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El año en el que Garbiñe Muguruza se propuso en serio ser la mejor del mundo
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quiere terminar como número 1

El año en el que Garbiñe Muguruza se propuso en serio ser la mejor del mundo

La tenista española se enfrenta en Singapur al torneo de maestras, el último de la temporada en la puede terminar como número 1 y ha sido por fin estable en su juego

Foto: Garbiñe Muguruza, en Singapur. (EFE)
Garbiñe Muguruza, en Singapur. (EFE)

La mente de Garbiñe Muguruza descansa más bien poco. Ella misma reconoce que le cuesta centrarse lo suficiente para leerse un libro así que, por no darse por vencida, se ha pasado a los audiolibros. Le va mejor, con más calma y la capacidad de hacer otras cosas al mismo tiempo. Este verano, entre las cintas, tenía el libro 'El monje que vendió su Ferrari', una obra de autoayuda escrita por Robin Sharma, un gurú.

No sorprende que esta sea la literatura que consume Garbiñe, aunque solo sea porque la mente y la necesidad de desarrollarla están permanentemente presente en su día a día. No es solo una cosa suya, aunque no se puede decir que no le de vueltas con frecuencia al tema. Es que ella, más probablemente que cualquier otro deportista español, tiene que afrontar que le pregunten sobre la presión, sobre sus nervios y su capacidad para perderse en los partidos. En su caso hay dos factores que explican eso, uno es que su tenis, su potencial y otro que es su pasado, pleno de episodios en los que es posible cuestionar su frialdad y capacidad para mantenerse en pista y no disolverse como un azucarillo en agua.

Foto: Garbiñe recoge el premio a la jugadora del año. (EFE)

"Sé llevar mucho más el éxito y soy más luchadora en la pista", explicaba la tenista estos días en Singapur, donde se encuentra para jugar el torneo de maestras. "Antes era una jugadora que o mucho o poco y realmente quería ser más constante e intentar avanzar las primeras rondas, entonces me he concentrado mucho en mejorar esas primeras rondas aunque luego pierda o gane, porque los partidos importantes siempre me ha gustado jugarlos", abundaba la caraqueña. El cambio es objetivo y evidente, en estos últimos meses, desde que fue campeona en Wimbledon, solo ha ganado en Cincinnati pero por encima de los títulos está la consistencia y esa, por fin, parece ser una realidad. Ya no se escapa de los partidos contra rivales irrelevantes, ahora llega con normalidad a las últimas rondas de los torneos, el entorno lógico para una jugadora de su talento.

Se ve en general y también en momentos concretos de cada encuentro. Antes no era capaz de remontar las adversidades y siempre que se ponía por debajo se dejaba llevar. "Ahora lucho todo el partido y no me vuelvo loca. Antes jugaba un partido y si no ganaba el set ya me cruzaba. Hoy, aunque pierda 5-2, me digo: 'Garbiñe, sigue luchando que va a llegar tu oportunidad'. Y eso es más o menos lo que estoy consiguiendo, el no perder la cabeza", ha relatado durante estos meses. En el circuito femenino, donde con frecuencia los partidos son como montañas rusas, la capacidad de asumir y abrazar los problema es una necesidad imperiosa.

La evolución física

El cambio es emocional, pero no solo. En ocasiones el análisis se desboca y se intenta resumir todo en un solo concepto. Los errores de Garbiñe eran, según el análisis general, un estricto problema psicológico. Pero no, el mundo no es tan sencillo y el tenis tampoco. Muguruza tenía también caminos para ser mejor tenista, mucho mejor incluso. Y uno de ellos tenía que ver con el físico. La caraqueña está ahora más fina, ha trabajado en el gimnasio y se nota. Primero porque ella tiene problemas estructurales en los tobillos y los pies, muy finos, que tendían a lesionarse con facilidad. En ese sentido ser más ligera ayuda. También en el plano estrictamente deportivo, porque sin haber perdido potencia ahora mismo tiene más capacidad para recuperar posición y pegar en parado, algo que cualquier rival de Garbiñe preferiría evitar.

"Me siento más atleta. Era una de las cosas que quería mejorar en pretemporada. Soy muy alta y quería tener una buena movilidad en pista. He cuidado la alimentación para ponerme más ágil y más fuerte, y que cuando juegue con jugadoras más bajitas mis golpes no vuelvan siempre", contaba estos días Garbiñe. En el tenis de hoy es imposible triunfar si no se lleva una vida consagrada totalmente al deporte. Nadie regala nada y estar físicamente a tope no es solo una necesidad sino una obligación.

Se llama profesionalidad y es algo que Garbiñe también ha tenido que aprender porque en el pasado no siempre lo fue. Ella misma reconoce que se ha tenido que centrar y marcar mejor sus rutinas para conseguir realmente ser la estrella que es hoy. "Antes decía, qué palo me da hacerme un masaje ahora; ¿no me puedo comer un trozo de pizza?; oye, me voy de compras; podemos entrenar sólo una hora porque me siento un poco cansada... Ejemplos como estos muchos. Antes me daba algún capricho, si entreno una hora, da igual: si saco 20 o 30 saques, da igual; pues no da igual. Seguro que la otra jugadora está entrenando en su casa y ya me está ganando porque está entrenando más. Me di cuenta de que tenía que hacer esos cambios al ver que tengo un hueco ahí arriba. Al ver que si me pongo más fuerte y me preparo más, puedo asentarme y quedarme ahí. Tenía que hacer pasos extra y los he dado", comentaba Muguruza estos días en los que la reflexión de final de temporada está más que presente.

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EPA2601. SINGAPUR (SINGAPUR), 20 10 2017.- (De i a d) Las tenistas Caroline Garcia, Caroline Wozniackik, Elina Svitolina, Simona Halep, Garbiñe Muguruza, Karolina Pliskova, Venus Williams, y Jelena Ostapenko posan tras el sorteo para las Finales de la WTA en Singapur hoy, 20 de octubre de 2017. Las Finales de la WTA se disputarán entre el 22 y el 29 de octubre de 2017. EFE Wallace Woon

Un grupo de pegadoras en Singapur

Los ejemplos son concretos y constatables: "En Doha jugué dos partidos en un mismo día, cinco sets, y acabé decente y no en silla de ruedas como hubiese acabado hace dos años". La evolución psicológica, la que le ha llevado a conseguir calmarse en los momentos clave, ha ido emparejada con un cambio físico. En cuanto a lo técnico, lo exclusivo del tenis como disciplina, siempre estuvo ahí. Garbiñe es profunda en todos sus golpes, un torbellino difícilmente igualable en el circuito de hoy en día salvo, por supuesto, que te llames Serena Williams.

Y como Serena no está, porque ha sido madre, Garbiñe se presenta en Singapur como la favorita para ganar el torneo de maestras. En la gala previa al evento la WTA le dio una gran alegría al nombrarla como la mejor jugadora de la temporada. Ahora mismo no es la número 1, ese puesto lo ocupa Simona Halep, pero la rumana no ha ganado ningún grande y eso la descalifica para soñarse la mejor. Muguruza, con su número 2, se llevó Wimbledon en un año en el que nadie ha sido capaz de llevarse dos de los grandes torneos del año.

Foto: Sharapova, emocionada por su victoria. (Reuters)

En Singapur intentará darle una nueva vuelta de tuerca al año. No será fácil, porque no puede serlo cuando se enfrentan las ocho mejores jugadoras del año y, también, porque el grupo en el que ha caído, el blanco, está configurado por jugadoras con las que tiene un mal récord personal. Por lo general a la caraqueña le gusta más jugar contra adversarias de ritmo y recuperación que con pegadoras. Plisikova, que será la mayor rival en el grupo, es quizá la mejor sacadora del circuito y no suele aceptar peloteos de más de dos o tres golpes, se la juega siempre y gana mucho, coge la iniciativa en el juego, lo que molesta el tenis de Gabiñe, que no puede expresarse con la raqueta cuando el ritmo es a martillazos. También Ostapenko y Venus Williams, que completan el grupo, tienen más de bombarderos que de finas estilistas.

El reto es terminar el año con el número 1. Y ganar un torneo más de prestigio. El reto, en realidad, es siempre el mismo, ir paso a paso agrandando una carrera que ya tiene un Roland Garros y un Wimbledon. Garbiñe compite contra docenas de tenistas, algunas de ellas muy buenas pero casi ninguna tanto como ella. Se queja en ocasiones del nivel de exigencia al que se ve sometida y, aunque comprensible, es un llanto vacío. A los deportistas se les juzga con relación a sus posibilidades y, con Muguruza, el cielo es el límite.

La mente de Garbiñe Muguruza descansa más bien poco. Ella misma reconoce que le cuesta centrarse lo suficiente para leerse un libro así que, por no darse por vencida, se ha pasado a los audiolibros. Le va mejor, con más calma y la capacidad de hacer otras cosas al mismo tiempo. Este verano, entre las cintas, tenía el libro 'El monje que vendió su Ferrari', una obra de autoayuda escrita por Robin Sharma, un gurú.

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