“A mí me dijeron: úsala libremente, pero no sobrepases el límite mensual de gasto”
Los usuarios la recibían como pago en especie y no tenían que justificar su gasto, que tenía un límite. Al irse, podían 'fundirla' durante dos meses más
Nadie tenía que presentar tickets para justificar los gastos, sabían que esas tarjetas no tributaban a Hacienda y, una vez cesados de sus puestos, tenían derecho a fundirlas durante dos meses más. Por eso las llamaban las tarjetas black. Los responsables de Caja Madrid y Bankia extendieron por la entidad una práctica que el juez está estudiando si es legal o no: pagar sobresueldos de los empleados estrella con una tarjeta b. Se pagaba más a los más afines: los VIP entre los VIP podían gastar hasta 50.000 euros al año y había otros que no podían pasarse de los 25.000. Entre los 86 privilegiados se gastaron en diez años 15 millones de euros. Nadie sabe aún a qué cuenta se cargaban esos gastos. Todos los señalados creían que era una práctica legal, aunque desde que estalló el escándalo el miércoles, ya han abandonado sus puestos siete afectados pero sin devolver el dinero disfrutado.
“Úsala libremente. Esta tarjeta forma parte de tu retribución ordinaria como consejero, es de libre disposición, y lo único que tienes que hacer es no sobrepasar el límite mensual de gasto”. El encargado de informar a los beneficiarios de que tenían a su entera disposición una de estas tarjeta opacas de dudoso uso era Enrique de la Torre, responsable jurídico del Consejo de Administración, según ha confesado a El Confidencial uno de los portadores de esta tarjeta, que prefiere mantener el anonimato. Según su versión, en todo momento le informaron de que esta tarjeta era de libre disposición.
“Pregunté si debía entregar facturas o justificantes de los gastos que hiciera con la tarjeta, y se me respondió que ellos ya llevaban el control desde allí al recibir los cargos. Que si veían alguna anomalía, ya me lo harían saber”. En todo el tiempo que estuvo en el Consejo, este usuario nunca recibió ninguna indicación sobre si había hecho algún uso irregular de la tarjeta, cuyos cargos recibía regularmente la Secretaría del Consejo. “Di por hecho que si había algún gasto no adecuado me lo harían saber, como me dijeron”.
Pagar los gastos de uso personal con esta tarjeta VIP no terminaba el día que abandonaban el puesto directivo. Este afectado, que disfrutó durante años de este sueldo extra, asegura que fue el secretario del Consejo de Administración quien le aseguró que tenía derecho “durante dos meses más a usarla, siempre que respetara el límite de gasto”. Consumados los sesenta días posteriores al despido, “simplemente rómpela y ya no atenderemos ningún gasto posterior”.
Pago en especie sin control
Para justificar este pago en especie sin control, el afectado se refugia en la palabra de los directivos que le facilitaron la tarjeta fantasma. Así tiene, asegura a este diario, la “seguridad moral” de que no estaba cometiendo ningún acto irregular cada vez que la utilizaba. “Se me aseguró que este sistema de pago estaba aprobado y avalado por la Comisión de Retribuciones del Consejo. Además, todo lo que se refiere a la retribución de los miembros del Consejo figuraba en las cuentas anuales, que son públicas, y era sometido anualmente a la aprobación de la Asamblea General de la Caja”.
Entre los gastos que realizaron éste y los otros 85 consejeros y directivos de Caja Madrid que a lo largo de los años disfrutaron de estas tarjetas opacas figuran viajes personales, compras de alimentación, ropa e incluso retiradas de dinero en efectivo. Los únicos que han devuelto parte de lo disfrutado fueron los cuatro exdirectivos que estuvieron en Bankia entre 2010 y 2012, cuando se les preguntó por todos los gastos y no pudieron justificar su uso. Se trata del expresidente Rodrigo Rato, que devolvió los 54.800 euros que gastó en esos dos años -es el único que no estuvo en Caja Madrid-; José Manuel Fernández Norniella, que sólo devolvió 9.700 euros de los 175.000 disfrutados en total; Ildefonso Sánchez Barcoj, que ha devuelto 90.900 euros de los 484.200 que llegó a gastar entre Caja Madrid y Bankia; y Matías Amat, que según la entidad, ha reingresado 42.000 euros.
Arturo Fernández, presidente de la Patronal Madrileña y de la Cámara de Comercio, anunciaba a última hora de ayer que devolverá los 37.000 euros que gastó con este tipo de tarjetas. Apunta a que lo hará "de forma inmediata". "Ante la alarma social que ha provocado la utilización de esta tarjeta, que me fue facilitada por la entidad, quiero dejar muy claro que nunca sospeché que su uso pudiese constituir un acto recriminable, como ahora se ha llegado a considerar", aseguraba en un comunicado. Por su parte, el gerente del PP de Madrid, Beltrán Gutiérrez Moliner, ha defendido hoy que empleó "dentro de la legalidad" y de acuerdo a las "instrucciones recibidas" la tarjeta de crédito de la que dispuso durante el tiempo que perteneció a la comisión de control de Caja Madrid.
Nadie tenía que presentar tickets para justificar los gastos, sabían que esas tarjetas no tributaban a Hacienda y, una vez cesados de sus puestos, tenían derecho a fundirlas durante dos meses más. Por eso las llamaban las tarjetas black. Los responsables de Caja Madrid y Bankia extendieron por la entidad una práctica que el juez está estudiando si es legal o no: pagar sobresueldos de los empleados estrella con una tarjeta b. Se pagaba más a los más afines: los VIP entre los VIP podían gastar hasta 50.000 euros al año y había otros que no podían pasarse de los 25.000. Entre los 86 privilegiados se gastaron en diez años 15 millones de euros. Nadie sabe aún a qué cuenta se cargaban esos gastos. Todos los señalados creían que era una práctica legal, aunque desde que estalló el escándalo el miércoles, ya han abandonado sus puestos siete afectados pero sin devolver el dinero disfrutado.