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Rajoy se parapeta en su autismo para ganar elecciones sin oír la calle ni cumplir promesas
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Rajoy se parapeta en su autismo para ganar elecciones sin oír la calle ni cumplir promesas

“Mariano tiene sus tiempos, que no son los de ninguno de nosotros. Siempre ha funcionado así y así le ha ido casi siempre muy bien. Esperemos

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Rajoy se parapeta en su autismo para ganar elecciones sin oír la calle ni cumplir promesas

“Mariano tiene sus tiempos, que no son los de ninguno de nosotros. Siempre ha funcionado así y así le ha ido casi siempre muy bien. Esperemos que ahora también, porque como dijo el otro día el expresidente Aznar, el triunfo de Rajoy será el triunfo de España”. Así responde una fuente de la dirección del PP cuando se le pregunta cómo es posible que tras un año de recortes y despidos, dos huelgas generales, críticas a derecha e izquierda, sonadas retiradas en su partido y promesas incumplidas, el PP gane la mayoría absoluta en Galicia, suba en votos y escaños en Cataluña y solo caiga en el País Vasco.

“Es que es muy difícil...”, era la coletilla preferida por Rajoy durante los largos años de la travesía del desierto en la oposición y se le preguntaba en privado si no veía lo que hacían a su alrededor ciertos ‘barones’ y ‘baronesas’ del partido, segándole la hierba bajo los pies de la planta séptima de su despacho en Génova. Rajoy, entonces, se fumaba uno o varios puros y lanzaba comentarios jocosos del tipo “joder, qué tropa” mientras esperaba a que los problemas (y los que se los causaban) se cocieran a fuego lento.

Sólo una vez estuvo a punto Rajoy en los últimos años –la anterior fue al comienzo de su carrera política, y Manuel Fraga no le quiso ni escuchar y lo mandó para Madrid- de tirar la toalla: la semana siguiente a la trágica derrota de 2004 cuando se fue a reflexionar a Canarias, decidido a dejar la política. No lo hizo, convencido por su entorno familiar más cercano, y siete años después llegaba a La Moncloa.

Por el camino han ido cayendo los vestigios de Aznar, Eduardo Zaplana y Ángel Acebes, y a sus peones les ha hecho hueco en sus listas, como Astarloa o Cayetana Álvarez de Toledo. Cayeron sus rivales a la sucesión, Rodrigo Rato, abrasado en el caso Bankia, y Álvarez Cascos, quemado en su propia soberbia. Unos trajes se llevaron por delante a Paco Camps, el delfín que en algún momento pareció correr demasiado. La penúltima en irse fue su gran cruz, Esperanza Aguirre, la que amagó con el golpe de Estado en el congreso de 2008. Gallardón, el eterno aspirante, vive sus peores momentos en la cartera por la que siempre suspiró.

Rajoy se sigue fumando un puro, haciendo el don Tancredo ante el toro del rescate, pero lo cierto es que ya ha llegado el primer carro de millones para los bancos y la prima de riesgo, que galopó por encima de 500 en lo más duro del verano, ya se mueve en los 300. “No se puede hablar ni mucho menos de brotes verdes, con un 25% de paro y el PIB cayendo, pero tampoco se puede negar que estamos mejor que hace dos meses, cuando nadie daba un duro por este país ni por este gobierno”, asegura otro miembro del equipo económico del PP.

Y si en lo económico parece que Rajoy puede empezar a respirar, en lo político no puede quejarse. En el último año y medio, el PP ha competido en seis citas electorales. Antes de llegar a Moncloa, ganó en Andalucía y mantuvo escaños en Asturias. Después de su tercer triunfo en las generales del 20-N,  ha ganado Galicia con mayoría absoluta, ha ganado un escaño más en Cataluña y sólo ha perdido diputados y votos en el País Vasco. “Puede que no haya ningún gobernante en Europa y, posiblemente, en el mundo occidental que puede exhibir estos resultados estando en el Gobierno”, insisten desde el PP.

Es cierto, pero el ‘tancredismo’ de Rajoy tiene truco. El PP ha ganado la mayoría absoluta en Galicia perdiendo 140.000 votos con respecto a 2009; ganó las elecciones andaluzas con 153.000 votos menos que en 2008; mantuvo sus 10 diputados en Asturias pese a sacar 12.000 votos menos; en el País Vasco perdió 17.000 votos y tres escaños. Sólo en Cataluña ha logrado 87.000 votos más gracias a que la participación aumentó un 10 por ciento. ¿Qué significa esto? Que el PP y Mariano Rajoy están ganando elecciones gracias al estado moribundo en que se encuentra el PSOE, que paga la catastrófica gestión económica de José Luis Rodríguez Zapatero y la incapacidad del partido para renovarse y disputarle a Rajoy el poder con una cara distinta a la de Rubalcaba, ministro y vicepresidente de Zapatero.

Con el PSOE en coma, Rajoy sigue ganando batallas electorales casi como El Cid. Y su autismo le lleva a ignorar dos huelgas generales (movilizadas por organizaciones casi tan desprestigiadas como el principal partido de la oposición) y a incumplir una tras otra las promesas de su programa con la excusa de la imposición desde Bruselas. La última, la subida de las pensiones. No habrá revalorización total. Y para anunciarlo y quemarse ante la opinión pública, la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, y la ministra Fátima Báñez, que tiene todas las papeletas para salir en la primera remodelación de Gobierno. ¿Será pronto? De momento, Don Rajoy Tancredo se fuma otro puro y se permite el lujo de asistir en primera fila a la presentación de las memorias de Aznar y acudir del brazo de la alcaldesa –otro cadáver político a costa de la tragedia del Madrid Arena- y sonreír ante quien acaba de anunciar que le eligió a él porque Rato, dos filas más allá, le dijo dos veces que no. “Es que esto es muy difícil...” 

“Mariano tiene sus tiempos, que no son los de ninguno de nosotros. Siempre ha funcionado así y así le ha ido casi siempre muy bien. Esperemos que ahora también, porque como dijo el otro día el expresidente Aznar, el triunfo de Rajoy será el triunfo de España”. Así responde una fuente de la dirección del PP cuando se le pregunta cómo es posible que tras un año de recortes y despidos, dos huelgas generales, críticas a derecha e izquierda, sonadas retiradas en su partido y promesas incumplidas, el PP gane la mayoría absoluta en Galicia, suba en votos y escaños en Cataluña y solo caiga en el País Vasco.

Mariano Rajoy