Chile dio la puntilla con el antídoto perfecto para el estilo que tanta gloria trajo a España

Fue contra Chile en Maracaná. Eso es lo que se dirá en este país durante años para explicar cuándo se acabó la edad de oro del fútbol español. El batacazo que se ha dado la que fuera campeona en 2010 es de los más sorprendentes que se han visto en la historia del fútbol. La selección que defendía título en Brasil quedó apeada a los seis días de comenzar el torneo. Para analizar las formas, no queda otra que fijarse en los atributos del equipo que ejecutó al proyecto liderado por Del Bosque.

Chile hizo un planteamiento perfecto para anular anímica y futbolísticamente a la Roja. Una defensa férrea expeditiva, con tres centrales y dos laterales avanzados con constante trabajo arriba y abajo, un centro del campo agresivo y una delantera rápida, trabajadora y con calidad. En definitiva, un grupo de futbolistas que se vinieron arriba a la misma velocidad que se hundían los españoles, incapaces de encontrar la manera de imponer ese ideario de posesión de balón y control del juego. Lo visto en el gran coliseo brasileño estuvo a años luz de lo que, durante los últimos seis años, asombró al mundo entero. Ni rastro de aquella manera tan seductora de entender este juego.

Maracaná puso punto final una era triunfal. Allí, España volvió a caer en la trampa del rival. Si Holanda se aprovechó de errores impropios de este nivel, los chilenos tejieron una tela de araña por la que el técnico Sampaoli demostró haber estudiado muy bien cómo romper la seguridad en el toque y en la salida de balón de España. La falta de confianza de los ibéricos era evidente, y para lo bueno y para lo malo, este estilo no tiene un ‘plan B’. El camino señalado por Luis Aragonés y continuado por Del Bosque es la apuesta del sometimiento del rival por el balón. El problema es cuando el rival (entusiasta, rebelde, con las ideas claras y físicamente muy preparado) encuentra el antídoto y lo aplica con precisión.

Nada más salir ya metió el miedo en el cuerpo a los dubitativos españoles, y en la primera entrega inocente que se perdió, con Xabi Alonso como protagonista, llegó el primer tanto. Si se trató durante la primera parte de intentar de encontrar el toque preciso, que nunca llegó, todo se puso imposible tras el tanto antes del descanso, tras una carambola fatídica donde el estilo con el que juegue un equipo no cuenta. Un balón suelto es un balón suelto, y al igual que el Barça de Guardiola o la España en Sudáfrica, aparte de dominar y atacar, tenía un trabajo defensivo incesante, ese gol de Aránguiz, el séptimo recibido por Casillas en 135 minutos de Mundial, es la prueba de que había llegado la hora de hincar la rodilla y aceptar que este no era el campeonato para volver a ganar.

Un partido contra equipos como Chile necesita tener unos principios claros: igualar su intensidad y prepararse para la lucha en el balón dividido. Eso, bien por causa o por consecuencia, va unido a una buena disposición táctica para aprovechar los espacios en el campo. Chile consiguió desdibujar a una plantilla plagada de campeones. Y es que, ni físicamente ni por convicción, la Roja estuvo preparada para superar esa dura prueba.

El veneno chileno enterró finalmente a España. Está claro que el 1-5 de Holanda había empezado a cavar la tumba. Pero si aquello se podía explicar desde la teoría del accidente inesperado, después de una primera parte donde se pudo haber puesto 2-0, lo sucedido en Río de Janeiro viene también por el acierto de Sampaoli y sus chicos, merecedores completamente de su clasificación para octavos de final eliminando a la actual campeona del mundo. Veremos hasta dónde llegan los sudamericanos con su futbol desbocado y sin miramientos. Los Bravo, Medel, Vargas, Vidal, Alexis y compañía una cosa van a hacer: intentarlo por todos los medios hasta no poder más.