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Los graduados en la 'uni' privada tienen más éxito laboral, pero la brecha se está cerrando
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SEGÚN LA ESTADÍSTICA DEL MINISTERIO

Los graduados en la 'uni' privada tienen más éxito laboral, pero la brecha se está cerrando

Los egresados de los centros de pago encuentran trabajo antes, gozan de una tasa de afiliación más alta y mayores sueldos... aunque todo depende de la carrera que hayan estudiado

Foto: Biblioteca del campus de la Universidad Cardenal Herrera. (UCH-CEU)
Biblioteca del campus de la Universidad Cardenal Herrera. (UCH-CEU)
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Los graduados en la privada tienen más éxito en el mercado de trabajo, pero la brecha con los de la pública se ha ido cerrando durante los últimos años. Así lo muestra la estadística más reciente del Ministerio de Universidades sobre inserción laboral de los egresados universitarios. Quienes se forman en los centros de pago encuentran trabajo antes, tienen menos paro y sueldos más altos... pero la proliferación de este tipo de universidades está diluyendo el plus del que solían gozar respecto a los antiguos alumnos de la pública. La clave no se halla tanto ahí como en la carrera que hayan estudiado.

La estadística refleja el desempeño laboral de los jóvenes que dejaron la universidad en el curso 2017/2018, y es muy útil para conocer su evolución uno, dos, tres y hasta cuatro años después de que abandonasen las aulas. Como se puede apreciar en el gráfico, los profesionales procedentes del sistema privado presentan unas tasas de afiliación a la Seguridad Social más elevadas que los del sistema público. Es una constante que se repite a lo largo de todo el cuatrienio después del fin de sus estudios de grado (antiguamente primer y segundo ciclo), pero la brecha se va reduciendo: si al año de acabar la carrera es de casi 10 puntos, a los cuatro años apenas alcanza las seis décimas.

A los que estudiaron en la pública les cuesta más tiempo encontrar un empleo que a los de la privada. Un año después de acabar el grado, solo el 53% por ciento de los egresados tiene trabajo; a los cuatro años, en cambio, roza el 78%. Es decir, 25 puntos más. En la privada, como es lógico, también se produce una evolución positiva a lo largo de la vida de los profesionales, pero mucho más modesta: la afiliación solo aumenta 15 puntos en el mismo período. Estas tendencias son muy similares entre los egresados de máster.

La brecha de inserción laboral no solo se va reduciendo según avanza la trayectoria de la misma hornada de jóvenes, sino también entre las diferentes generaciones. En general, los que se graduaron en el curso 2009/2010, en plena Gran Recesión, lo tuvieron mucho más difícil para encontrar trabajo que los que lo hicieron hace un lustro, en una fase de expansión económica solo detenida por la pandemia de coronavirus. Pero la evolución resulta mucho más positiva entre los egresados de la universidad pública que entre los de la privada. Como se aprecia en el siguiente gráfico sobre la proporción de afiliaciones a los cuatro años de acabar la carrera, el diferencial entre los unos y otros se ha reducido en cinco puntos a lo largo de las diferentes promociones. Un dibujo similar se repite al año, dos años y tres de finalizar los estudios.

Los hijos de la universidad pública aprovecharon la recuperación para aumentar su empleabilidad en mayor medida que los de la privada, lo que lleva a una primera hipótesis: la diferencia entre las oportunidades de unos y otros está relacionada con la situación económica. Cuando vienen mal dadas, los antiguos alumnos de la privada aguantan mejor el chaparrón, pero cuando se crea más empleo, los de la pública se suben masivamente al mercado laboral. ¿A qué se debe este comportamiento cíclico?

Los ricos (casi) siempre caen de pie

José Saturnino Martínez, uno de los mayores expertos en España en desigualdad educativa, apunta al entorno de los estudiantes como una de las causas: "El nivel socioeconómico y la cultura influyen, son familias [las que mandan a sus hijos a la privada] que conocen mejor el mercado de trabajo, que tienen más contactos y que colocan mejor". En definitiva: aunque la cosa se ponga complicada, los jóvenes procedentes de entornos acomodados —que van en mayor proporción a los centros de pago, como mostraba este otro estudio reciente del ministerio— tienen más posibilidades de caer de pie, mientras que los de hogares más humildes se enfrentan a un abismo sin demasiadas manos amigas que los ayuden, y tienen que esperar a que las cosas mejoren para engancharse al mercado laboral.

Lucas Gortazar, director de Educación en el laboratorio de ideas EsadeEcPol, añade un segundo factor, que tiene que ver con la evolución de las vacantes en España: "Los egresados al final de la crisis llegan al mercado laboral en una situación de debilidad del estado de bienestar, por ejemplo en el ámbito de la salud". Durante la época de recortes, cuando salieron de las aulas, las ofertas de empleo público para médicos, enfermeros o profesores permanecían congeladas, pero en los últimos años han experimentado un importante repunte de la mano de la recuperación económica, la pandemia o la jubilación de los boomers. En esos ámbitos es, precisamente, donde se concentra el mayor éxito laboral de los antiguos alumnos de las universidades públicas, lo que ayuda a explicar que la brecha se esté cerrando.

Qué se estudia importa tanto —o más— como dónde se estudia. De hecho, los egresados de la pública vapulean a los de la privada en el campo de Ciencias de la Salud: a los cuatro años de graduarse, un 85% tiene trabajo, casi nueve puntos más que los que pagaron elevadísimas matrículas por estudiar. Al año siguiente a salir ocurre lo mismo, pero solo para los de la generación más reciente: quienes acabaron en el curso 2016-2017 o antes tuvieron un mayor éxito precoz en la privada.

En general, se aprecia una tendencia clara: en las carreras con mayores salidas, los procedentes de la pública consiguen una tasa de afiliación más alta que los de la privada, mientras que en las que abren menos puertas ocurre al revés. En Ingeniería y Arquitectura, donde de media el 83% de los graduados tiene empleo a los cuatro años, la pública supera a la privada por un punto —entre los que se graduaron durante la Gran Recesión está por debajo—, mientras que en Artes y Humanidades, con una tasa media del 66%, los centros de pago adelantan en cinco puntos a los estatales. Algo similar sucede en Ciencias y en Ciencias Sociales.

Precisamente, recuerda Gortazar, en los últimos años las universidades privadas se han puesto las pilas para empezar a impartir este tipo de carreras técnicas, al ver que se estaban quedando atrás respecto a sus competidoras estatales. La estadística aún no recoge el efecto de este movimiento. Según el experto, la oferta universitaria es otro de los factores que determina los resultados, lo que obliga a hilar muy fino a la hora de establecer conclusiones generales. Hay carreras y carreras, y universidades y universidades, como demuestra el hecho de que las públicas premium, que están mejor financiadas —como la Carlos III de Madrid o la Pompeu Fabra de Barcelona—, proporcionan una mayor inserción laboral que muchas privadas de nuevo cuño.

Todo empieza con la selección

El éxito de estos centros estatales tiene que ver con su proyecto docente, pero seguramente también intervenga otro factor que condiciona todos los resultados: la selección del alumnado. Para Martínez, actual director de la Agencia Canaria de Calidad Universitaria, esta es la verdadera clave que explica la brecha entre las universidades, y resulta imprescindible para derribar falsos mitos: "La diferencia de empleabilidad entre la privada y la pública no es tanto de calidad educativa como de que la privada tiene un alumno más seleccionado".

La proliferación de centros de pago durante los últimos años ha relajado los criterios de acceso

Se trata de un razonamiento ampliamente contrastado para la educación obligatoria, y explica por qué los colegios concertados sacan mejor nota que los públicos en evaluaciones como PISA. Aunque de momento no hay estudios similares para la universidad, esta hipótesis no solo ayuda a explicar por qué en la privada la inserción laboral es mayor, sino por qué se están reduciendo las diferencias con la pública.

La proliferación de centros de pago, asegura el también profesor de Sociología en la Universidad de la Laguna, ha hecho que ya no elijan a los alumnos de forma tan selectiva como hace años, lo que acaba teniendo su reflejo en la empleabilidad de este colectivo. No es lo mismo venir de una familia de élite y entrar en una universidad exclusiva con un expediente impecable, contactos y ambición, que ser un estudiante normal de una familia que ha logrado unos ahorros para enviarte a una privada de nueva generación —donde las barreras de entrada no son tan exigentes—, quizá porque no te dio la nota para entrar en la pública. Precisamente, añade Gortazar, la subida del corte para acceder a determinadas carreras ha endurecido el criterio de selección en los centros estatales, lo que redunda en el mejor desempeño laboral de su alumnado.

El peso del dinero

Tanto en las públicas como en las privadas, el dinero es otro factor que pesa en la ecuación: cuanto más caras sean, mayor será el incentivo para buscar un retorno económico rápido. Esta lógica, muy presente en el ámbito de los másteres (pagar para tener trabajo nada más salir y bien remunerado), también opera en los estudios de grado, y ayuda a explicar —asegura Martínez— la notable brecha entre los sueldos de los egresados de los centros de pago y los estatales.

Como se muestra en el gráfico, la diferencia de las bases medias de cotización de los afiliados por cuenta ajena es descomunal el primer año: 4.700 euros. Sin embargo, el gap se va reduciendo a lo largo del tiempo, y a los cuatro años es de 3.400 euros. Los graduados en la pública en 2018 cobraban 29.000 euros en 2022, frente a los 32.400 de quienes aparecen en las orlas de las privadas. Una vez más, los hijos del sistema estatal van recortando distancias a medida que se hacen mayores.

Las mismas tendencias que se apreciaban con la tasa de afiliación se repiten aquí: las generaciones más jóvenes no resultan tan penalizadas por ir a los centros públicos como lo estaban las promociones de la Gran Recesión, y la ventaja de los hijos de la privada se esfuma en Ciencias de la Salud, mientras que se dispara en Ciencias Sociales, Artes y Humanidades.

Un último dato que ayuda a comprender lo que está pasando: a diferencia de lo que ocurría hace una década, las últimas camadas de egresados de la pública están logrando una mayor proporción de contratos indefinidos que los de la privada. Algo está cambiando, aunque los dos expertos consultados coinciden en que todavía es demasiado pronto para saber a ciencia cierta el porqué.

Los graduados en la privada tienen más éxito en el mercado de trabajo, pero la brecha con los de la pública se ha ido cerrando durante los últimos años. Así lo muestra la estadística más reciente del Ministerio de Universidades sobre inserción laboral de los egresados universitarios. Quienes se forman en los centros de pago encuentran trabajo antes, tienen menos paro y sueldos más altos... pero la proliferación de este tipo de universidades está diluyendo el plus del que solían gozar respecto a los antiguos alumnos de la pública. La clave no se halla tanto ahí como en la carrera que hayan estudiado.

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