"Los pájaros dispararon a las escopetas": Maradona, Valdano y el Madrid-Nápoles "dentro de un cementerio"

"Jugar sin público es jugar adentro de un cementerio". Diego Armando Maradona, capitán del Nápoles, resumió con su habitual locuacidad cómo iba a ser el primer enfrentamiento entre los partenopeos y el Real Madrid, en la Copa de Europa de 1987. Fue en septiembre de ese año en el Santiago Bernabéu. Y a puerta cerrada como consecuencia de la sanción que recibieron los blancos por los hechos acontecidos en las semifinales del año anterior frente al Bayern de Múnich. El más grave, el pisotón de Juanito a Matthäus.

Aquella Copa de Europa de los 80 y hasta 1995, antes de convertirse el formato en la actual Liga de Campeones, era un torneo disputado en exclusiva por los campeones de las respectivas Ligas. Nápoles había entrado en ebullición unos meses antes, sin necesitar al Vesubio, tras conseguir el primer Scudetto de su historia gracias a Maradona, capitán e ídolo ungido a la categoría de patrón de la ciudad junto a San Gennaro.

El silencio del Bernabéu

El sorteo era puro, no con los bombos actuales, y por eso fue posible que se diera un enfrentamiento de tal envergadura en la primera fase. El Madrid ya contaba en sus filas con La Quinta del Buitre, rápidamente acogidos por los veteranos y la gran esperanza de los blancos para alzar la Copa de Europa. El trauma era ya real tras dos décadas de sequía, desde que ganaron la sexta en 1966.

Emilio Butragueño definió aquel partido como uno "de patio de colegio" por la ausencia de público; sólo la prensa y los directivos pudieron acceder al estadio en un día en el que se escuchó todo. El primer partido europeo a puerta cerrada lo disputó el Madrid, pero no fue ese día. Ese honor le corresponde al Castilla, que jugó sin aficionados en Upton Park, en la vuelta de la primera ronda de la Recopa de Europa de 1980 frente al West Ham.

Los jugadores, habituados a los ensordecedores gritos de la afición, trabajaron el aspecto psicólogo. Leo Beenhakker, técnico del Real Madrid, optó por entrenar en los días previos en el Bernabéu para que los futbolistas se acostumbraran a jugar en silencio. De hecho, programó partidos amistosos frente a juveniles de la cantera.

La agresión a un periodista

Santillana también estuvo presente en ese día y recordó que "fue un partido de 11 amigos contra 11 amigos". En el banquillo estuvo Camacho, que se transformó en aficionado al no cesar sus gritos durante toda la noche. El vocabulario, a pesar de la presencia de prensa y no de público, fue el mismo que el de un día normal. Era un día más en la Copa de Europa.

El Madrid venció 2-0 gracias a los goles de Tendillo y de Míchel. Pero hubo un nombre que destacó por encima del resto, Chendo, actual delegado blanco. Lateral derecho, y defensor noble, su objetivo fue marcar a Maradona y cumplió a la perfección. Incluso se tomó el lujo de hacerle un caño, algo que Valdano definió con su elocuencia habitual: "Los pájaros dispararon a las escopetas".

Tres décadas más tarde, el Nápoles regresó al Bernabéu, que esa vez sí contó con público. Incluso con el italiano, ya que se desplazaron 10.000 napolitanos a pesar de que la mayoría no contaban con entrada. Maradona fue protagonista en esta ocasión, porque agredió a Ángel García, periodista de la Cope, cuando lo abordó para entrevistarlo en su llegada a su hotel en Madrid. Antes de que pasar por la capital de España, Ancelotti y los suyos tendrán que visitar el antiguo San Paolo, donde La Quinta vivió de primera mano el comportamiento de los tifosi.