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Portugal silencia Saint-Denis y estalla de júbilo gracias al inesperado Éder
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primer título de la selección lusa

Portugal silencia Saint-Denis y estalla de júbilo gracias al inesperado Éder

Los portugueses consiguieron su primer título jugando contra el anfitrión, del mismo modo que hace doce años fueron sorprendidos por una débil Grecia. Ahora les tocó a ellos

Foto: Los portugueses salieron a la calle a celebrarlo (EFE)
Los portugueses salieron a la calle a celebrarlo (EFE)

Dicen que el amor te llega cuando menos te lo esperas. Es popularmente dicho que en esa época en la que no apetece conocer a tu media naranja, llega esa persona que te vuelve loco, que te fascina. De la que te enamoras. Algo parecido le ha sucedido a la afición de Portugal. Cuando aquella fantástica selección de 2004 con jugadores que emocionaban al mundo no logró imponerse a Grecia, los portugueses pensaron que no se enamorarían otra vez. Que no estarían tan cerca de la felicidad como en aquella ocasión.

Hoy el pequeño país puede presumir de ser campeón de Europa. Lo hicieron además, ganando en casa a Francia, callando a todo un estadio que acudía a la cita con la seguridad de que la noche se teñiría de azul. Pero no pasó, los papelillos que la UEFA desperdigó en la entrega de la copa eran rojos oscuros, las sonrisas se habían quedado definitivamente en la cara de Fernando Santos, Cristiano, Pepe, Éder, Andre Gomes y compañía.

No se recordará la Eurocopa como uno de los momentos más brillantes de la historia del fútbol, pero para Portugal siempre será la primera, el momento en el que entraron en la élite del fútbol continental. Los casi once millones de habitantes del país saltaron a la calles, lo hecho por su selección no tenía precedente alguno. Saint-Denis era una fiesta, como lo era también parte de París, capital de un país con más de un millón de lusos emigrados, y también el país que mira al Atlántico y, ahora, puede presumir de título.

Portugal ha comprobado que la alegría no se compra, no se planifica, llega cuando menos te lo esperas. En esta ocasión, la selección no era tan llamativa y talentosa como la de 2004, pero con poco ha sido capaz de ganar una Eurocopa. Y si alguien puede estar contento es el héroe inesperado, un jugador que, normalmente, no habría tenido minutos, que si está en la selección es solo porque la nómina de delanteros de la que dispone el seleccionador es mínima. Éder fue un héroe por accidente.

El delantero, recientemente contratado por el Lille después de un paso sin trascendencia por el Swansea, poco talentoso, sin un palmarés destacado y con pocas virtudes. Un tipo que nadie esperaba que apareciera, pero que lo ha hecho para convertirse en un héroe. Un jugador que no esperaba ser leyenda en un país, como esa persona que sin ser demasiado guapa o simpática, te fascina sin saber como.

Ronaldo, por su parte, es el que mejor representaba el sentimiento de Portugal. De hecho, todas las plegarias tenían al madridista como protagonista. Pero el delantero no pudo volver a sacar su capa de superhéroe. Sus lágrimas fueron el claro reflejo de un país, que copiaron a su capitán, esperando una derrota más que probable. Pero esa derrota no llegó.

Las lágrimas de Cristiano

Mientras la estrella lusa era retirada en camilla, el Stade de France retumbaba. Sonaba La Marsellesa. Los portugueses estaban en silencio, sin saber que hacer ni que decir. Al igual que Ronaldo, ahogado en lágrimas en alguna sala de Saint Denis. Pero los minutos pasaban y Francia no daba con la tecla. 'A las armas', comenzaba a gritar la grada lusa, con una creciente fe en que su selección, menos brillante que muchas otras que fracasaron, consiguiera llevar a Portugal a la gloria de una vez por todas. La ilusión por volver a enamorarse resurgió

Las lágrimas por perder a Ronaldo se secaron para dejar paso a los ojos vidriosos de emoción. El final estaba cerca. La victoria era posible. Tan solo hacía falta un gol. Una vez más, la afición imitó a su capitán, que lloró como una magdalena una vez el árbitro señaló el final del partido. Pero esta vez de felicidad, como el novio que ve a su futura mujer vestida de blanco a la entrada de la iglesia por primera vez. Los portugueses no podía creerlo: eran campeones por primera vez en la historia.

En esa ocasión Ronaldo volvió a ser el referente sentimental para la grada. El capitán luso cogió la Copa con más rabia que nunca, como quitándose un peso de encima de muchos años atrás. Por fin, los portugueses conocieron a ese alguien que cura las heridas de los amores fracasados en un tiempo pasado. Porque el amor llega cuando menos te lo esperas.

Dicen que el amor te llega cuando menos te lo esperas. Es popularmente dicho que en esa época en la que no apetece conocer a tu media naranja, llega esa persona que te vuelve loco, que te fascina. De la que te enamoras. Algo parecido le ha sucedido a la afición de Portugal. Cuando aquella fantástica selección de 2004 con jugadores que emocionaban al mundo no logró imponerse a Grecia, los portugueses pensaron que no se enamorarían otra vez. Que no estarían tan cerca de la felicidad como en aquella ocasión.

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