Blázquez abre la Conferencia Episcopal por primera vez a las víctimas de niños robados

“La Iglesia es una casa con las puertas abiertas”. Ricardo Blázquez se presentó con esta tarjeta de visita nada más ser elegido como nuevo presidente de la Conferencia Episcopal hace ahora dos meses, y sus primeros pasos refrendan los nuevos aíres que recorren la sede de la CEE. El sustituto de Rouco Varela se reunióeste martes en Madrid durante una hora y cuarto con dos de las representantes de las víctimas de los casos de niños robados, tal y como ha informado la Conferencia Episcopal en un comunicado.

Blázquez ha mantenido un encuentro de carácter privado con Mar Soriano Ruiz y Carmen del Mazo Hidalgo, representantes de la Plataforma de Afectados de Clínicas de toda España. Causa de niños robados, que habían solicitado ser recibidas por el máximo representante de la Iglesia católica en España. Según el comunicado difundido por la CEE, Blázquez ha escuchado con atención a sus interlocutoras, les ha mostrado su cercanía personal con las víctimas y les ha reiterado lo que en otras ocasiones se ha dicho públicamente sobre este caso: que la Iglesia va a colaborar con la Justicia en la medida en que sea posible y continuará escuchando a las familias de los afectados.

Así, el presidente de la CEE ha expresado su “rechazo a la grave inmoralidad que supone que a unos padres les arrebaten a su hijo sin su consentimiento” y les ha dicho que “comparte el dolor y el sufrimiento de todos los afectados”.

La nota de la CEE señala, no obstante, que, al mismo tiempo, se ha reiterado “que es injusto extender una sombra de sospecha sobre cualquier colectivo en general por la presunta actuación inadecuada de alguno de sus miembros”, como la polémica sor María, fallecida el año pasado sin que aclarase muchos de los casos aún sin resolver por los que estaba siendo juzgada.

Blázquez ha recordado las palabras del Papa Francisco, en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, en las que señala que hay que comprender “a las personas que tienden a la tristeza por sufrir graves dificultades, pero poco a poco hay que permitir que la alegría de la fe comience a despertarse, aun en medio de las peores angustias. (...) La Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre. (...) Que nadie encuentre la frialdad de una puerta cerrada”.