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"Te vas a matar por intentar lo imposible". Riccardo Paletti o la crueldad en la Fórmula 1
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UNA TEMPORADA TRAGICA

"Te vas a matar por intentar lo imposible". Riccardo Paletti o la crueldad en la Fórmula 1

En la edición del año pasado del Gran Premio de Canadá, se cumplieron 40 años del fallecimiento del piloto italiano. Ejemplo de una época terrorífica y cruel por su peligrosidad

Foto: El circuito Villeneuve, del Gran Premio de Canadá. (EFE/EPA/Valdrin Xhemaj)
El circuito Villeneuve, del Gran Premio de Canadá. (EFE/EPA/Valdrin Xhemaj)

En 1982, por vez primera, el circuito de la Isla de Notre Dame, sede desde 1978 del Gran Premio de Canadá, adoptó el nombre de Gilles Villeneuve. El piloto de Quebec y gran héroe deportivo nacional, había perdido trágicamente la vida apenas dos meses antes en la prueba de Bélgica. No podía haber peor forma de estrenar la nueva denominación que con otro fallecimiento de un piloto, pero tristemente esto es lo que ocurrió. Riccardo Paletti cumplía su sueño de participar en su primera carrera como piloto de Fórmula 1, pero no pasó de la línea de salida. El Osella del joven italiano impactó de forma brutal su coche con el Ferrari de Didier Pironi, autor de la pole position, pero cuyo motor caló en la arrancada.

Aquel domingo, 13 de junio, la Fórmula 1 recordó de nuevo lo peligrosa que era y, al mismo tiempo, lo extremadamente cruel que podía llegar a ser. Riccardo Paletti era el piloto más feliz del paddock y, segundos después de iniciar la carrera, sufrió el accidente que le supondría la vida. Habían venido de Italia sus padres y amigos a Canadá para celebrar juntos su veinticuatro cumpleaños. Pero había algo más importante aún que celebrar: el sueño de haber conseguido por primera vez un lugar en la parrilla de salida. Hablamos de una época en la que varios pilotos se quedaban con la miel en los labios y superar el corte y ser uno de los 24 elegidos para participar en la carrera ya era un triunfo en sí mismo.

Una tormenta perfecta

El fallecimiento de Paletti, como suele suceder en estos casos, fue esa típica tormenta perfecta que va encadenando fatalidades hasta llegar a la tragedia. De entrada, las luces del semáforo de salida tardaron un tiempo inusualmente largo en ponerse en verde. Esto influyó en el problema mecánico del coche del poleman, Didier Pironi. El francés levantó las manos para señalar las dificultades que notó en el motor de su Ferrari, pero ya era demasiado tarde. El director de carrera se dio cuenta de la situación de Pironi cuando cambió las luces a verde. No había tiempo de reacción. Milagrosamente, todos los coches iban esquivando al Ferrari clavado en la pista, pero Paletti, que venía a rebufo de Boesel, no pudo. Se estrelló a 180 km/h contra la caja de cambios del coche de Pironi.

Debido a la brutalidad del impacto, Paletti sufrió graves lesiones en el pecho y yacía inconsciente en su automóvil. Estaba vivo pero con el pulso muy débil. Para complicar más las cosas, la gasolina derramada de su coche se prendió y convirtió al Osella en una enorme bola de fuego. La inhalación de gases y la falta de oxígeno resultó fatal en una situación ya de por sí desesperada. La extracción del monoplaza, una vez apagado el fuego, se demoró unos interminables 25 minutos. Llegó al hospital de Montreal sin vida. Según el jefe médico del circuito, Jacques Bouchard, las heridas iniciales sufridas en el pecho y el estómago con una aorta desgarrada eran de tal gravedad, que ni de haber sido operado al momento del accidente se habría salvado.

Riccardo Paletti llegó a la Fórmula 1 un poco verde, pero demostró aprender muy rápido. Con un aspecto físico más cercano al de un opositor a notarías que al de un piloto de carreras, era un deportista consumado. Antes de debutar en los coches, el joven Riccardo fue campeón italiano de kárate y miembro del equipo olímpico de esquí. Una de las personas que mejor le conocía en el paddock era Mike Earle, su antiguo jefe de equipo en Fórmula 2, que luego fundaría el equipo Onyx de Fórmula 1. "Cuando me lo presentaron, -explicaba Earle hace años en una entrevista- me pareció el típico chico de familia rica italiana. Pero rápidamente me di cuenta de que era alguien especial. Le dije que tenía que mejorar su inglés y en apenas tres meses pasó de hablarlo horrible a hacerlo perfecto. Puso una dedicación en su preparación técnica y física que no había visto nunca antes en ningún piloto. Sentí con mucho dolor su fallecimiento".

Y es que Mike Earle estaba presente aquel fatídico día en Montreal como responsable del equipo March privado de Emilio de Villota. El piloto español y el italiano formaban parte del grupo que peleaba con dureza por entrar en parrilla y el fallecimiento del italiano en el circuito Gilles Villeneuve, influyó de forma decisiva para que de Villota tirara la toalla justo al siguiente Gran Premio. El italiano había quedado por detrás del español en la primera sesión clasificatoria, pero en la segunda sacó de la parrilla en el último suspiro al Madrileño y al alemán Manfred Winkelhock. Pueden imaginar la sensación de ambos pilotos, al ver que Paletti ocupaba un puesto que perfectamente podría haber sido el suyo y como consecuencia, ser ellos y no el italiano quien impactara fatalmente contra el Ferrari de Pironi.

La guerra de neumáticos

En esa temporada 1982, con el cambio de proveedor de neumáticos de Ferrari, que pasó de Michelin a Goodyear, la guerra entre los dos fabricantes se recrudeció de tal manera, que en su alocada carrera tecnológica, sólo tenían capacidad de suministrar a los equipos más poderosos. Para añadir más sal a la herida de los participantes menos pudientes, empezaron a usarse los neumáticos de clasificación y como consecuencia las diferencias empezaron a ensancharse en la parrilla. Por este motivo, las marcas Pirelli y Avon aprovecharon el vacío que dejaron Michelin y Goodyear y empezaron a suministrar sus ruedas a las escuderías más modestas. El problema es que aunque a diferente escala, también daban trato de favor a algunos equipos o pilotos. Básicamente, a aquellos que veían que podían darle más opciones de formar parte de los clasificados para participar en el Gran Premio.

Era un entorno muy poco propicio para que un piloto con poca experiencia diera los primeros pasos en Fórmula 1. A pesar de ello, en apenas cinco carreras, Paletti pasó de estar en las primeras carreras a un mundo de su compañero de equipo, el experimentado Jean Pierre Jarier, a rodar prácticamente en sus tiempos. Pero la película de terror se repetía carrera tras carrera. Si no entrabas en la lotería del reparto de los mejores neumáticos, te iban mandando hacia abajo en la hoja de tiempos. Pirelli que era quien suministraba a Osella, sólo podía dar como mucho un juego a Jarier y casi siempre lo necesitaba, si no quería quedarse fuera de la parrilla.

En Canadá, Paletti por fin tuvo acceso a neumáticos pata negra y, gracias a ello, logró su sueño de entrar en la parrilla. Pero la angustia de entrar o no en la mencionada lotería de las ruedas de clasificación, obligaba a los pilotos a asumir en el proceso unos riesgos terroríficos con unos coches y circuitos nada preparados para asumirlos. El Osella de Paletti, por ejemplo, aún no disfrutaba del gran avance a nivel de resistencia a impactos, que supuso la introducción un año antes de la fibra de carbono. Por increíble que parezca, los pies de los pilotos todavía iban por delante del eje delantero. En definitiva, un cóctel letal que se cobró en una temporada la vida de Gilles Villeneuve y Riccardo Paletti, pero que provocó también la retirada definitiva de pilotos como Didier Pironi o Jochen Mass.

Mike Earle, después de ver como su antiguo pupilo perdía la vida de una forma tan dolorosa, tuvo arranque de honestidad brutal y una semana después en el Gran Premio de Holanda le dijo al que era su piloto Emilio de Villota: "En cuanto han puesto neumáticos de clasificación los demás, estás sin ninguna opción. Creo que estás frenando más tarde que nadie en la curva de Tarzán y veo que te vas a matar por intentar algo que es imposible. Después de lo de Riccardo (Paletti) me voy a sentir responsable si no te digo que estamos perdiendo el tiempo". La cara más cruel de la Fórmula 1.

En 1982, por vez primera, el circuito de la Isla de Notre Dame, sede desde 1978 del Gran Premio de Canadá, adoptó el nombre de Gilles Villeneuve. El piloto de Quebec y gran héroe deportivo nacional, había perdido trágicamente la vida apenas dos meses antes en la prueba de Bélgica. No podía haber peor forma de estrenar la nueva denominación que con otro fallecimiento de un piloto, pero tristemente esto es lo que ocurrió. Riccardo Paletti cumplía su sueño de participar en su primera carrera como piloto de Fórmula 1, pero no pasó de la línea de salida. El Osella del joven italiano impactó de forma brutal su coche con el Ferrari de Didier Pironi, autor de la pole position, pero cuyo motor caló en la arrancada.

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