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Pablo Ráez, un luchador que no temía a la muerte "porque forma parte de la vida"
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habrá dos días de luto oficial en marbella

Pablo Ráez, un luchador que no temía a la muerte "porque forma parte de la vida"

Miles de personas han seguido su batalla contra la leucemia por las redes sociales. Su campaña logró multiplicar el número de donantes de médula ósea

Foto: Pablo Ráez, en una imagen de archivo.
Pablo Ráez, en una imagen de archivo.

Pablo tenía una sonrisa capaz de iluminar toda la habitación del tanatorio donde sus restos reposaban ayer en paz. Cuando muere alguien joven y con la mayor parte de su vida por delante, le quitas lo que tiene y lo que podría llegar a tener. Eso le ocurrió a Pablo. Pero él ya no podía soportar más sufrimiento, le dolía todo. Su familia lo sabía y les rompía el alma al presentir su padecimiento. Porque él, que podía con cualquier cosa, nunca se quejaba. Esta misma semana, Pablo decidió que no quería que torturasen más su cuerpo. Había sido suficiente. Nos lo contó: “No puedo más, tiro la toalla”. Así que a pesar de su lucha constante por su enfermedad, Pablo Ráez dijo que quería abandonar el hospital Carlos Haya y morir en su casa con los suyos. Fue su decisión. Él sabía que se iba.

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Cuando una editorial le proponía el mes pasado escribir un libro sobre su lucha, él nos contaba: “Les dije que para qué. No tengáis prisa. Si me muero, el libro no tendrá final. Así que a esperar”. Y él mismo se reía de la situación. El sábado a las cinco de la tarde su corazón dejó de latir, pero no su alma. Sus familiares siguieron sus instrucciones y le vistieron más “bonito que un San Luis”. Él siempre fue coqueto, era guapo, endiabladamente bello y lo sabía, y en su muerte también quiso lucir como vivió: con su traje oscuro, corbata y esa barba tipo “rollo hípster” que le daba un toque bohemio. “Esta enfermedad –nos decía siempre, me ha dado más que me ha quitado”. Aunque eso supusiese que le arrebatase la mismísima vida.

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El velatorio lleno de jóvenes

El velatorio en el cementerio Virgen del Carmen estaba repleto de jóvenes que salían de darle el ultimo adiós a su amigo con lágrimas en los ojos. También de camiones de bomberos que acompañaban al bueno de don Francisco Ráez, el padre valiente y generoso que fue modelo para Pablo y del que recibió un primer trasplante de médula. La recuperación de este transplante fue muy buena, aunque la naturaleza de Pablo acabo rechazándolo. Ahí inició una nueva batalla. La de buscar un donante compatible.

Su hermana Esther, dedicada en cuerpo y alma a su “chache”, también quiso donarle su propia vida. Abandonó el programa de radio que realizaba en Marbella para acompañarle en sus peores ratos: “Pablo es mi hermano pequeño, tiene quince años menos que yo. Así que, aunque ahora ya tiene veinte años, para mí sigue siendo muy pequeño y, sospecho, siempre lo será. Yo ya sé que mis datos hematopoyéticos no son compatibles, a él no puedo ayudarle. Pero a otras personas sí. Está esperando su segundo transplante de médula ósea. El primero no funcionó. Pero uno nuevo puede hacerlo”.

Y así el 10 de octubre de 2016 encontró donante. La compatibilidad de la donación presagiaba buenos augurios. Llegaba desde Estados Unidos, alcanzaba el 80%, superando el 50% del primero, por lo que Pablo estaba feliz. El 18 de noviembre recibía el nuevo trasplante y abandonaba el hospital el 19 de diciembre, aunque anunciaba que aún tenía un 4% de leucemia.

Dos días de luto en Marbella

La noticia ha caído como un rayo en toda España. La periodista que suscribe esta información había hecho un programa de homenaje en la televisión local de Marbella a Pablo Ráez, que se emitía el sábado por la noche. Al ponerse en contacto con la familia, el padre de Pablo dijo que siguiera el programa adelante: “A Pablo le hubiera gustado”. Y mientras Pablo estaba en el tanatorio, medio pueblo de Marbella le levantaba la “V” de victoria para su pronta recuperación por la pequeña pantalla. El próximo martes, Pablo Ráez iba a recibir la medalla de la ciudad, a propuesta de IU en un acto que se ha suspendido, y se han decretado dos días de luto oficial en el municipio.

Los políticos no han sido ajenos a la muerte del “Steven Jobs de las donaciones” por su pelea constante y las campañas que inició a favor de la donación de médula ósea. Así el presidente del Gobierno, la presidenta de la Junta de Andalucía y el alcalde de Marbella, José Bernal, han sido algunos de los que han mostrado su tristeza.

"Andrea, quiero casarme contigo"

En el tanatorio, su madre, Rosamary Martínez, decía entre sollozos: “Dos años sufriendo y luchando”. Alguien se le acercó y le susurro al oído: “Qué orgullosa debe de estar usted de haber podido parir a ese hijo que tanto nos ha enseñado”. A Pablo Ráez le diagnosticaron una leucemia a finales de marzo de 2015. Desde entonces, empezó una lucha contra esta enfermedad que no ha podido ganar después de casi dos años. Andrea Gutiérrez, su novia con la que pensaba casarse, no sabía qué verbo inventar para definir la adoración que sentía por él y lo que ha luchado a su lado.

Pablo le solía decir a su chica cuando se quitaba la mascarilla: “Haces que el hospital parezca un hotel, qué ganas tengo de salir y que nos casemos. Estoy tan feliz de estar prometido contigo. Te amo. Pase lo que pase estaré a tu lado”. Pero Pablo no ha dejado solo huérfana a su familia, sino a miles de personas que le seguían en las redes sociales con devoción.

Durante el tiempo que duró su enfermedad ha ido contando su evolución a través de Facebook y sus mensajes se convirtieron en virales, lo que le dio una fuerza impresionante para iniciar una campaña que triplicó el número de donantes de médula ósea. Con su fuerza, demostró que las cosas siempre pueden ser mejores. En su última entrevista decía: “La gente ha decidido acompañarme y seguirme y se lo agradezco a todos”. Hoy don Pepe, su cura amigo, del que recibió el bautismo, la comunión y la confirmación, también le dará su último adiós en una ceremonia multitudinaria que tendrá lugar en la iglesia de la Encarnación. “Cada revés, cada retroceso en la enfermedad, me hace más fuerte en lugar de rendirme. La muerte forma parte de la vida, por lo que no hay que temerla, sino amarla". Pablo, un ídolo, un soplo siempre de aire fresco.

Pablo tenía una sonrisa capaz de iluminar toda la habitación del tanatorio donde sus restos reposaban ayer en paz. Cuando muere alguien joven y con la mayor parte de su vida por delante, le quitas lo que tiene y lo que podría llegar a tener. Eso le ocurrió a Pablo. Pero él ya no podía soportar más sufrimiento, le dolía todo. Su familia lo sabía y les rompía el alma al presentir su padecimiento. Porque él, que podía con cualquier cosa, nunca se quejaba. Esta misma semana, Pablo decidió que no quería que torturasen más su cuerpo. Había sido suficiente. Nos lo contó: “No puedo más, tiro la toalla”. Así que a pesar de su lucha constante por su enfermedad, Pablo Ráez dijo que quería abandonar el hospital Carlos Haya y morir en su casa con los suyos. Fue su decisión. Él sabía que se iba.

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