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Árbitros, mentiras y pobres de espíritu
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Árbitros, mentiras y pobres de espíritu

El tema arbitral vuelve a estar de moda, de manera lamentable, por cierto. Según avanza la temporada, los nervios aparecen, muchos ven cómo sus proyectos se

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Árbitros, mentiras y pobres de espíritu

El tema arbitral vuelve a estar de moda, de manera lamentable, por cierto. Según avanza la temporada, los nervios aparecen, muchos ven cómo sus proyectos se tambalean, que sus jugadores fallan más de la cuenta y tienen que buscar justificaciones de cualquier tipo. Y qué más fácil y mejor que señalar a uno, al que juzga en décimas de segundo lo que otros, me incluyo, no sabe apreciar después de veinte repeticiones a cámara lenta. El fútbol es así de cruel y mejor buscar el argumento fuera de casa, que hacerlo con los tuyos y analizando el motivo por el cual no llegan los resultados esperados. Los fallos de los árbitros existirán y nunca desaparecerán del fútbol. Los errores son inevitables porque van con las personas, con la condición humana y los que pitan en España no son peores que los del resto del mundo. Por eso me sorprende que muchos vean campañas orquestadas, errores condicionados o decisiones intencionadas. Y más cuando el que hace mención a ellas es un profesional y no un directivo.

 

Aunque muchos no lo crean, todas las actuaciones arbitrales son revisadas. Cada partido es un examen para cada miembro del colectivo. Así, el asistente que se tragó el clamoroso fuera de juego de Mata (Sánchez Santos), en el gol que dio la victoria al Espanyol ante el Valencia el pasado domingo, verá el fútbol desde la grada durante el próximo mes, sanción que nunca será pública como tampoco lo fueron las dos semanas que Undiano Mallenco se quedó en la nevera por no expulsar a Gurpegi cuando derribó al Kun al principio de Liga o cuando Ramírez Domínguez se equivoca en el Villarrea-Atlético y es castigado otros quince días. Sanciones o castigos así no son nada comunes cuando un jugador o entrenador falla de manera clara.

 

Las temporadas son largas, muchos los partidos y los errores se suelen repartir entre todos y para todos. Por eso duele cuando Guardiola se acerca al vestuario del árbitro, o cuando Mourinho saca una lista con los errores arbitrales de un determinado partido, o cuando Emery dice que al árbitro se le tenía que caer la cara de vergüenza al ver las imágenes por la tele de un penalti no pitado sobre Zigic. Lo cierto es que los tres perdieron una gran ocasión de quedarse callados, de mostrar más respeto por los colegiados. Miren si no lo sucedido hace unos seis días con el penalti no cometido de Abidal a Juanlu o el citado gol de Mata. Y el portugués comprobará, dentro de poco, cómo los fallos se mueven en todas las direcciones. Seguro.

 

El problema se multiplica cuando es la prensa la que hace suya la bandera de la protesta contra los árbitros y se termina creyendo la teoría de las persecuciones. Lamentable y sin argumentos de peso. Sé que en algún periódico se ha movido un balón en una foto para provocar un fuera de juego. ¿Lícito? En absoluto, pero es que todo vale con tal de dar satisfacción a unos pocos, dirigentes, y engañar a muchos, los lectores. Me gustaría ver otras ligas o si la clasificación sería así tras analizar al detalle los fallos de los delanteros o porteros. ¿Se lo imaginan? No se atreven porque criticar a los árbitros es gratuito. No cuesta.

El tema arbitral vuelve a estar de moda, de manera lamentable, por cierto. Según avanza la temporada, los nervios aparecen, muchos ven cómo sus proyectos se tambalean, que sus jugadores fallan más de la cuenta y tienen que buscar justificaciones de cualquier tipo. Y qué más fácil y mejor que señalar a uno, al que juzga en décimas de segundo lo que otros, me incluyo, no sabe apreciar después de veinte repeticiones a cámara lenta. El fútbol es así de cruel y mejor buscar el argumento fuera de casa, que hacerlo con los tuyos y analizando el motivo por el cual no llegan los resultados esperados. Los fallos de los árbitros existirán y nunca desaparecerán del fútbol. Los errores son inevitables porque van con las personas, con la condición humana y los que pitan en España no son peores que los del resto del mundo. Por eso me sorprende que muchos vean campañas orquestadas, errores condicionados o decisiones intencionadas. Y más cuando el que hace mención a ellas es un profesional y no un directivo.