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Los franquistas se despiden de su valle: "Es un último adiós antes de la exhumación"
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en el 60 aniversario de la abadía

Los franquistas se despiden de su valle: "Es un último adiós antes de la exhumación"

La hospedería y la basílica experimentan un repunte de visitas desde que se anunció la exhumación de Franco. Los nostálgicos de la dictadura se mezclan con curiosos y turistas

Foto: Vista general del Valle de los Caídos. (Reuters)
Vista general del Valle de los Caídos. (Reuters)

‘Angola, belleza emergente’, ‘Segovia contada a los niños’, ‘Joyería popular de Zamora’, un magazín con la foto de Carlos Sainz en portada, un volumen titulado ‘Valoración actual de la doctrina social de la Iglesia’ y un ejemplar, en alemán, del 'Spiegel'. La oferta lectora desplegada en la recepción de la Hospedería Santa Cruz, en el Valle de los Caídos, anticipa la confusión en la que vive el recinto. Imán de nostálgicos de la dictadura, turistas curiosos y opositores en busca de tranquilidad, en los salones herrerianos que le dan estructura hay un ambiente de irrealidad amplificado por el calor de una tarde de verano.

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Es día de celebración porque los monjes benedictinos llegaron a hacerse cargo del lugar un 17 de julio de 1958, hace exactamente 60 años. En el patio, dos ancianas leen un libro sobre la vida de Jesucristo en voz alta. Sobre mesas de madera recia se ofrecen, a dos euros, cubiertos de alpaca ennegrecidos y ensayos religiosos y sociales de los años sesenta, ya descatalogados. El conserje, un chico alto y trajeado, con una bandera de España en la muñeca, confirma que la polémica generada por el anuncio de exhumación del dictador ha insuflado vida al recinto, aunque descarta que vaya a haber una afluencia especial hoy, 18 de julio, aniversario del alzamiento. "Llevamos varios días recibiendo un montón de visitas, aunque suponemos que esto se acabará pronto. Es un último adiós antes por si sacan a Franco", confirma una de las camareras.

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La hospedería cuenta con 120 habitaciones, a 50 euros la noche con pensión completa. Da trabajo a 14 empleados, que aseguran que en los últimos días no paran de recibir gente. En la entrada hay varios carteles de Tripadvisor y un certificado de excelencia en 2017, aunque las reseñas positivas se centran más en el entorno que en la comida. Una de las expresiones más recurrentes para definir lo que se sirve es la de “comida de rancho”. Hoy, apenas quedan mesas libres. Hay parejas, grupos de ancianos y alguna sobremesa animada. Una de ellas la protagonizan dos periodistas televisivos: Cake Minuesa y Álex Navajas, caras habituales de Telemadrid, Intereconomía y 'El Gato al Agua'.

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El comedor se asemeja a una sala monacal, con un inmenso santo en la cabecera vigilando y un pasaje de Santa Teresa custodiando los retretes. El menú de un martes de julio consiste en gazpacho, judías pintas y melón con jamón para elegir como primer plato. De segundo, dos opciones de carne —pollo y filete de ternera— y una de pescado —gallo rebozado—. La lista de postres es más abundante y las opciones caseras no dejan fuera ningún clásico: arroz con leche, natillas, flan de huevo o queso, helado 'de corte' o melón. Todo por 11 euros en los que van incluidos el pan, el vino con gaseosa y, si se reserva con antelación, la visita a la abadía.

Retiro espiritual

Doña Julia lleva desde 1980 acudiendo prácticamente cada verano. Ocupa su tiempo paseando, meditando, ayudando en la iglesia y entablando conversación con los ociosos. “Empecé a venir con mi madre, cada año, y cuando falleció hice turismo por el mundo un tiempo, pero al jubilarme he vuelto a venir aquí”. Asegura que el lugar ha vivido tiempos mejores y que ahora está un poco abandonado a su suerte. “Antes venía mucha más gente, teníamos que reservar de un año para otro, pero ahora no, a la gente joven no le gusta esto”, explica.

placeholder El joven aspirante a abogado del Estado, en plena soledad.
El joven aspirante a abogado del Estado, en plena soledad.

Un joven se prepara para las oposiciones a abogado del Estado en una bonita biblioteca con paredes de madera que abre y cierra a su antojo. También hay un matrimonio que está haciendo turismo por la zona y grupos de gente mayor. La mayoría rehúye entrar en política. “Yo no me meto en cuestiones políticas, si sacan o no sacan a Franco… A mí también me mataron familiares y eran de derechas. Murió gente de todos los bandos”.

Más allá de los salones, la hospedería ofrece pocos servicios. Una capilla, máquinas expendedoras '24 horas' y un bar-cafetería que solo abre tres horas y media los festivos son los reclamos que destacan en su web. Para el turista más selecto, también disponen de dos suites a 154 euros con pensión completa que prometen “la más refinada hospitalidad monástica”.

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El edificio donde se encuentran las habitaciones, al otro lado de la gigantesca cruz, era la antigua residencia de los monjes benedictinos, de donde se mudaron para no tener que cruzar el patio en pleno invierno. En cada esquina pueden encontrarse todavía altares y salas que guardan adornos de homilía mientras se les cae el techo encima.

Pero la hospedería apuesta por seguir manteniendo su actividad, y también acoge bodas, bautizos, comuniones y encuentros de empresas en algunas de sus ochos salas de reuniones o dos auditorios. Además, paseando por los pasillos del antiguo claustro, se puede aprovechar para repasar una versión de la historia de España. Se puede aprender que uno de los hitos más importantes de la Segunda República fue su “marcado ambiente anticlericalista”, con la “quema de conventos en Madrid ante la pasividad del Gobierno”. O que la rebelión de Asturias supuso solo el “martirio” de 34 sacerdotes y religiosos.

placeholder El bar de la hospedería, al fondo.
El bar de la hospedería, al fondo.

'Minishorts' para los religiosos

La basílica es el centro del peregrinaje al Valle de los Caídos, la base de la gran cruz, que estos días permanece cerrada por reformas. Se trata de una majestuosa nave excavada en el Risco de la Nava, precedida por una explanada fabricada con la piedra extraída. Aunque es día laborable y aprieta el calor en Guadarrama, hay varios coches en el 'parking', incluso un autocar con base en Lloret de Mar que ha venido cargado de adolescentes extranjeros. No se trata de una visita 'ad hoc', sino de una parte del recorrido que lleva a los turistas por la cuenca alta del Manzanares, El Escorial o el 'camping' de la localidad.

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La indumentaria de los turistas desentona cómicamente con la pretendida solemnidad de la basílica. Ellas, con sus 'minishorts', y ellos, con sus camisetas de baloncesto, hacen levantar una ceja a los parroquianos, que apuran sus últimos días de nostalgia franquista entre individuos desconocidos. Nadie se preocupa por hacer cumplir la indicación de un cartel que prohíbe la vestimenta “poco decorosa”.

Nada más entrar, dos ingentes ángeles custodios ataviados con espadas, uno en cada pared, advierten al turista de que entra en un lugar sagrado que, además, es la tumba de las dos principales figuras del nacionalcatolicismo y el fascismo español: Francisco Franco y José Antonio Primo de Rivera. Entre las dos tumbas, un altar con velitas eléctricas llama a la moderación: “Echen monedas, no billetes”. La del dictador es la más concurrida: decenas de personas se arremolinan en torno a su lápida en tono distendido, como quien comprueba las calidades de una vivienda antes de dar la entrada. Otros, en este caso turistas, aprovechan para hacerse el selfi de rigor con la España más oscura.

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“Siempre tienen flores frescas, todos los días hay alguien que las trae”, dice una de las empleadas sobre la tumba del dictador. “A ver a Primo de Rivera viene mucha menos gente, es verdad, pero no distribuimos las flores, siempre tienen las dos flores frescas”.

El recinto del Valle de los Caídos acoge cada año más visitantes desde 2014, cuando la tendencia se revirtió. En 2017 recibió a más de 238.000 personas, 20.000 más que el anterior. Sin embargo, no consigue ser rentable, y tuvo un déficit de medio millón de euros el pasado año que se fueron, sobre todo, en el mantenimiento de todos sus edificios y jardines.

Desde 2014, Santiago Cantera es el abad y máxima autoridad de lo que ocurre en el mausoleo. El sacerdote, conocido por negarse a permitir la exhumación de cuatro víctimas de la Guerra Civil enterradas en la abadía, abandonó su carrera como profesor en la Universidad San Pablo-CEU y cambió las intenciones de casarse con su novia por los hábitos benedictinos. Tiene una postura más comedida que su antecesor, que llegó a asegurar que ninguna persona había realizado trabajos forzados en la construcción del valle. “Yo no quiero entrar en polémicas, pero el Valle de los Caídos tiene un sentido religioso e histórico que va más allá de la política”, afirmó hace un año.

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‘Angola, belleza emergente’, ‘Segovia contada a los niños’, ‘Joyería popular de Zamora’, un magazín con la foto de Carlos Sainz en portada, un volumen titulado ‘Valoración actual de la doctrina social de la Iglesia’ y un ejemplar, en alemán, del 'Spiegel'. La oferta lectora desplegada en la recepción de la Hospedería Santa Cruz, en el Valle de los Caídos, anticipa la confusión en la que vive el recinto. Imán de nostálgicos de la dictadura, turistas curiosos y opositores en busca de tranquilidad, en los salones herrerianos que le dan estructura hay un ambiente de irrealidad amplificado por el calor de una tarde de verano.

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