Es noticia
La indigencia del ‘El Egipcio’ y los mocos de Trashorras
  1. España

La indigencia del ‘El Egipcio’ y los mocos de Trashorras

Tan formal y educado como en su primera declaración ante el Tribunal, Rabei Osman Al Sayed, Mohamed El Egipcio, volvió a insistir en su inocencia. Aseguró

Foto: La indigencia del ‘El Egipcio’ y los mocos de Trashorras
La indigencia del ‘El Egipcio’ y los mocos de Trashorras

Tan formal y educado como en su primera declaración ante el Tribunal, Rabei Osman Al Sayed, Mohamed El Egipcio, volvió a insistir en su inocencia. Aseguró no ser el cerebro de los atentados y que todas las acusaciones contra él son fruto de malintencionadas traducciones que han llevado al sumario palabras que o él nunca pronunció o, si lo hizo, no tenían ese malvado sentido. Durante más de hora y media, Mohamed El Egipcio ha querido dejar claro que en aquellas frases donde todo el mundo ha leído un llamamiento a la yihad él únicamente las pronunció para buscar el consuelo de un amigo ante los innumerables problemas económicos que le atosigaban y que le tenían prácticamente en la indigencia.

Rabei Osman, con la ayuda de las preguntas de su abogado, ha desmenuzado al segundo la que es principal prueba de cargo contra él, la grabación realizada por la Policía italiana de una conversación telefónica mantenida con Mourad Chabarou, otro musulmán residente en Bélgica, en la que reconocía su supuesta relación con el 11-M. Él, por supuesto, lo niega e insiste en que realmente de lo que habló fue de lo mal que lo estaba pasando económicamente por culpa de su ex mujer, que le reclamaba una cantidad de dinero que no tenía. “Esta mujer me ha hecho llorar”, llegó a afirmar poco después de asegurar que “no tengo ni un euro para tomar café. Mi estancia en Europa ha sido dramática”.

¿Y sus alusiones al 11-M? Nada, comentarios sobre la actualidad que seguía por televisión. ¿Y por qué se refiere a los autores de la masacre como su “grupo”? Es que en Oriente Medio esta palabra tiene otro significado y que no necesariamente implica conocer a sus integrantes. ¿Y por qué teme que Fouad El Morabit, otro de los procesados, pueda ser uno de los suicidas de Leganés? Que él tomaba un café cuando vio la foto de su amigo en la televisión y sufrió tal shock “que creí que había muerto” y por eso se lo comentó a su interlocutor.

Sobre una segunda grabación realizada por la Policía italiana, en este caso con un micrófono escondido en la casa donde residía, Mohamed El Egipcio no ha encontrado mejor defensa que negar ser la persona que pronunciaba aquellas palabras en las que, entre otras cosas, se incitaba a una segunda persona al martirio. Sobre todo porque en ella uno de los interlocutores –él, según los investigadores y la Fiscalía- asegura que “el hilo de la operación de Madrid fue mío, ¿entiendes?, los trenes...” y ante esas palabras es difícil escudarse en una malinterpretación.

Y mientras todo esto ocurría en la Sala, Emilio Suárez Trashorras se entretenía hurgándose la nariz con verdadera pasión. Recostado contra el cristal de la pecera blindada, dando la espalda a las víctimas, el minero asturiano ha demostrado a lo largo de las seis jornadas de juicio que la compostura no es su fuerte. Se le ha visto reír, subir los pies en el banco, estirarse hasta casi tumbarse sobre él y comerse las uñas con verdadera fruición. Pero este lunes, y con cara de esto no va conmigo, Trashorras ha dado un paso más: se ha metido el dedo a gran profundidad en ambas fosas nasales. ¿Buscaba dinitrotolueno?

Tan formal y educado como en su primera declaración ante el Tribunal, Rabei Osman Al Sayed, Mohamed El Egipcio, volvió a insistir en su inocencia. Aseguró no ser el cerebro de los atentados y que todas las acusaciones contra él son fruto de malintencionadas traducciones que han llevado al sumario palabras que o él nunca pronunció o, si lo hizo, no tenían ese malvado sentido. Durante más de hora y media, Mohamed El Egipcio ha querido dejar claro que en aquellas frases donde todo el mundo ha leído un llamamiento a la yihad él únicamente las pronunció para buscar el consuelo de un amigo ante los innumerables problemas económicos que le atosigaban y que le tenían prácticamente en la indigencia.