Es noticia
El Barça golea al ritmo que marca Iniesta y garantiza un Clásico con morbo
  1. Deportes
  2. Fútbol
PIQUÉ MARCA EN MÁLAGA Y SE LO DEDICA A MILAN

El Barça golea al ritmo que marca Iniesta y garantiza un Clásico con morbo

Sufrió el Barça más de lo que apunta el marcador (2-4): el Málaga puede sentirse orgulloso. Pero Iniesta no estuvo por la labor de que su

Foto: El Barça golea al ritmo que marca Iniesta y garantiza un Clásico con morbo
El Barça golea al ritmo que marca Iniesta y garantiza un Clásico con morbo

Sufrió el Barça más de lo que apunta el marcador (2-4): el Málaga puede sentirse orgulloso. Pero Iniesta no estuvo por la labor de que su equipo se privara de unas semifinales de Copa ante el Real Madrid, por más que Joaquín y Santa Cruz se empeñaran en contestar los dos primeros goles azulgranas. Así que el manchego, bien arropado por Cesc, condujo al Barça a una goleada en la que Messi, por una vez, sólo tuvo que ver con el último gol.

Y eso que por momentos en La Rosaleda sobrevoló el fantasma de la eliminatoria de 2010 ante el Sevilla, cuando el Barça quedó apeado preso de su desatino ante la portería de Palop. Los de Pellegrini, bien plantados y siempre agresivos en la presión, tuvieron en Kameni un buen aliado y en el punto de mira extraviado de Messi una ventaja. Hasta la madera estuvo de su parte.

Pero el partido del Málaga no se puede entender desde la fortuna. Este equipo crea fútbol con mayúsculas y exigió lo mejor al Barça para garantizarse un puesto en unas semifinales más que morbosas. Tiene el Madrid ante sí la posibilidad de desquitarse de los 15 puntos de la Liga y enjugar un tanto la mala imagen de una temporada en la que ahora parecen despertar. Eso será la próxima semana. Antes, la noche dejó un partido de fútbol de altos vuelos.

Las alineaciones destilaban el aroma de las grandes noches. Barça y Málaga habían optado por lucir lo mejor de cada casa -con la excepción de Pinto, claro está- para estar a la altura de las expectativas: unas semifinales de Copa nada más y nada menos que ante el Real Madrid. La ocasión, por tanto, lo merecía. El pitido inicial descorchó un partido de fútbol delicioso, repleto de buen fútbol, goles y esa incertidumbre que deja en el aficionado un regusto de satisfacción que compensa lo intempestivo de la hora y el precio de de las entradas. 

No había hecho más que rebasar el reloj los diez minutos cuando el Barça, obligado a ganar, mandaba en el marcador. Una jugada por ruptura, donde Alves arrancó en un ligero fuera de juego, sirvió para que Pedro de cabeza abriera el marcador. El bajito y menudo canario marcó los tiempos como el mejor cabeceador para sorpresa de Messi y la zaga malacitana, que vio el remate con perplejidad. El Barça había hecho lo más difícil.

El Málaga, sin embargo, no es de los que tienen un respeto reverencial por ningún equipo en general -pregunte al Madrid- ni por el Barça en particular. Valga el empate de la ida (2-2) como demostración. Así que, acto seguido tras el gol de Pedro, se desnudó al Barcelona en una contra que inició con una mano de Camacho, todo hay que decirlo, pero que acabó con una maniobra rápida y certera de Joaquín ante Piqué en la frontal, que terminó con un disparo seco para mandar la pelota a la red. La estirada de Pinto fue inútil.

Como dos buenos boxeadores, de los mejores, Málaga y Barça intercambiaban golpes bailando con su estiloso juego de pies sobre un campo que más que un ring parecía una pista de patinaje. Demasiada agua, demasiados tacos cortos. Los artistas acababan por los suelos a cada arrancada. Dio igual, el espectáculo no se resintió en demasía.

Para que la emoción que derrochaba el partido no se fuera por el desagüe, Kameni dio un paso al frente y se plantó ante Messi como un gigante para desbaratar un par de acciones del argentino que otras noches habrían acabado en gol. También se alió el portero del Málaga con el larguero cuando, ya vencido, la madera escupió un remate a bocajarro de Iniesta.

Los primeros 45 minutos murieron entre filigranas de unos y otros y patadas más producto de la tensión que de la mala intención. Cuando pitó Mateu -mal en los dos goles- la grada rechistó con fastidio. Hubiese firmado seguir así 90 minutos. El partido lo merecía, desde luego.

Hasta que quiso Iniesta

Iniesta regresó al campo tan inspirado como acostumbra para poner un balón en el corazón del área a Piqué, que por un momento recordó a Zlatan Ibramovich bajando el balón con el pecho y rematando a gol con un disparo a la cepa del poste. Todo en un solo movimiento. Muchos delanteros habrían tenido problemas para hacer lo que hizo el zaguero azulgrana. La dedicatoria, por supuesto, fue para Milan.

Él hizo zozobrar al Málaga, que se vio superado por un Barça que por momentos pareció que iba a firmar una goleada. Hasta tres ocasiones claras mandaron al limbo. Mal asunto, sobre todo tratándose de la Copa y de este Málaga de fe inquebrantable, que se sostuvo como pudo. 

De ese acto de fe, de un error del Barça y también del árbitro nació el empate. Si Messi no logró a embocar una clara ocasión ante Kameni, el árbitro tampoco vio el pisotón de Wellington que precedió al contragolpe que terminó con el gol de Roque Santa Cruz. De la expulsión al gol, esa fue la delgada línea roja que obvió Mateu. Tampoco tuvo mucho el Barça de qué quejarse con lo que había fallado.

El gol del Málaga no se interpuso en el camino de Iniesta, que se deslizó por el campo moviendo a su equipo a un compás tan fino y elegante como letal. De sus botas nació el 2-3 que mataba al Málaga y la eliminatoria. La jugada fue una obra de arte entre Andrés y Cesc, que el manchego culminó batiendo a Kameni colándole la pelota por debajo de las piernas. El mazazo dejó noqueado al Málaga, que vio cómo Messi, con el punto de mira mal calibrado toda la noche, los remataba con el cuarto. Ahí murió todo. Hasta Roura cambió al argentino, que parecía fatigado. Mejor no arriesgar: el Real Madrid espera a la vuelta de la esquina.

Incidencias: Partido correspondiente a la vuelta de los cuartos de final de la Copa del Rey disputado en el estadio de La Rosaleda ante 30.000 espectadores.    

Sufrió el Barça más de lo que apunta el marcador (2-4): el Málaga puede sentirse orgulloso. Pero Iniesta no estuvo por la labor de que su equipo se privara de unas semifinales de Copa ante el Real Madrid, por más que Joaquín y Santa Cruz se empeñaran en contestar los dos primeros goles azulgranas. Así que el manchego, bien arropado por Cesc, condujo al Barça a una goleada en la que Messi, por una vez, sólo tuvo que ver con el último gol.

Andrés Iniesta