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La maldición de los presidentes andaluces
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DÍAZ, QUINTA SOCIALIsta AL FRENTE DE LA JUNTA

La maldición de los presidentes andaluces

Lo primero que ha hecho la nueva presidenta andaluza, Susana Díaz, ha sido meter en el cajón la última promesa que hizo su mentor, José Antonio Griñán

Foto: Susana Díaz, presidente de la Junta de Andalucía (EFE)
Susana Díaz, presidente de la Junta de Andalucía (EFE)

Lo primero que ha hecho la nueva presidenta andaluza, Susana Díaz, ha sido meter en el cajón la última promesa que hizo su mentor, José Antonio Griñán, ante el Parlamento andaluz cuando anunció que no iba a repetir como candidato a la Presidencia de la Junta de Andalucía. En aquel debate, el pasado mes de junio, la sorpresa del anuncio de Griñán se acompañó de una promesa de “regeneración democrática”, la modificación de la Ley Electoral andaluza para limitar a dos legislaturas el desempeño de la Presidencia de la Junta de Andalucía.

Ese fue el compromiso de Griñán y su sucesora ha decidido enterrarla: ni una sola mención durante el largo debate de investidura en el que sí incluyó otras muchas promesas para prestigiar la política. “Todo el trabajo que hagamos para prestigiar la vida pública y el prestigio de las instituciones es poco, y esta tarea ni corresponde a un solo gobierno ni a un solo territorio”, dijo la nueva presidenta andaluza en su discurso de investidura pero ni una sola de la docena de reformas que anunció tenía que ver con la limitación de mandatos.

¿Se trata de un olvido? En el seno de su propio partido, a algunos de los diputados socialistas que asistían al debate lo único que les sorprendió es que nadie en la oposición hubiese reparado en el silencio de Susana Díaz sobre la limitación de mandatos, pese al anuncio formal de Griñán en esa misma tribuna. “Eso es lo único que sorprende, que no la hayan puesto en un apuro con ese asunto, porque todo lo demás era previsible: Susana Díaz ha llegado para quedarse”, afirman con rotundidad. Esos mismos dirigentes socialistas, que conocen bien la forma de pensar y de actuar de la nueva presidenta andaluza porque, como se ha repetido en estos días, toda su vida la ha desarrollado en el seno del PSOE andaluz, escalando peldaños hasta llegar a lo más alto, tiene claro que Susana Díaz agotará la legislatura y que, bajo ningún concepto, va a aceptar una limitación de mandato que, en su caso, provocaría que tuviera que dejar la Junta sin haber cumplido aún los 45 años, en el supuesto de que consiga ganar las elecciones de 2016. “Nadie que conozca a Susana Díaz puede pensar que ella misma se ponga un horizonte de siete años al frente del Gobierno andaluz”, afirman en el PSOE andaluz.

Tras alcanzar el objetivo de la Presidencia de la Junta, los siguientes pasos de Díaz estarán dirigidos, en primer lugar, a hacerse con el control completo del PSOE de Andalucía, una batalla interna que podría desatarse incluso antes de la Conferencia Política del PSOE de noviembre próximo, y posteriormente a su consolidación en el socialismo español, gracias al peso y la influencia de la agrupación andaluza.

“Con Susana Díaz -explican los suyos- lo que se garantiza, internamente, es un periodo de estabilidad en el partido y, externamente, una gestión pública que busque sobre todo la ausencia de conflictos, de ‘paz social’ mal coste que sea preciso”. En eso, según señalan, Susana Díaz será todo lo contrario de lo que ha significado José Antonio Griñán al frente del gobierno y de los socialistas andaluces. Frente a ese modelo, marcado por la improvisación y la falta de cohesión interna, la presidenta Díaz intentará recuperar la cohesión interna del PSOE y rehuirá, como ocurría con Chaves, de todos los conflictos sociales que se presenten en el ejercicio de la presidencia andaluza.

La maldición andaluza

Claro que para que se cumplan los planes y estrategias que pueda tener en mente Susana Díaz, lo primero que tendrá que exorcizar es la maldición de los presidentes andaluces. Por sorprendente que pueda resultar en una democracia, en la que son las urnas las que deciden la entrada y la salida de los presidentes, en Andalucía, en treinta años, ni un solo presidente se ha ido porque lo hayan decidido las urnas. Desde Rafael Escuredo, todos los presidentes andaluces han dejado la presidencia de la Junta de Andalucía por las cuitas internas del PSOE, ya fueran enfrentamientos internos, desavenencias o, como ahora, el interés partidista por alejar el escándalo de los ERE. Treinta años de entradas y salidas de presidentes de la Junta de Andalucía decididas, antes que nada, en los despachos, la mayoría de las ocasiones en mitad de una legislatura. En esa lista, Susana Díaz es la quinta presidenta que llega al cargo por el ‘dedo’ del partido hegemónico en la región.

SUSANA DÍAZ INVESTIDA PRESIDENTA DE LA JUNTA DE ANDALUCÍAPrimero fue Rafael Escuredo, a quien el PSOE, que siempre lo vio como un extraño, que nunca lo aceptó en su estructura orgánica, le removió el sillón de las Presidencia en cuanto comenzó a reivindicar más competencias andaluzas de las que el Gobierno de Felipe González estaba dispuesto a ceder. Le sucedió Pepote Rodríguez de la Borbolla, que también acabó enfrentado y condenado por su partido. Borbolla suele plasmar la soledad de los dirigentes en esos momentos, marcados por la traición, con la anécdota de una asamblea del PSOE andaluz en la que, inútilmente, intentaba recabar el apoyo de los alcaldes, diputados y dirigentes provinciales que, hasta muy poco antes, le juraban su apoyo eterno. En pleno discurso reivindicativo de Borbolla, se levantó un alcalde para interrumpirlo. “A ver, que no hace falta que expliques más, Pepote; que tienes razón. Pero yo quiero seguir siendo alcalde cuando tú ya no seas presidente”.

A Borbolla le sucedió Manuel Chaves, que llegó a la Junta de Andalucía formando tándem con Carlos Sanjuán al frente del PSOE andaluz. También entre ambos se desataría una batalla interna que a punto estuvo de romper el partido en los 90, en pleno enfrentamiento entre Felipe González y Alfonso Guerra. Cuando Zapatero, aún en plenitud de facultades, decidió que había llegado la hora de promover un cambio en la Junta de Andalucía, por el cansancio que se detectaba en el electorado socialista tras dos décadas de Chaves como presidente, llegó José Antonio Griñán, también en mitad de una legislatura. Como ahora, cuando se marcha para dejar paso a Susana Díaz, la primera mujer en presidir el Gobierno andaluz. “Susana llega para quedarse”, dicen los suyos. Y atendiendo a la historia, sólo los suyos decidirán el final.

Lo primero que ha hecho la nueva presidenta andaluza, Susana Díaz, ha sido meter en el cajón la última promesa que hizo su mentor, José Antonio Griñán, ante el Parlamento andaluz cuando anunció que no iba a repetir como candidato a la Presidencia de la Junta de Andalucía. En aquel debate, el pasado mes de junio, la sorpresa del anuncio de Griñán se acompañó de una promesa de “regeneración democrática”, la modificación de la Ley Electoral andaluza para limitar a dos legislaturas el desempeño de la Presidencia de la Junta de Andalucía.

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