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Lagranja: los “sastres” del diseño
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Lagranja: los “sastres” del diseño

Pequeños pero matones. Este poco convencional estudio de interiorismo y arquitectura ha conseguido hacerse, en menos de diez años, con clientes tan jugosos como Roca o

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Lagranja: los “sastres” del diseño

Pequeños pero matones. Este poco convencional estudio de interiorismo y arquitectura ha conseguido hacerse, en menos de diez años, con clientes tan jugosos como Roca o Dom Pérignon.

La biblia de las tendencias, la revista Monocle, publicó una reseña sobre ellos pero Gabriele Schiavon, uno de los fundadores del estudio Lagranja, le quita importancia al asunto e incluso, se ríe: “Estuvo bien pero el artículo era tan pequeño que tuve que enviar a mi madre una fotocopia ampliada para que pudiese reconocernos en la foto”, comenta.

Gabriele, junto a su socio Gerard Sanmartí, fundaron Lagranja en 2002, una especie de laboratorio de ideas dedicado al interiorismo, la arquitectura, el diseño de mobiliario y productos… Ellos se conocieron en el centro de investigación de Benetton de Italia y de allí dieron el salto a la Ciudad Condal para crear este estudio atípico que en tan sólo unos años ha conseguido hacer proyectos para clientes tan jugosos como el Ayuntamiento de Barcelona, Santa&Cole, Banco Sabadell, Roca, Dom Pérignon, Médicos sin Fronteras, La Sirena, Pans&Company, etc. ¿Cómo se las ingenia una empresa tan joven y pequeña (son diez empleados, ocho en España y dos en Hong Kong) para hacerse con semejantes cuentas? 

“No nos gusta la producción en serie, intentamos hacer un “traje a medida” para lo que nos pide el cliente”, comenta Schiavon. Entre otros, su equipo se ha encargado del diseño del Museo Gaudí de la Pedrera, de los locales de la franquicia Pans&Company o del aparca-bicis que realizaron para la empresa Santa&Cole y que les valió el premio Ciudad de Barcelona. Lo más reciente es la incubadora de empresas Almogavers Business Factory y actualmente están trabajando en un proyecto de altura: las suites del Madera Hotel en Hong Kong, ciudad en la que cuentan con un despacho. “Siempre hemos trabajado con países extranjeros como Alemania o Italia pero desde que se inició la crisis, que nos ha pasado factura como a otros muchos, salir fuera se volvió un imperativo”, comenta.

El estudio facturó 340.000 euros el año pasado, gran parte de sus ingresos vienen de los royalties de los diseños de mobiliario: venden cerca de 4.000 lámparas y unas 10.000 sillas al año.

Reconoce Schiavon que su empresa es atípica: “Vamos muchas veces al banco pero nunca a pedir dinero, la financiación del estudio se ha hecho con lo que había en el cajón, el proyecto se ha autofinanciado siempre”, admite con orgullo. Y, ¿por qué llamarse Lagranja? “Nos conocimos en el centro de Benettonque se llamaba La Fábrica. Al llegar a Barcelona nos instalamos en la calle LaGranja, nos hizo gracia venir de La Fábrica a La Granja y con ese nombre nos quedamos”, relata.

El consejo del emprendedor: "Creo que nuestro secreto es que somos un equipo. Tenemos una organización horizontal: cada cual se ocupa de una parcela, claro que controlamos el trabajo, pero la gente tiene bastante libertad. Creo que esta organización es mejor que la jerárquica. En el sector de la creatividad, para que funcione, necesitas de un margen de libertad”.

Pequeños pero matones. Este poco convencional estudio de interiorismo y arquitectura ha conseguido hacerse, en menos de diez años, con clientes tan jugosos como Roca o Dom Pérignon.