Garrido 'obliga' a los suyos a aguantar el chaparrón en el Benito Villamarín

Un solitario gol en el minuto cuatro de partido del centrocampista nigeriano Ramón Azzez dio el triunfo al Almería en su visita al Benito Villamarín (0-1). El equipo sevillano, que desde el pasado 29 de septiembre sólo ha acumulado dos puntos en sendos empates (Levante y Rayo Vallecano) en liga,sigue sin levantar cabeza y se mantiene como colista. Por su parte, el Almería sale del pozo de forma provisional a espera de los resultados que se produzcan el próximo domingo entre los equipos de la zona baja.

La actitud de los pupilos de Juan Carlos Garrido de principio a finno encontró recompensa en forma de goles.Mereció más el Betis por juego y por ocasiones. Lo intentaron por todos los medios, agotaron todos los cartuchos habidos y por haber,mostrando un esfuerzo y una capacidad de lucha encomiables.Pero el fútbol no entiende de justicia. No hubo manera de batir la meta de un Almería muy sólido.Tras la reanudación, los locales no bajarón el listón ni un ápice y siguieron yendoa por todasen su intento por revertir la situación.

Sin embargo,se encontraron con el muro infranqueable llamado Esteban. El veterano meta se erigió en uno de los protagonistas del duelo andaluz con meritorias intervenciones. Pese al claro dominio, la oportunidad más clara del segundo acto fue para el cuadro visitante. En concreto, en las botas de un Óscar Díaz que mandó a la grada un preciso centro deAleix Vidal desde la izquierda. Los cambios en el dibujo dispuestos por Garridono fueron suficiente. Mientras, un Almería bien aleccionadoaguantaba paciente atrás y esperaba su hora a la contra.

El cabreo de Chica pidiendo más apoyo a la grada al ser sustituido entre pitos ejemplificala desesperación e impotencia en la que vive inmerso el beticismo. También lo fue la mirada baja yel gesto alicaído de un incisivo Rubén Castro, quien no pudoacudir a su cita con el gol. Es más, el delantero canario vio como el colegiado del encuentro, Martínez Munuera, le anulaba un gol por un claro fuera de juego. A la conclusión, las lágrimas en los ojos de los jugadores verdiblancos antes de retirarse al vestuariocontrastabancon los pitos deuna afición que, pese aver como subarco navega a la deriva, se niegan a tirarla toalla.Pitos que pronto tornaron ensentidos cánticos de apoyo. Ver a sus jugadores sobre el césped aguantando el chaparrón ablandó la indignación y leshizo darse cuenta de que queda mucho. Momento de remar en la misma dirección y seguir luchando.