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Los abucheos a los Príncipes enturbian la campaña de imagen diseñada por la Casa del Rey
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SILBIDOS CONTRA EL HEREDERO Y SU ESPOSA EN LA INAUGURACIÓN DEL CURSO ESCOLAR EN TOLEDO

Los abucheos a los Príncipes enturbian la campaña de imagen diseñada por la Casa del Rey

Nadie en la Casa Real parece estar a salvo de la irritación ciudadana cocida a fuego lento durante muchos meses en el caldo de la crisis,

Foto: Los abucheos a los Príncipes enturbian la campaña de imagen diseñada por la Casa del Rey
Los abucheos a los Príncipes enturbian la campaña de imagen diseñada por la Casa del Rey

Nadie en la Casa Real parece estar a salvo de la irritación ciudadana cocida a fuego lento durante muchos meses en el caldo de la crisis, los recortes y la desconfianza en la clase dirigente. Ni siquiera los Príncipes de Asturias, que hasta ahora habían tratado de salir indemnes de los estragos provocados por el caso Urdangarín y los errores de Don Juan Carlos. Pese a la ofensiva sin precedentes lanzada por La Zarzuela para proteger y reforzar la imagen pública del heredero de la Corona y su esposa, Felipe de Borbón y Letizia Ortiz se dieron ayer de bruces con una parte de esa España cabreada, que los recibió con silbidos y abucheos en un pueblo de Toledo.

Es cierto que el grueso de esas expresiones de descontento iba dirigido contra el ministro de Educación, José Ignacio Wert, y la presidenta de Castilla-La Mancha, María Dolores de Cospedal, que aguantaron un chaparrón de abucheos y descalificaciones por los recortes educativos mientras aguardaban la llegada de los Príncipes. Pero éstos tampoco se libraron de la sonora pitada de un nutrido grupo de estudiantes, profesores y padres, congregados frente al colegio públicoTomás Romojaro de Fuensalida (Toledo), cuando descendieron del vehículo que los trajo desde Madrid para inaugurar oficialmente el recién estrenado curso escolar.

Apenas 48 horas antes, el posado de la pareja y sus hijas, Leonor y Sofía, frente a la cámara de la fotógrafa Cristina García Rodero había acaparado las portadas de los diarios y las cabeceras de los informativos de televisión, que distribuyeron masivamente las imágenes de estudiada espontaneidad y geométrica armonía familiar captadas en su residencia oficial. El plan fue cuidadosamente diseñado por la Casa del Rey para proyectar a la opinión pública la figura de los Príncipes como símbolo del futuro de la Corona, cuya continuidad garantizan el heredero y su primogénita. Y la estrategia había funcionado, a juzgar por el entusiasmo, en ocasiones adulador y excesivo, con que la inmensa mayoría de los medios de comunicación reprodujo el reportaje gráfico.

Un ejemplo: "La fotógrafa ha conseguido captar los momentos más espontáneos, íntimos y entrañables de una familia unida y feliz; transmitir la imagen de un matrimonio al que, ocho años después de su boda, se le ve tan enamorado como el primer día, y destacar la belleza de una mujer, Doña Letizia, que a sus 40 años está en su mejor momento", rezaba la información publicada el pasado sábado en Abc para festejar el cumpleaños de la ex periodista y princesa, fecha aprovechada por la Casa del Rey para difundir las imágenes.

Lo que sobra... y lo que falta


Pero la campaña de márketing de La Zarzuela empezó a torcerse ese mismo día, cuando miles de comentarios críticos, muchos de ellos salpicados de ironía y sarcasmo, inundaron las redes sociales. Uno de los más repetidos hacía alusión, curiosamente, a lo que muchos ciudadanos parecían echar de menos en el reportaje: la imagen de la Princesa de Asturias en su despacho de trabajo durante su jornada laboral. O los que censuraban todo lo contrario: el supuesto derroche de estilo Vogue de las 16 fotografías. 

Incluso un diario tan poco sospechoso de antimonárquico como La Vanguardia deslizaba en su edición del domingo un sutil reproche a esa puesta en escena, que "parece destinada a ilustrar el reportaje central de una revista de celebridades (...). Se encuentra a faltar algún toque de realeza, algún detalle que ponga de manifiesto que la familia fotografiada es la del heredero de la Corona, y no la de un famoso". La guinda, en ese mismo periódico, la ponía el columnista Víctor M. Amela, que expresaba su "sorpresa" por el anuncio de TVE acerca de la próxima emisión de un programa sobre la familia real: "No sé si es una buena idea. Porque transmite una primera impresión desfavorable, a saber: que la Casa Real necesita ayuda".

Ese programa, que tendrá periodicidad semanal y hechuras blancas -es decir, sin asomo de crítica-, forma parte también del lavado de cara de la Corona puesto en marcha por el jefe de la Casa del Rey, Rafael Spottorno, y su responsable de Comunicación, Javier Ayuso. Una suerte de campaña de promoción de la institución monárquica que arrancó el pasado día 10 con la puesta de largo de la nueva web de La Zarzuela, en la que Don Juan Carlos, los Príncipes de Asturias y la infanta Leonor -el presente y el futuro de la dinastía- acaparan casi todo el protagonismo, en detrimento de la propia reina Doña Sofía y, por supuesto, del marginado Iñaki Urdangarín y su esposa, la infanta Cristina de Borbón.

Lo que ninguna estrategia de comunicación ni campaña de imagen podrán evitar en el futuro son las expresiones espontáneas -y también las orquestadas- de malestar popular como las que ayer escucharon los Príncipes en Toledo. A no ser que el heredero y su esposa reduzcan su presencia pública en recintos abiertos para preservar su perfil institucional, una alternativa que, al menos por ahora, no se dibuja en el horizonte de la Casa del Rey.    

Nadie en la Casa Real parece estar a salvo de la irritación ciudadana cocida a fuego lento durante muchos meses en el caldo de la crisis, los recortes y la desconfianza en la clase dirigente. Ni siquiera los Príncipes de Asturias, que hasta ahora habían tratado de salir indemnes de los estragos provocados por el caso Urdangarín y los errores de Don Juan Carlos. Pese a la ofensiva sin precedentes lanzada por La Zarzuela para proteger y reforzar la imagen pública del heredero de la Corona y su esposa, Felipe de Borbón y Letizia Ortiz se dieron ayer de bruces con una parte de esa España cabreada, que los recibió con silbidos y abucheos en un pueblo de Toledo.

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