Es noticia
No hay desahogo para Carlos Sainz: la Fórmula 1 está obligada a profesionalizar sus comisarios
  1. Deportes
  2. Fórmula 1
SONORO PORTAZO A FERRARI

No hay desahogo para Carlos Sainz: la Fórmula 1 está obligada a profesionalizar sus comisarios

El papelón de la FIA desestimando la apelación a la sanción de Sainz, deja en evidencia más que nunca, que el deporte no puede estar en manos de tanta inconsistencia y arbitrariedad

Foto: Imagen del momento en que, tras la salida en parado a dos vueltas del final, el monoplaza de Sainz toca el de Alonso. (Twitter/FIA)
Imagen del momento en que, tras la salida en parado a dos vueltas del final, el monoplaza de Sainz toca el de Alonso. (Twitter/FIA)

Era previsible que no se revocara la penalización a Carlos Sainz, como consecuencia de su golpe con Fernando Alonso poco después del reinicio final de la carrera. Pese a que la apelación es un derecho que se otorga a los equipos en caso de aparición de nuevas evidencias, ya se sospechaba, que la sanción que supuso que el piloto español pasara del cuarto al duodécimo puesto, no iba a moverse. Más allá de la solidez de los argumentos aportados por Ferrari para la revisión de su caso, parece claro que el principal motivo para dejar las cosas, como estaban, era que la FIA no abriera un peligroso melón. Un precedente que con seguridad tendría implicaciones a futuro.

Era lógico que Ferrari reclamara. Incluso a sabiendas de que iba a ser difícil que esas nuevas evidencias fueran tomadas como tal. Era necesario demostrar tanto a sus seguidores como a los miembros de su equipo que no se quedan callados ante lo que se entiende como un atropello lleno de arbitrariedad. La sanción, que motivó que Carlos Sainz pasara del cuarto al duodécimo puesto, podría ser justa en determinadas circunstancias, pero la excesiva severidad del castigo y la ausencia de conocer las alegaciones del piloto, supone un claro agravio respecto a situaciones similares del pasado y del mismo momento de la carrera.

La audiencia, en relación con la revisión del incidente de Sainz, contó con la presencia de Frederic Vasseur, del director de carreras Laurent Mekkies y del propio Carlos Sainz. Los tres elementos calificados como nuevas pruebas significativas, fueron la telemetría del coche, la declaración de los testigos de Sainz y las declaraciones de pilotos como Fernando Alonso en las entrevistas realizadas al terminar la carrera. Pero los comisarios decidieron que todo lo aportado no cambiaba nada sobre los elementos tenidos en cuenta en el momento inicial de la decisión.

"Respetamos el proceso y la decisión de la FIA", afirmó Vasseur al conocer el veredicto. Pero en el aire seguía sin responderse a su pregunta sobre las diferentes varas de medir en las decisiones. Por qué esperar a escuchar a un piloto antes de emitir una sanción en ocasiones y aquí no. El contraste con el proceso en el enfrentamiento entre los pilotos de Alpine, Esteban Ocon y Pierre Gasly es notorio. Y qué decir de la acción del piloto de Williams Logan Sargeant chocando por detrás al AlphaTauri de Nyck de Vries que ni siquiera se investigó.

La necesaria profesionalización

Es cierto que es imposible reflejar toda la posible casuística en un reglamento, porque dejaría pequeño al Espasa-Calpe. Es inevitable que haya, por tanto, una cierta discrecionalidad y una aplicación de la norma basándonos en el mejor criterio de los comisarios. El problema surge cuando las contradicciones y arbitrariedades empiezan a resultar escandalosas y frecuentes. Y esto al final es lo que de verdad debe de extraerse como lección en este caso: Ha llegado el momento de la necesaria profesionalización. No es nada fácil la labor de un director de carrera y de los comisarios deportivos, pero a menudo ellos mismos se ve que son sus peores enemigos, pegándose incomprensibles tiros en el pie.

Es una discusión recurrente, desde hace años, que la labor de los comisarios debía estar regulada de forma profesional. Resulta bastante incomprensible que uno de los deportes más tecnificados y profesionalizados del mundo, tenga un cuerpo arbitral amateur. Y no se interprete lo de amateur como un insulto o desdén hacia ellos, más bien al contrario. Para llegar a ser oficial de las competiciones internacionales de la FIA, hay que tener un bagaje descomunal detrás, habiendo realizado labor arbitral en miles de carrera. Y salvo unas pequeñas dietas, toda esa labor está hecha por amor al arte. Sin una pasión extraordinaria y un amor a este deporte sin límites, no se puede entender la figura de los comisarios deportivos en el automovilismo deportivo. Pero sin medios adecuados, estabilidad y coordinación necesaria, es igual de imposible realizar un trabajo tan complejo sin meter la pata a menudo. Parece obvio que la Fórmula 1 debería tener un colegio de comisarios deportivos permanente, bien formado, bien pagado y sobre todo alineado y consistente en sus decisiones.

Una medida con contraindicaciones

Sin embargo, hay varios motivos que hasta la fecha han impedido algo que parece bastante lógico se haya implementado. Desde siempre, trabajar en la Fórmula 1 fue el principal ‘premio’ anual a los comisarios locales. Su momento de gloria después de haberse fajado a lo largo de la temporada en las carreras nacionales. Si la FIA creara un cuerpo único, muchas Federaciones Nacionales con razón iban a sentirse agraviadas si no tuvieran miembros de su país en ese colegio permanente. Y no es una cuestión sólo patriótica, sino que se trata de un elemento clave para la posterior formación de todos esos oficiales imprescindibles para la realización de sus carreras.

Luego hay otro problema importante que ya advirtió en su momento Bernie Ecclestone. La formación de un grupo de comisarios deportivos permanente, acaba provocando que formen ‘parte del paisaje’. Al final, un mismo grupo de gente que viaja a las carreras es inevitable que desarrolle afinidades o rechazos entre los pilotos o jefes de equipo. Inevitablemente, al perder cierto anonimato, también serán cuestionadas con fiereza sus decisiones en la selva de las redes sociales. Será inevitable que se cuestione el peso de representación determinados países, en especial cuando tengan que decidir sobre cuestiones de pilotos con los que comparten nacionalidad. Y ojo, no necesariamente porque obren a favor, sino porque a veces son más duros con sus compatriotas que con el resto, por el afán de evitar que se dude de su neutralidad.

Y finalmente, como no podía ser de otra forma, está también la cuestión del dinero. Tener un colegio de oficiales profesionales en Fórmula 1 viajando por el mundo y bien remunerados no es barato. Y por supuesto, la FIA no va a ser la que del paso adelante para pagar la cuenta. Desde la sede de la Plaza de la Concordia en París, dirán que si aceptan la exigencia del promotor de la Fórmula 1, que vayan abriendo el monedero, porque ellos no tienen por qué pagarlo. Y no les falta razón, porque además se necesita un grupo de gente mucho más numeroso de lo que a priori se piensa. Y no hay que olvidar tampoco, que el calendario actual es tan extenso que sería imprescindible ir haciendo rotaciones.

Es un problema mucho más complejo de lo que parece a simple vista. Pero es obvio que todo el esperpento vivido en el Gran Premio de Australia obliga a la FIA y a Liberty a sentarse y buscar soluciones. No puede ser que haya más banderas rojas en una sola carrera que en toda una década de Fórmula 1. No es admisible tampoco provocar más problemas de seguridad de los que se pretende evitar, aferrándose lecturas literales o ventajistas del reglamento. Y por supuesto, el ‘Caso Sainz’ demuestra que la arbitrariedad y la inconsistencia en la toma de decisiones ha alcanzado cotas inaceptables. El amateurismo debe dejar paso a la profesionalidad ya.

Era previsible que no se revocara la penalización a Carlos Sainz, como consecuencia de su golpe con Fernando Alonso poco después del reinicio final de la carrera. Pese a que la apelación es un derecho que se otorga a los equipos en caso de aparición de nuevas evidencias, ya se sospechaba, que la sanción que supuso que el piloto español pasara del cuarto al duodécimo puesto, no iba a moverse. Más allá de la solidez de los argumentos aportados por Ferrari para la revisión de su caso, parece claro que el principal motivo para dejar las cosas, como estaban, era que la FIA no abriera un peligroso melón. Un precedente que con seguridad tendría implicaciones a futuro.

Ferrari Carlos Sainz Fórmula 1