13.000 kilos de ajos robados: el negocio de las mafias rumanas en España se sofistica
Los agricultores y las autoridades se ven desbordados frente el aumento de robos de ajos a cargo de grupos de ladrones cada vez mejor organizados y con más recursos
Un intenso olor a ajo, nubes de polvo en suspensión, el ajetreo de máquinas transportadoras y los 35 grados de rigor de comienzos de agosto dan la bienvenida a la Cooperativa Manchaflor. Esta instalación se ubica en San Clemente, municipio conquense enclavado en el corazón de las tierras manchegas donde el ajo es el cultivo por excelencia. En la sala de reuniones esperan tres socios de la cooperativa que en los últimos tiempos han sufrido robos masivos de ajos. Con inquietud, pero sin perder el buen humor, narran cómo los ladrones se quedan con los beneficios después de unas temporadas de arduo trabajo y de inversiones.
A finales de julio, a Enrique G.R. le robaron 13.000 kilos a los pocos días de haber cosechado en sus tierras del pueblo próximo de Casas de Haro. Afortunadamente para él, la Guardia Civil actuó rápidamente y pudo detener a ocho de los doce ladrones que habían intervenido en el robo. Los ajos, con un valor aproximado de 18.000 euros, “fueron cargados en cuatro furgones con mucha ciencia”, cuenta Enrique. Aun así, este ajero solo pudo recuperar 11.000 kilos porque los otros 2.000 se malograron en la operación. “No solo te lo hacen pasar mal, sino que además tuve que gastar más dinero al tener que contratar a dos jornaleros para que descargaran los ajos de los furgones y los trajeran a la cooperativa”, apunta el agricultor con resignación.
Este hecho no es un caso aislado, antes al contrario. Las autoridades políticas y policiales y los propios agricultores cuentan que el hurto de ajos es parte de la tradición del campo manchego, pero apuntan que se está dando un fenómeno nuevo y preocupante desde hace unos cinco años: el número de robos y la cantidad en toneladas sustraídas es cada vez mayor. Señalan que dos son las razones fundamentales para explicarlo: por un lado, el valor económico del ajo en el mercado se ha estabilizado en cotas altas; por otro, los grupos de ladrones cuentan con una organización más sofisticada, son más numerosos y actúan con mayor número de recursos. Esas bandas están principalmente formadas por ciudadanos rumanos.
La irrupción de ese nuevo fenómeno lo confirman a este diario fuentes de la Guardia Civil, quienes aclaran que “estos grupos de delincuentes que actúan en el campo son itinerantes y se van moviendo en función de donde se dan las cosechas de mayor valor según la temporada”. Es decir, a comienzos de invierno estarán activos en zonas de olivares, en primavera se los verá por áreas de cerezas y de fresón, a comienzos del verano en tierras de ajos y en el otoño en los bosques de pinares a la búsqueda de setas.
La subdelegada del Gobierno en Cuenca, Lidón Lozano, corrobora que “los robos en explotaciones agrícolas por parte de grupos organizados, coincidiendo con la campaña de recolección, son una tendencia al alza”.
Por su parte, el presidente de la Asociación Nacional de Productores y Comercializadores de Ajo (ANPCA), José Antonio Corell, explica que “hay robos continuamente, no solo en los campos, sino también en los almacenes”. Añade que se sienten “desprotegidos aunque haya Policía controlando. Desde el Gobierno dicen que van a poner más medios, pero nosotros no lo notamos”.
El ajo se roba porque tiene fácil salida al mercado. Fuentes policiales informan en muchas ocasiones se lleva la mercancía a otra provincia y desde allí se fleta en camiones a otros países donde se duplica el valor, como ocurre en Rumanía. Otras veces se hace desaparecer de forma menos sofisticada. Oficiales de la Guardia Civil describen cómo en julio de 2016 decomisaron seis toneladas de ajos robados en un autobús que se dirigía a Rumanía y que circulaba por el municipio conquense de La Alberca de Záncara. La carga estaba distribuida entre un remolque y el maletero.
“El ajo no es cualquier producto agrícola, tiene un gran valor. No roban los ajos cuando no valen lo suficiente”. Así habla Julio Bacete, presidente de la Cooperativa Coopaman de Las Pedroñeras (Cuenca), localidad conocida como ‘la capital del ajo’. Efectivamente, este bulbo alcanzó en 2016 un precio medio récord en origen de 2,3 euros; en 2017 se está vendiendo a 1,40 aproximadamente, lo que es aún un valor alto de mercado.
La impunidad de los ladrones
Jesús P. cultiva ajos en La Alberca de Záncara. En julio pasado le robaron 11.000 kilos, en verano de 2016 fueron 8.000 kilos. Nunca los recuperó. Tiene miedo a denunciar y a que aparezca su nombre completo en este reportaje. “Todos nos conocemos en estos pueblos pequeños, todos podemos averiguar las matrículas de quien queramos, los que avisan a las mafias son los propios jornaleros que trabajan para nosotros”, dice Jesús. Y añade: “Estamos desprotegidos por la ley, no denunciamos porque sabemos que luego los dejan en libertad y vuelven a robarnos”.
Efectivamente, los agricultores consultados aseguran que de nada sirve presentarse en el cuartel de la Guardia Civil para denunciar los robos. Así lo piensa Agustín Ruiz, presidente de la Cooperativa San Isidro el Santo, la mayor del mundo con 17 millones de kilos de producción anuales, a quien ya robaron ajos en dos ocasiones. “Todos sabemos que las denuncias no sirven de nada, yo mismo no denuncié porque es perder la mañana”.
Explica Enrique G. R., el de los 13.000 kilos, que a los ocho rumanos que detuvieron les soltaron el mismo día de su apresamiento después de pasar por el juzgado. Pero no solo eso, tampoco les quitaron el ‘arma’ del delito: los presuntos ladrones pudieron conducir sus furgonetas de regreso a su casa. “Así pueden seguir robando”, se lamenta Enrique.
Los agentes de la Guardia Civil que participaron en esa operación señalan que sus competencias acaban cuando ponen a los delincuentes a disposición judicial. Esa intervención les llevó “centenares de horas de trabajo”. Informan que “de los ocho detenidos algunos llevan ya 10 años actuando en España y tienen antecedentes penales”.
La subdelegada de Gobierno declina pronunciarse sobre la actuación judicial y el hecho de que no se decomisaran las furgonetas. Pero Lidón Lozano discrepa de la falta de colaboración de los agricultores “porque hacer una denuncia no es nada farragoso y basta con llamar a la Guardia Civil al 062".
Tres de cada cuatro kilos se exportan
La producción española de ajo no deja de crecer. Si en 2005 se pusieron en el mercado 136.400 toneladas, en 2013 ya fueron 188.800 y en 2016 se llegó a un récord de producción de 209.800 toneladas. A mayor producción, a mayor negocio, más robos por bandas cada vez mejor organizadas.
De hecho, en 2014, según los últimos datos mundiales disponibles, España fue el noveno productor de ajo por toneladas. China obtuvo una cosecha de 20 millones de toneladas, lo que supuso el 80% de la producción mundial. Pero la revalorización del ajo español se ha visto favorecido por malas cosechas en el gigante asiático en los dos últimos años.
La mayoría del ajo español se exporta. En 2016, de las 209.800 producidas, 162.600 fueron destinadas a mercados internacionales, ni más ni menos que el 77%. Esto supuso un valor de mercado de más de 375 millones de euros. Los cinco principales clientes son todos países europeos, por orden de exportaciones: Francia, Italia, Alemania, Reino Unido y Portugal.
La producción y el negocio viven un auge en España y en provincias como Cuenca. Pero esas buenas nuevas se ven ensombrecidas por la actuación de bandas organizadas procedentes de Europa del Este que actúan con impunidad, según denuncian los agricultores y las autoridades municipales. “No solo roban ajos y otro productos del campo, sino también en comercios e instalaciones de los pueblos, además de romper infraestructuras como tuberías para llevarse el agua”, cuenta Javier Alcarria, teniente de alcalde de Casas de Haro.
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Un intenso olor a ajo, nubes de polvo en suspensión, el ajetreo de máquinas transportadoras y los 35 grados de rigor de comienzos de agosto dan la bienvenida a la Cooperativa Manchaflor. Esta instalación se ubica en San Clemente, municipio conquense enclavado en el corazón de las tierras manchegas donde el ajo es el cultivo por excelencia. En la sala de reuniones esperan tres socios de la cooperativa que en los últimos tiempos han sufrido robos masivos de ajos. Con inquietud, pero sin perder el buen humor, narran cómo los ladrones se quedan con los beneficios después de unas temporadas de arduo trabajo y de inversiones.