Bernardino León, el diplomático ‘apagafuegos’
“Mamá, quiero ser diplomático”. Cristina Gross sabía que el deseo infantil de su hijo Bernardino no iba a ser pasajero. Cuando entró en la escuela de
“Mamá, quiero ser diplomático”. Cristina Gross sabía que el deseo infantil de su hijo Bernardino no iba a ser pasajero. Cuando entró en la escuela de la diplomacia española, ubicada en la zona de los colegios mayores de Madrid, cerca de la estación Metropolitano, Bernardino León Gross (Málaga, 1964), continuaba la tradición familiar: varios Gross fueron cónsules de Suecia y Finlandia en la ciudad andaluza.
La vocación internacionalista del secretario general de Moncloa, el hombre de confianza del presidente Rodríguez Zapatero, Zapatero bis, se fraguó en viajes europeos, en sucesivos coches, un Renault 12 familiar, un Seat 131…, siempre acompañados de una Roulette clásica grande. La familia León Gross viajaba cada verano a un país distinto del Viejo Continente y con 15 años se fue a Burdeos, al Château Anglade, a estudiar francés en la casa de una tía franco-americana.
Fue en la Facultad de Derecho de la Universidad de Málaga, donde conoció a su mujer, Regina Reyes Gallur, cuando confirmó su pasión por la diplomacia. Sobre todo, tras recibir clases del catedrático de Derecho Internacional Público Alejandro Rodríguez Carrión, quien fue asesor de Carlos Westendorp, último ministro de Asuntos Exteriores de los gobiernos socialistas de Felipe González.
Un “encantador de serpientes”
“Fue un alumno brillantísimo. Organizaba actividades, algunas de tremendo impacto. Tenía bastante capacidad para atraer a la gente. Espero que no se me interprete mal: siempre ha sido un encantador de serpientes. En la distancia corta es superpeligroso, en la distancia larga es más sosegado”, explica Rodríguez Carrión a El Confidencial, quien define el trabajo del ex secretario de Asuntos Exteriores, “al de un fontanero que arregla cualquier tipo de tuberías”.
León se enamoró del Derecho Internacional Público. Se involucró en la materia y tras aprobar con sobresaliente la asignatura, elaboró con un grupo de compañeros un estudio sobre los mercenarios en África. El catedrático no le hizo una oferta para quedarse en el departamento. Tenía muy claro que su alumno quería ver mundo, eso sí, ya sin la compañía de la Roulette familiar.
En Barcelona preparó las oposiciones para acceder a la Escuela Diplomática. Las aprobó en 1989. Y ese mismo año fue nombrado jefe del Servicio de Coordinación en el Gabinete del Secretario de Estado de Cooperación Internacional y para Iberoamérica, cargo que ocupó hasta 1990. A continuación y hasta 1991 trabajó en la Embajada de España en Monrovia, Liberia. Fue jefe de gabinete de Luis Yáñez, por aquel entonces presidente de la Comisión Nacional del V Centenario. De ahí a cónsul de España en Argelia (1992-1995).
Contrajo matrimonio en 1994 y tiene tres hijos de 12, 10 y 7 años. Nada más casarse vivió, por razones de seguridad, un año separado de su mujer. Debido a la Guerra Civil argelina los cónyuges no residían en el mismo lugar que los diplomáticos. En sus continuos viajes por África –Mauritania es uno de sus países favoritos–, contrajo la malaria en dos ocasiones. “Me lo encontré una vez en el avión de vuelta a Barajas, enfermo y sudando a chorros”, recuerda un amigo suyo.
Adicto al riesgo y la aventura
A Bernardino, adicto a la adrenalina, a los deportes de riesgo y la aventura (ha practicado la escalada vertical en montaña y posee la licencia para pilotar avionetas), siempre le gustó la misión del diplomático como bombero de traje y corbata, de apagafuegos dispuesto en todo momento a meterse en los problemas para intentar solucionarlos. Así lo confirma el catedrático Rodríguez Carrión: “Siempre ha pedido voluntariamente estar en los sitios, ya fuera África u Oriente Medio. Es un hombre de resoluciones rápidas y, como diría Pío Baroja, le gusta la acción por la acción. Eso pone nerviosos a algunos. Tras el anuncio de la retirada de las tropas de Kosovo es el primero que se ofrece para ir a Washington, cosa que no siempre es apreciable en un político, del que se espera que sea más distante”.
Los que conocen muy cerca a Bernard (como le llaman algunos de los amigos de la infancia y juventud) destacan de él no sólo su faceta de diplomático-aventurero, sino su capacidad para aprender idiomas. Además de dominar el francés (cursó en la parisina Universidad de la Sorbona) y el inglés (estudió en el King’s College de Londres), tiene nociones de griego (entre 1995 y 1998 fue ministro-consejero en la Embajada de Atenas) y de árabe. En la Fundación Tres Culturas, en la que fue su coordinador, impulsó la difusión de la obra del ensayista palestino Edward Said, fallecido en 2003.
¿Ministro? ¿Candidato a la Alcaldía de Málaga?
León no oculta su admiración al ministro Miguel Ángel Moratinos, a quien considera su amigo. También a los diplomáticos Jorge Dezcallar y Juan Antonio Yáñez. En el círculo político cultiva la amistad con el profesor José Andrés Torres Mora, ex jefe de Gabinete de Zapatero; la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, y el secretario general del PSOE de Málaga y diputado nacional Miguel Ángel Heredia. Los cuatro malagueños.
Y es que ahora su nombre, tras su propuesta como secretario general de la Agrupación Socialista de Málaga capital, aparece en las quinielas de los candidatos a la Alcaldía de Málaga. En Madrid esta hipótesis suena a utopía, ya que su nombre se baraja cada vez con más insistencia como ministro. “Lo malo de Bernardino es que resulta más disciplinado de lo que debería ser. Él nunca se niega a nada que le requiera el PSOE y eso dice mucho bueno de él, pero también se puede estar quemando muy rápido”, cuentan a El Confidencial fuentes próximas al secretario general de la Presidencia.
“Hay que saber escuchar y mirar. La arrogancia es el peor enemigo”, dijo León en el programa Andaluces por excelencia, de Canal Sur TV, emitido en diciembre de 2008. Al diplomático, ahora convertido en político, le gusta bajar al terreno, pasar de lo global a lo local, “sudar la camiseta del partido”, como aseguran fuentes socialistas, y no le importa dar mítines en pueblos perdidos de la provincia de Málaga o ser el último de la lista en la lista al Congreso de los Diputados por su provincia. Bien es verdad que la vida parlamentaria no le seduce nada. Y prefiere telefonear a su venerado Kofi Annan, ex secretario general de la ONU, o contar cómo era Yasir Arafat (“en el trato directo era un hombre muy entrañable”; Informe semanal, TVE; 6-11-2004) en las negociaciones entre palestinos e israelíes.
Con el músico judío Daniel Barenboim creó la Fundación Barenboim-Said para la Música y el Pensamiento, instalada en Sevilla en 2004 gracias a la sólida amistad de León con el director argentino.
En esta fundación conoció a Sonsoles Espinosa, la mujer del presidente del Gobierno. Poco más tarde, la esposa de Bernardino León se convirtió en la asistente personal de Espinosa. Regina Reyes trabaja actualmente como vicesecretaria no consejera de Iberdrola Renovables.
La influencia de la biblioteca familiar
Enrique Ruz, que enseñaba Literatura en el Colegio de San Estanislao de Kostka de Málaga (Jesuitas), fue uno de los profesores que más le influyó. “Nos cambió la vida. Era un valiente para los tiempos que corrían. Cultísimo, sabía transmitir muy bien su conocimiento”, cuenta un íntimo amigo de esa época. Este mismo amigo relata cómo la residencia familiar de los León Gross, ubicada en la zona del Limonar, una de las más selectas de la ciudad, siempre estaba nutrida de los mejores libros, los más punteros.
Narrativa, ensayo y poesía componían la biblioteca formada por miles de volúmenes. Una de las obras que marcó al Bernardino adolescente, ya incipiente joven, fue Nueve novísimos poetas españoles, de José María Castellet, un antología poética, editada en Barcelona en 1970, que incluía autores como Manuel Vázquez Montalbán o Pere Gimferrer. La afición por el cine también ha sido una de las constantes de su vida. Gran aficionado de Federico Fellini y del neorrealismo italiano, todavía suele visionar películas de los cincuenta y sesenta. Otra de sus películas favoritas es 55 días en Pekín. También practicó la fotografía en blanco y negro, realista y urbana, reuniendo escasos elementos humanos y sí muchos objetos. En su casa existía un laboratorio fotográfico.
Su padre, Bernardino León Díaz, que fue gerente de Emasa (Empresa Municipal de Aguas) en la época del alcalde socialista Pedro Aparicio, fue quien arrancó la vena fotográfica a su primogénito. León Díaz publicó en 2008 Andalucía al natural, un libro que recopila 600 fotografías de flora y fauna de la comunidad andaluza.
Guitarrista y experto en Bach
Curioso del jazz, conocedor del virtuosismo de Miles Davis o Chick Corea, participó en varios grupos de música moderna, uno de ellos se llamaba “Champiñón” siempre tocando la guitarrista acústica. Todavía en sus viajes suele llevar la guitarra (ahora española). En lo que es un auténtico experto León es en la obra de Johann Sebastian Bach.En su casa de Madrid, localizada en una urbanización de postín y decorada con fotos de sus viajes y cuadros de arte contemporáneo, cuenta con una biblioteca y discoteca de Bach comprada en medio globo. “La obra de Bach mezcla la contención racional y la pasión barroca, una suerte de racionalismo apasionado, que sirve también para definir el carácter de Bernardino”, explican fuentes próximas al político socialista.
De una enorme serenidad, muy difícilmente excitable, resulta extremadamente difícil poner nervioso a León. “Ese apasionamiento intelectual es fácil de rastrear y reside en una clara influencia genética germánica a la hora de interpretar sus sentimientos”, ratifican a este diario estas mismas fuentes. El primer Gross llegó a Málaga a finales del siglo XVIII procedente del norte de Alemania.
Tenista y corredor de larga distancia
“Es un gran renacentista. Sus intereses culturales abarcan muchas áreas de conocimiento y las sabe utilizar llevándolas a la práctica”, explica a este diario un amigo del secretario general de la Presidencia, quien juega al tenis con sus hermanos Teodoro León (profesor de Periodismo y columnista del diario Sur) y Jorge León, abogado.
Partidario de exprimir al máximo los días libres y los fines de semana, Bernardino también cumple a rajatabla la consigna familiar de mens sana in corpore sano. A diario cumple entrenamientos de larga distancia. En mayo suele correr los 100 kilómetros de Ronda. La víspera antes de viajar a Washington para solucionar el conflicto creado por Carme Chacón, corrió 35 kilómetros, una suerte de metáfora de su labor como diplomático, una carrera de fondo.
Con sus primeros sueldos, ha contado alguna vez, se compró una casa en Rincón de la Victoria, municipio limítrofe de la capital malagueña, en una urbanización con campo de golf. El ministro Moratinos ya conoce la casa de Rincón. Allí, muy cerca del Mediterráneo, en conversaciones sin reloj con Rodríguez Carrión, hablan de literatura, de Faulkner, Juan Benet; de Miquel Barceló y de política. También pensando en que algún día Zapatero le llamará a su despacho para encargarle un nuevo destino: ¿Ministro? ¿Candidato socialista a la Alcaldía de Málaga? Ni el mismo lo sabe.
Lo que no cambia en su vida es una pequeña maleta de ruedas, equipada con lo necesario para estar dos o tres días fuera de casa, que le sirve para un viaje relámpago a cualquier sitio del mundo con la misión de sofocar otro fuego diplomático. León ya lo ha reconocido: “A veces no hay mejor definición para el diplomático que la de bombero”.
“Mamá, quiero ser diplomático”. Cristina Gross sabía que el deseo infantil de su hijo Bernardino no iba a ser pasajero. Cuando entró en la escuela de la diplomacia española, ubicada en la zona de los colegios mayores de Madrid, cerca de la estación Metropolitano, Bernardino León Gross (Málaga, 1964), continuaba la tradición familiar: varios Gross fueron cónsules de Suecia y Finlandia en la ciudad andaluza.