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La experiencia de Nadal arrasa al joven Rublev y le mete en la semis de Nueva York
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se impuso por 6-1, 6-2 y 6-2

La experiencia de Nadal arrasa al joven Rublev y le mete en la semis de Nueva York

El número 1 permite solo seis juegos a su rival y entra en la penúltima ronda por la puerta grande para enfrentarse al argentino Juan Martín del Potro, que venció este miércoles por la noche a Roger Federer

Foto: Nadal, durante su partido contra Rublev. (Reuters)
Nadal, durante su partido contra Rublev. (Reuters)

En ocasiones el tenis es más de dejarse hacer que de hacer en sí mismo. Rafa Nadal, que no es el número 1 por casualidad, que es uno de los grandes jugadores de todos los tiempos y, además, uno de los más fríos e inteligentes de siempre, lo sabe mejor que nadie. Cuando vio el cuadro y se encontró en cuartos de final a Andrey Rublev supo rápidamente cómo había que ganarle. No iba a necesitar tanto la fuerza como la inercia.

Nadal algún día fue joven, pero nunca fue de esos jóvenes impulsivos y que se perdían en su tenis. Desde el principio de los tiempos escondía un hombre mucho más experimentado, táctico, con capacidad para analizar lo que ocurría al otro lado de la red y actuar en consecuencia. Eso no ha cambiado, al contrario, con el paso del tiempo ha ido mejorando incluso. Por eso Rafa sabía cómo jugar a Rublev, sin necesidad de mucho vídeo o grandes consejos. Él simplemente se adapta al partido.

Rublev es un pegador que aguanta mal los peloteos largos. Es el típico jugador que te puede sacar a sartenazos de la pista, pero difícilmente va a aguantar intercambios prolongados. Es decir, necesitaba el ruso casi un imposible: que las piernas de Nadal dejasen de funcionar. Entre las múltiples virtudes del español, casi incontables en realidad, está sin duda su capacidad de recuperación de bolas. No importa lo fuerte que vaya, sus pies alados llegarán y devolverán el envío. Y si tiene que hacerlo mil veces lo hará mil veces, porque la capacidad de resistir también está ahí.

Foto: Garbiñe muguruza.

Sentadas esas bases en los cuartos de final del Abierto de Estados Unidos había un chico que aspira mucho, pero que aún está un poco verde, y una leyenda que sigue en la brecha. Incluso en uno de sus mejores momentos, que este 2017 de Rafael Nadal está siendo una bendición tenística. En ese tipo de confrontación es normal que la cosa termine con un repaso del veterano.

Nadal restaba muy lejos de la línea de fondo, esperando los cañonazos que a buen seguro vendría. Pero desde el principio del partido aquello fue un espejismo. Cuanto más fuerte le pegaba a la pelota el ruso más cerca estaba de mandarla a la zona de 'out' y perder el punto. Nadal bloqueaba las bolas, no necesitaba siquiera buscar golpes ganadores. Solo tiraba de ellos en posiciones muy claras, lo normal, la estructura que él tenía en mente, no era más que continuar jugando todos los puntos hasta que Rublev fallase, algo que más tarde o más temprano terminaría pasando.

Eran los primeros cuartos de final de un grande del chico, también la primera vez que un miembro de la NextGen (la última trama publicitaria de ATP para vender jovenes con futuro) llegaba tan lejos en un torneo de estas características. El tenis está envejeciendo y no es casualidad. Ahora los mayores se cuidan más y, con la experiencia acumulada, pueden llegar a desquiciar a los niños que creen que se puede aprender a correr sin saber andar.

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Tennis - US Open - Quarterfinals - New York, U.S. - September 6, 2017 - Rafael Nadal of Spain in action against Andrey Rublev of Russia. REUTERS Mike Segar

No es quien pega más fuerte

Desde muy pronto se notó la brecha que hay entre ambos en este torneo extraño, casi antinatural. En los grand slam los cuartos suelen estar más disputados. 6-1 en la primera manga. Todas las ocasiones de break que tenía Nadal terminaban en su lado. También hay que saber jugar puntos concretos, esos que van a cambiar el rumbo del partido y te van a terminar haciendo valedor de una plaza en las semifinales de un grande, donde se enfrentará al argentino Juan Martín del Potro.

Rublev se desquiciaba, se daba palmadas en el muslo, en la raqueta. La mandíbula se le desencajaba. Los niños con talento están acostumbrados a ganar mucho, han pasado tiempo encontrando rivales menores en circuitos menores. No han visto, por descontado, nada remotamente parecido a Nadal. Y no lo entienden. El ruso encadena un golpe tras otro tratando de hacer daño y no se da cuenta de que con la potencia solo no le va a vale de nada. Necesota calma, pensar mucho más y hacer que sus golpes tengan sentido. Intentar mover a Nadal, jugar con el y con sus ritmos. En ningún momento llegó a darse cuenta de ello.

Más que al mejor Nadal -aunque estuvo cerca de eso- se vio al Nadal necesario. Hizo exactamente lo que tuvo que hacer para martillear a su rival, no menos que eso, pero tampoco mucho más. Lo cual es, en sí mismo, mucho mejor que desplegar el mejor tenis posible. Nadal en sus dos últimos partidos no solo ha ganado, ha conseguido hasta economizar esfuerzos. Le quedan dos peldaños para reinar por tercera en Nueva York. Está siendo un torneo raro, casi anticlimático, con solo dos favoritos llamados a verse en semifinales, con jugadores semidesconocidos alcanzando rondas que en otros momentos no hubieron soñado. Da un poco lo mismo, en el futuro nadie recordará el camino, solo el final. Y a eso se dedica Nadal, a buscar los mejores finales. Va en buen camino, hasta le da para economizar esfuerzos.

En ocasiones el tenis es más de dejarse hacer que de hacer en sí mismo. Rafa Nadal, que no es el número 1 por casualidad, que es uno de los grandes jugadores de todos los tiempos y, además, uno de los más fríos e inteligentes de siempre, lo sabe mejor que nadie. Cuando vio el cuadro y se encontró en cuartos de final a Andrey Rublev supo rápidamente cómo había que ganarle. No iba a necesitar tanto la fuerza como la inercia.

Rafa Nadal