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Isaac Cuenca, el 'patito feo' de Pep Guardiola al que las lesiones le retiraron con solo 32 años
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UN JUGADOR QUE LO TENÍA TODO PARA TRIUNFAR

Isaac Cuenca, el 'patito feo' de Pep Guardiola al que las lesiones le retiraron con solo 32 años

El joven futbolista, que lo tenía todo para triunfar, no logró consolidarse en la élite, pues en su mejor momento de juego llegó una grave lesión de la que ya nunca se recuperó, teniendo que ser operado hasta en seis ocasiones de su rodilla

Foto: Guardiola da indicaciones a Cuenca en un partido ante el Atlético en 2012. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
Guardiola da indicaciones a Cuenca en un partido ante el Atlético en 2012. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

Llegar a la elite del fútbol mundial está solo a la altura de un puñado de privilegiados. Muchos futbolistas con talento no terminan de triunfar por su mala cabeza, mientras que, otros con peores condiciones, lo consiguen por su constancia. Pero, a veces, el talento y la cabeza se juntan para dar lugar a un proyecto de jugador llamado a triunfar. Pep Guardiola tenía un olfato y una generación únicos para ello, pero uno de esos jóvenes no tuvo la fortuna de su lado.

A punto de cumplirse la primera década del siglo XXI, Guardiola hizo del Barcelona un equipo ganador. Consiguió conformar una plantilla de grandes jugadores a nivel internacional con jóvenes de mucho nivel a los que ya había tenido en el filial, como Sergio Busquets, Thiago Alcántara, Marc Bartra, Sergi Roberto o Pedro Rodríguez. No es menos cierto que hubo otra importante nómina de jóvenes que no llegaron a triunfar, con un nombre marcado en rojo: Isaac Cuenca.

Isaac Cuenca era un futbolista que estaba llamado a marcar una época. Lo tenía todo: calidad a raudales, inteligencia en el campo, solidario con sus compañeros y las ideas muy claras de qué debía de hacer para tener un hueco en el equipo. El 21 de octubre de 2011 firmó su debut con el Barcelona y, solo unos días más tarde, anotaba su primer gol como profesional. A partir de ese día, se convirtió en un habitual para un Guardiola que confiaba mucho en lo que podía ofrecer.

El niño que había ganado sus primeros euros con freestyler en las calles de Barcelona por fin tenía su oportunidad en el fútbol de élite. Y, partido a partido, era capaz de demostrarle a Pep que podía ser un futbolista importante. Solo llevaba unos partidos en Primera cuando el técnico dijo lo que pensaba de él en rueda de prensa: "Su trabajo es perfecto, hace mejores a los demás... aunque, físicamente, puede que no le guste a las chicas", comentaba a modo de broma.

Foto: Guardiola habla con un colegiado. (Reuters/Chris Kavanagh)

Lo que el técnico quería decir era evidente: parecía el patito feo del equipo, pero lo que aportaba era mucho más importante de lo que los números decían. Y, a pesar de eso, las cifras no eran nada malas, pues en sus primeros 30 partidos con el Barça anotó 4 goles y dio 6 asistencias. Pero, entonces, llegó el drama: era mayo de 2012, solo unos meses después de haber debutado, e Isaac Cuenca se iba a romper su rodilla derecha. Empezaba el calvario.

Una vez recuperado, en el mercado de invierno de 2013, se marchó al Ájax de Ámsterdam en busca de minutos, pero esa rodilla nunca sanó. Regresó al Barcelona, jugó en el Deportivo de la Coruña, el Bursaspor turco, el Granada, el Hapoel Be'er Sheva israelí y el Sagan Tosu y el Vegalta Sendai japoneses, donde anunciaría su retirada en abril de 2021. Y, entre tanto, otras seis operaciones de la misma rodilla, de la que nunca se fue el dolor, y que le impidió triunfar en el fútbol.

"Lo que me ha enseñado el fútbol es que no todo es como quieres. Si crees que eres muy bueno, siempre habrá otro mejor. Y, si crees que eres buenísimo, quizás te lesiones y nadie te va a querer. A mí me ha puesto en lugares que no me esperaba y mírame ahora, retirado con 30 años. Echo de menos el fútbol, pero el dolor físico era tan grande que decidí que era suficiente. Quería tener una vida normal. No podría competir ni en la Kings League", explicaba en una reciente entrevista en ARA.

Isaac Cuenca estaba llamado a ser uno de los grandes jugadores del panorama mundial, pero las lesiones se cruzaron en su camino y el gran proyecto que era nunca llegó a explotar. Con solo 32 años tuvo que colgar las botas y dar por acabar el sueño de su vida. Aquel niño que maravillaba haciendo malabares en las calles de Barcelona llegó a ser una de las grandes esperanzas del Camp Nou. Pero la rodilla de ese patito feo que hacía mejores a sus compañeros no le quiso ayudar.

Llegar a la elite del fútbol mundial está solo a la altura de un puñado de privilegiados. Muchos futbolistas con talento no terminan de triunfar por su mala cabeza, mientras que, otros con peores condiciones, lo consiguen por su constancia. Pero, a veces, el talento y la cabeza se juntan para dar lugar a un proyecto de jugador llamado a triunfar. Pep Guardiola tenía un olfato y una generación únicos para ello, pero uno de esos jóvenes no tuvo la fortuna de su lado.

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