho de Extremadura, aunque probablemente no se referían a este.

placeholder Un grupo de cultivadoras de tabaco sentadas en la calzada de la A-5. (D. B.)
Un grupo de cultivadoras de tabaco sentadas en la calzada de la A-5. (D. B.)

Ya al final de la jornada, cuando la amplia presencia de antidisturbios de Guardia Civil en un sentido de la vía y de Policía Nacional en el otro habían convencido al personal de que no merecía la pena irse casa con un garrotazo, alguna de estas mujeres tabaqueras agachaba la cabeza y suspiraba. “Pues ya está, nos vamos. Esto no ha servido para nada”. “Yo creo que sí. Habrá que repetirlo”, le animaba alguien al lado. Los conductores atrapados, que tras el enfado inicial se dejaron llevar por la resignación, observaban el espectáculo con impaciencia.

El sentir general de la gente del campo en Extremadura es que la jornada de protestas fue muy positiva, tanto por la participación de 5.260 agricultores y 800 tractores, según la Delegación del Gobierno, como por la repercusión social y la ausencia de violencia policial.

“¡No traigáis al GR! Sobre todo que no haya palos. Hay muchas mujeres”, le pidió Ángel García Blanco, presidente de Asaja Extremadura, al mando de la Guardia Civil a cargo de controlar la manifestación de agricultores en la autovía A-5, a la altura de Navalmoral de la Mata. Eran las dos de la tarde, fin del tiempo permitido por la delegación del Gobierno para cortar el tráfico. El resto de cortes ya estaban casi disueltos, pero aquí los agricultores no mostraban ningún interés en desbloquear la vía. Había más de 200 tractores invadiendo ambos sentidos y varios kilómetros de retención. “Ya lo ve, no quieren moverse”, le dijo García Blanco al jefe del operativo policial. “Pues tengo a dos unidades [de GRS, grupos antidisturbios] esperando, hay que abrir paso”, respondió este, casi jovial. “¡Esto no es Cataluña! Aquí no queremos palos”, bramó uno de los agricultores al oír la amenaza.

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