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Réquiem por un río: la plaga que asfixia el Guadiana y alarma a Extremadura
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ES UNA DE LAS PLANTAS ACUÁTICAS MÁS DAÑINAS DEL PLANETA

Réquiem por un río: la plaga que asfixia el Guadiana y alarma a Extremadura

El camalote, una especie invasora tropical, ha colonizado 150 kilómetros del cuarto río más importante de España. Tras diez años de lucha ineficaz, los científicos exigen un cambio

"El Guadiana tiene un cáncer y en lugar de extirpar todas las células del tumor, cada año se deja una parte para que se vuelva a multiplicar y empeore el problema. Llevan diez años limpiando las aguas y el río cada vez está peor", afirma Susana Cortés, portavoz de SOS Guadiana, una plataforma creada hace un año con el objetivo de visibilizar la tragedia medioambiental y económica a la que se enfrenta el cuarto río más importante de España. "El problema todavía no es crítico, pero sí muy grave. Si continuamos en la misma dinámica no pasará mucho tiempo antes de que ocurra una desgracia. Y entonces ya será tarde".

El peligro al que se enfrenta el Guadiana tiene nombre propio: jacinto de agua, también conocido como camalote. Una planta acuática tropical que en Europa se considera especie invasora. Su resistencia y capacidad reproductiva es prodigiosa. Sus semillas sobreviven cuatro años fuera del agua y hasta 20 años si consiguen instalarse en el río. Cada semilla se multiplica por 25 con la llegada del calor. El resultado de su fortaleza es evidente: ha colonizado 150 kilómetros del cauce del Guadiana, es decir casi todo su recorrido por Extremadura, con especial virulencia en el tramo entre Medellín y Badajoz. Un manto amazónico que comenzó en 2003 siendo una anécdota, siguió como elemento cuasiestético y ha terminado en una plaga de proporciones únicas en Europa.

El camalote ha colonizado 150 kilómetros del cauce del Guadiana, casi todo su recorrido por Extremadura, con especial virulencia entre Medellín y Badajoz

"El jacinto ya ha transformado completamente el río", sentencia Francisco Vázquez, biólogo del Centro de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de Extremadura (Cicytex). "La lámina vegetal que se forma sobre la superficie del agua impide el paso de la luz, y eso transforma los microorganismos que viven en el río y afecta a las algas verdes y otros invertebrados, que no pueden hacer la fotosíntesis o tomar oxígeno. Ya hay poblaciones de peces y anfibios que se han desplazado a otros tramos del río por la dificultad de alimentarse en estos entornos, además de un grupo de 40 plantas acuáticas que han desaparecido o han quedado mermadas, algunas incluidas en la lista roja de especies protegidas a nivel mundial", prosigue el experto.

Trinidad Ruiz, profesora de Botánica de la Universidad de Extremadura (UEx), no entiende cómo las distintas administraciones, en especial la Confederación Hidrográfica del Guadiana (CHG), han dejado expandir el camalote hasta los volúmenes actuales. Ella misma coordinó un grupo de investigación sobre esta especie invasora en 2006, cuyo extenso informe fue entregado a la Confederación. "No han aplicado casi ninguna de las soluciones propuestas. Es como si el médico te dice que dejes el alcohol y el tabaco y hagas ejercicio y no le haces ni caso", lamenta Ruiz.

"La Confederación no ha aplicado casi ninguna de las soluciones propuestas. Es como si el médico te dice que dejes el alcohol y el tabaco y no le haces ni caso"

"Hasta el año 2008 se actuó bien, pero desde entonces se ha relajado la vigilancia y gestionado mal el modo de combatir el camalote. La limpieza no es exhaustiva, cada año se dejan trozos de planta por extraer, o se amontonan en los márgenes del río sin más sabiendo su tremenda capacidad para sobrevivir. Y en los meses de invierno, que es cuando la plaga remite y hay que actuar, no se hace nada". Y advierte: "Aunque el daño medioambiental es considerable, lo peor es la afectación socioeconómica. Está poniendo en peligro los regadíos, en especial los arrozales, y amenaza con colonizar el embalse de Alqueva (Portugal), el más grande de Europa".

Una plaga (oficialmente) bajo control

Desde la CHG, el diagnóstico es radicalmente opuesto. Ni la plaga de camalote es tan grave ni hay falta de rumbo en su gestión. "Tenemos 60 personas trabajando constantemente en la extracción de camalote varios días a la semana. Segmentamos el río mediante barreras y limpiamos cada tramo a conciencia. Cada vez hay más barreras y el resultado es visible en muchos puntos del río: el problema está controlado", afirma Nicolás Cifuentes, ingeniero de la CHG y máxima autoridad de ese organismo en la lucha contra el camalote. "No pueden venir de una plataforma ciudadana, por muy buenas intenciones que tengan, a decirnos que estamos trabajando mal, cuando llevamos once años ya combatiendo este problema y hemos colaborado con países como Estados Unidos o Sudáfrica, que tampoco han podido erradicar la plaga. Ningún país ha podido", se queja Cifuentes con cierto enfado.

"No pueden decirnos que estamos trabajando mal cuando llevamos once años controlando la plaga y ningún país ha podido erradicarla", se queja la CHG


Esta semana, la CHG ha metido en las aguas del Guadiana al Manatí, su arma de destrucción masiva. Una cosechadora agrícola flotante capaz de extraer y compactar cientos de toneladas de camalote y otras plantas invasoras como el nenúfar mexicano cada día. Una sola carga de este auténtico tragahierbas alcanza las seis toneladas, la misma cantidad que se obtendría en toda una jornada con embarcaciones normales. "Estamos invirtiendo medios y tomándonos el problema muy seriamente. Nadie puede dudar de nuestras intenciones", se defiende Cifuentes. La CHG gasta 2,8 millones de euros al año en su guerra contra el camalote y el nenúfar mexicano.

"Por mucho que anuncien lo eficaz que es el Manatí, se trata solo de un parche", asegura Miguel Ángel de la Cruz, portavoz de Salvemos el Guadiana, una de esas plataformas a las que se refieren desde la CHG. Dos meses después de ser constituida, esta entidad cívica aglutina más de 4.000 simpatizantes solo en Badajoz. "El problema no es que gasten poco dinero, sino que cae en saco roto. Van ya 26 millones de euros gastados en diez años y el río no es que esté igual, es que está peor”, advierte De la Cruz. Y apostilla: "Todo eso es dinero público. Los ciudadanos tenemos derecho a saber por qué esa inversión no da ningún resultado, y nos tememos que es porque la gestión del problema no es la adecuada".

La administración ha gastado 26 millones en diez años para combatir el camalote, pero su extensión en lugar de disminuir se encuentra en niveles máximos

Científicos y activistas asisten con pavor al inicio de este otoño, cuyas altas temperaturas favorecen la expansión del jacinto de agua incluso más allá de sus meses de máxima eclosión. Ya la primavera pasada, decenas de activistas se lanzaron al Guadiana a recoger camalote sin esperar el visto bueno de la CHG debido al aspecto alarmante del río.

Para la profesora Ruiz, la prioridad es "evitar que contamine los cultivos". "Esta planta tiene las fibras muy duras y genera mucha biomasa, haciendo un tapón. Si se infiltra en los canales de regadío y alcanza las plantaciones agrícolas, como los arrozales o los campos frutales, el impacto económico será tremendo". La Asociación de Pescadores de Don Benito ya levantó el año pasado la voz de alarma por el elevado número de peces muertos en la superficie del Guadiana, que supuestamente saltan por encima del camalote y quedan apresados sobre el manto vegetal.

A esas preocupaciones, el investigador Francisco Vázquez añade el riesgo de graves inundaciones en varios pueblos de Extremadura. "Hay zonas como Valdetorres donde la planta alcanza casi dos metros de altura, taponando incluso badenes. Cuando visité esos lugares el año pasado sentí miedo. Me puse en la piel de las personas que viven cerca de ese tapón y lo pasé mal. Si yo fuera ellos, buscaría una vivienda fuera de allí. El problema es que poca gente tiene conciencia del peligro, hasta que no ocurra un hecho desastroso no nos daremos cuenta". En este sentido, la profesora Ruiz urge a la CHG a "coger el toro por los cuernos y decirle a las asociaciones de regantes que hay un problema gravísimo en el Guadiana, que no se soluciona metiendo máquinas sino con una planificación a largo plazo".

Cifuentes, principal responsable de la CHG, acusa a los investigadores de alarmistas. "Están exagerando mucho. El ecosistema no está dañado, por mucho que cada vez que aparece un pez muerto digan que es por culpa del camalote. Tampoco han aparecido esas plagas de mosquitos que anuncian, ni se ha taponado el regadío. Y van ya once años sin que eso suceda. Hay que valorar lo que ocurre en vez de especular sobre lo que podría ocurrir".

Un negocio perverso

"A veces, uno piensa que en realidad no se quiere erradicar el camalote, sino tenerlo controlado para poder ir recogiéndolo cada año", lanza el portavoz de Salvemos el Guadiana. Esa sospecha es compartida, con matices, por todos los actores implicados. La extracción de las especies invasoras ha generado en los últimos diez años decenas de puestos de trabajo y contrataciones de empresas en Extremadura, que desaparecerían al minuto siguiente de eliminar el jacinto de agua y el nenúfar mexicano del Guadiana. Una realidad que explica, según los críticos, por qué ningún ayuntamiento a excepción del de Mérida ha puesto el grito en el cielo por esta invasión de sus aguas. En una década de grave crisis económica, el camalote ha permitido mantener a flote a decenas de familias.

En realidad, hacer negocio con una de las plantas acuáticas invasoras más dañinas del mundo no es un crimen. En Estados Unidos, donde el camalote es plaga desde hace más de 100 años, se ha convertido en un sector económico: ante la imposibilidad de erradicarlo, es recogido para fabricar celulosa, fertilizantes y fibras textiles. "La diferencia", indica la portavoz de SOS Guadiana, "es que en Estados Unidos el camalote ya es endémico, está demasiado extendido, mientras en Europa aún es posible eliminarlo. La propia Unión Europea tiene una dotación de fondos para combatir el camalote que ninguna administración española se ha dignado solicitar, a pesar de ser el país más afectado".

Italia es uno de los pocos países que ha sido capaz de erradicar la plaga, en parte gracias a esos fondos comunitarios. "Si quieren convertir el camalote en un negocio, que lo reconozcan. Pero que no sigan gastando millones de euros públicos para dejar las cosas como están", advierte De la Cruz. “Quizá se ganen unos empleos, pero a costa de perder otros dedicados al turismo ornitológico, en el que Extremadura es referente de primera magnitud, o negocios hosteleros a orillas del río. Esta primavera ni los patos podían nadar, andaban hacinados en charcas por culpa de la cantidad ingente de camalote", prosigue el activista.

"Queremos erradicarlo, pero hay que ser realista. El primer paso es controlar, y luego ya veremos si hay forma de eliminarlo", indican desde la CHG

Según Cifuentes, esas sugerencias no son más que "falsedades". "Queremos erradicarlo, pero hay que ser realista y marcarse unos hitos. El primer paso es controlar, y luego ya empezaremos a ver si hay forma de eliminarlo. Sobre todo considerando que no podemos utilizar químicos ni aplicar una lucha biológica porque está prohibido". Además de la extracción mecánica, la CHG ha comenzado a utilizar sistemas de teledetección por infrarrojos para localizar las masas vegetales.

Algunos agentes, como el alcalde de Mérida, Antonio Rodriguez Osuna, ya reconocen abiertamente que el camalote "ha llegado para quedarse y debemos acostumbrarnos a convivir con él". Mientras, en ríos vecinos como el Guadalquivir o en el tramo portugués del Guadiana, siguen con preocupación el avance del camalote, que entre otros hitos ha sido capaz de colonizar un 15% del lago Victoria, el segundo más grande del mundo.

"El Guadiana tiene un cáncer y en lugar de extirpar todas las células del tumor, cada año se deja una parte para que se vuelva a multiplicar y empeore el problema. Llevan diez años limpiando las aguas y el río cada vez está peor", afirma Susana Cortés, portavoz de SOS Guadiana, una plataforma creada hace un año con el objetivo de visibilizar la tragedia medioambiental y económica a la que se enfrenta el cuarto río más importante de España. "El problema todavía no es crítico, pero sí muy grave. Si continuamos en la misma dinámica no pasará mucho tiempo antes de que ocurra una desgracia. Y entonces ya será tarde".

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