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Rajoy envió a Moragas en secreto al Vaticano para cerrar una cita con el nuevo Papa
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DIEZ DÍAS DESPUÉS DE QUE BENEDICTO XVI ANUNCIASE SU RENUNCIA AL PONTIFICADO

Rajoy envió a Moragas en secreto al Vaticano para cerrar una cita con el nuevo Papa

Jorge Moragas, jefe de Gabinete y mano derecha de Mariano Rajoy, viajó el pasado 21 de febrero a Roma de forma discreta y fuera de agenda

Foto: Rajoy envió a Moragas en secreto al Vaticano para cerrar una cita con el nuevo Papa
Rajoy envió a Moragas en secreto al Vaticano para cerrar una cita con el nuevo Papa

Jorge Moragas, jefe de Gabinete y mano derecha de Mariano Rajoy, viajó el pasado 21 de febrero a Roma de forma discreta y fuera de agenda con un encargo personal del presidente del Gobierno: mover todos los hilos diplomáticos a su alcance para que el sucesor de Benedicto XVI, fuera quien fuera, le recibiese en el Vaticano cuanto antes en audiencia especial. Una foto muy deseada por el católico Rajoy, que no ha pisado los salones del Vaticano desde que llegó a La Moncloa.


A comienzos de febrero, tras meses de intensas gestiones a través de la Embajada española ante la Santa Sede, La Moncloa estaba a punto de cerrar una visita de Rajoy al Vaticano para ser recibido en audiencia por Benedicto XVI, según han confirmado a El Confidencial fuentes diplomáticas. Pero la inesperada e insólita renuncia del Papa Joseph Ratzinger a su pontificado, anunciada por sorpresa el día 11 del mes pasado, dio al traste con los planes del presidente del Gobierno.

 

Tras ese jarro de agua fría, y para que el esfuerzo diplomático de tantos meses no resultara inútil, Moragas viajó 10 días después a Roma con el beneplácito de Rajoy. El hombre de máxima confianza del presidente del Gobierno se reunió allí con el embajador en la Santa Sede, Eduardo Gutiérrez Sáenz de Buruaga, con el fin de diseñar una estrategia encaminada a hacer valer el compromiso ya prácticamente sellado con el secretario de Estado vaticano, Tarsicio Bertone, para la visita inminente de Rajoy.

 

Daba igual quién fuera llamado a convertirse, tres semanas más tarde, en el sucesor de Ratzinger: el objetivo era que el presidente del Gobierno fuese recibido por el Papa. Y si el anfitrión no podía ser Benedicto XVI, retirado ya en un convento de monjas de clausura dentro del Vaticano, ese papel lo ejercería el nuevo Pontífice. Rajoy tenía sus razones para tanta prisa: lanzar un guiño al sector más católico de su electorado, que ve aún insuficientes las innegables cesiones a los obispos.

 

Frías relaciones con Rouco

 

Las relaciones de Rajoy con el presidente de la Conferencia Episcopal Española, el ultraconservador Antonio Rouco Varela, son manifiestamente mejorables. De hecho, 15 meses después de su llegada a la Moncloa Rajoy aún no le ha recibido... ni se espera que lo haga. Su distanciamiento viene de lejos, cuando Rajoy era líder de la oposición y desde los micrófonos de la Cope, la emisora propiedad de la Iglesia, el periodista Federico Jiménez Losantos le atacaba con ensañamiento.

 

Un portavoz de la embajada ante la Santa Sede confirmó ayer a El Confidencial la presencia de Moragas en la legación diplomática española a finales de febrero, pero rehusó ofrecer más detalles sobre el motivo de su visita y evitó confirmar o desmentir si la inesperada renuncia de Benedicto XVI había forzado la suspensión del viaje de Rajoy, nunca anunciado. Por su parte, el jefe de Gabinete del presidente del Gobierno, en conversación telefónica con este diario, tampoco quiso hacer ningún comentario.

 

La única ocasión en la que Benedicto XVI recibió a Rajoy en el Vaticano fue en 2006, pero este era entonces líder de la oposición. El ahora presidente del Gobierno y el entonces Papa se vieron las caras otras tres veces, todas ellas en España y con motivo de las visitas que el ya dimitido Pontífice hizo a nuestro país: en Valencia, durante el Encuentro Mundial de Familias; en Santiago de Compostela y en Madrid en agosto de 2011, con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud.

Jorge Moragas, jefe de Gabinete y mano derecha de Mariano Rajoy, viajó el pasado 21 de febrero a Roma de forma discreta y fuera de agenda con un encargo personal del presidente del Gobierno: mover todos los hilos diplomáticos a su alcance para que el sucesor de Benedicto XVI, fuera quien fuera, le recibiese en el Vaticano cuanto antes en audiencia especial. Una foto muy deseada por el católico Rajoy, que no ha pisado los salones del Vaticano desde que llegó a La Moncloa.

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