Es noticia
Zapatero se despide sin la menor autocrítica y deja a Rubalcaba un campo de minas
  1. España
RAJOY EXIGE ELECCIONES YA, PERO EL PRESIDENTE DEL GOBIERNO MANTIENE EL SUSPENSE

Zapatero se despide sin la menor autocrítica y deja a Rubalcaba un campo de minas

José Luis Rodríguez Zapatero no es Alfred Hitchcock, pero ayer quiso parecer un alumno aventajado del mago del suspense. Impertérrito ante el bombardeo de argumentos lanzado por Mariano

Foto: Zapatero se despide sin la menor autocrítica y deja a Rubalcaba un campo de minas
Zapatero se despide sin la menor autocrítica y deja a Rubalcaba un campo de minas

José Luis Rodríguez Zapatero no es Alfred Hitchcock, pero ayer quiso parecer un alumno aventajado del mago del suspense. Impertérrito ante el bombardeo de argumentos lanzado por Mariano Rajoy -al que también se sumó Josep Antoni Duran Lleida- para que adelante las elecciones y ponga fin a "este calvario estéril", el presidente del Gobierno alimentó con calculada ambigüedad la incertidumbre sobre un final anticipado de la legislatura, evitando dar pistas -tal vez porque ni él mismo conoce aún el final del guión- acerca de sus verdaderas intenciones: apurar su mandato hasta marzo de 2012 o arrojar la toalla el próximo otoño.

El líder socialista escribió ayer su propio epitafio desde la tribuna del Congreso con un discurso que sonó a despedida, al último estertor de un político en fase terminal al que los suyos aplaudieron con el fervor de quienes rinden tributo al líder que se va. Pero Zapatero decidió morir matando en su último Debate sobre el estado de la Nación. Y pese a la lúgubre radiografía dibujada por Rajoy y los demás portavoces parlamentarios de una situación económica carcomida por la crisis, el presidente del Gobierno se empeñó en defender su legado, huyendo de la más leve autocrítica y respondiendo a los ataques de la oposición con una agresividad muy pocas veces exhibida en sus siete años de mandato.

En su réplica a Rajoy, que en su primer turno de palabra había extendido el certificado de defunción de la legislatura -una suerte de fallo multiorgánico provocado por millones de desempleados, decenas de miles de empresas cerradas, una deuda pública desbocada y el despilfarro de "la mejor herencia económica que jamás haya recibido ningún gobierno de España"-, Zapatero se revolvió como un jabalí herido. "¡Yo le acuso de decir falsedades!", gritó enrabietado, casi colérico, al líder del PP. "Y además de pedir elecciones, ¿qué? Ni una sola vez le he escuchado un análisis del contexto internacional de la crisis, o el atisbo de un plan, de una mejora, de una reforma... Dice que las reformas son imprescindibles, pero luego no las apoya. Es usted como el perro del hortelano".

"Le veo de los nervios"

Rajoy, que quiso evitar de entrada el cuerpo a cuerpo, respondió a su rival con cachazuda ironía: "Le veo de los nervios, pero no me voy a tomar a mal sus insultos porque he visto que los traía escritos a máquina, así que mi reproche es para quien se los escribió". Luego, sin embargo, el líder del PP aparcó su habitual flema y, por un instante, pareció que también estaba a punto de perder la compostura: "¡Ya está bien de echarle la culpa a los demás!", le reprochó a un Zapatero que poco antes había responsabilizado a los mercados y al ladrillo de los estragos de la crisis. "Lo que España necesita es que se abran las urnas. Y no me diga que unos pocos meses no van a ninguna parte, porque no es verdad. El factor tiempo es importantísimo, porque hay cosas que cuanto más tarde se aborden, peor estarán".

Pero por más que insistió Rajoy en exigir un adelanto de las elecciones, más se empeñó Zapatero en reclamar "respeto a los procedimientos y los tiempos", que sólo él tiene la potestad de marcar. Así que, tras dejar bien claro que nadie le iba a arrancar ayer el secreto de la fecha electoral, el presidente del Gobierno se lanzó a anunciar unas cuantas medidas, algo desvaídas y huérfanas de concreción, que fueron acogidas por la oposición con tanta frialdad como escepticismo.

Zapatero desgranó entonces, con el escueto entusiasmo de quien se ve ya de salida, desde un plan de ayudas para quienes no puedan pagar la hipoteca a la vaga promesa de que las pensiones volverán a crecer en 2012, pasando por más incentivos para los emprendedores, créditos a los ayuntamientos para que paguen a sus proveedores o unos cuantos guiños a los indignados del Movimiento 15-M, de quienes dijo que "forman parte de la fisiología y no de la patología de nuestro modelo de convivencia".

Rubalcaba, víctima colateral

La bronca entre Zapatero y Rajoy tuvo una víctima colateral: Alfredo Pérez Rubalcaba. El vicepresidente quedó completamente al margen del debate, pero aun así puede padecer sus consecuencias. Y es que la obsesión del presidente del Gobierno por enaltecer su legado, presumiendo de que España haya superado en riqueza a Italia o de haber sido el campeón de las políticas sociales, deja a su número dos en una difícil posición, a punto de adentrarse en un campo minado.

José Luis Rodríguez Zapatero no es Alfred Hitchcock, pero ayer quiso parecer un alumno aventajado del mago del suspense. Impertérrito ante el bombardeo de argumentos lanzado por Mariano Rajoy -al que también se sumó Josep Antoni Duran Lleida- para que adelante las elecciones y ponga fin a "este calvario estéril", el presidente del Gobierno alimentó con calculada ambigüedad la incertidumbre sobre un final anticipado de la legislatura, evitando dar pistas -tal vez porque ni él mismo conoce aún el final del guión- acerca de sus verdaderas intenciones: apurar su mandato hasta marzo de 2012 o arrojar la toalla el próximo otoño.

Mariano Rajoy Alfredo Pérez Rubalcaba