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Imola y la 'traición' de Pironi a Villeneuve: así estropea la realidad una buena leyenda
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MITOS HISTÓRICOS DE FERRARI

Imola y la 'traición' de Pironi a Villeneuve: así estropea la realidad una buena leyenda

Este pasado fin de semana se cumplía en el mismo escenario el 40 aniversario de una de las polémicas más legendarias de la historia de la Fórmula 1 y de las que más se ha escrito

Foto: Gilles Villeneuve en el Gran premio de Imola en 1982 (Goodyear)
Gilles Villeneuve en el Gran premio de Imola en 1982 (Goodyear)

Los hechos oficiosos son bien conocidos en uno de los grandes dramas de la historia de la Fórmula 1. En 1982, en Imola, los pilotos de Ferrari tenían un pacto: si rodaban primero y segundo en pista, darían un poco de show sin ir a tope para preservar la mecánica y terminarían primero Gilles Villeneuve y segundo Didier Pironi. En la última vuelta, Pironi desobedece las órdenes y gana traicionando a Villeneuve. El canadiense promete no volver jamás a hablar a su compañero de equipo y, tratando de vengar la afrenta del francés, dos semanas después, en Bélgica, pierde la vida en un terrible accidente. Pero la realidad fue otra.

De no haber fallecido Villeneuve, esta historia habría tenido un recorrido menos legendario y habría terminado como uno más de tantos encontronazos entre compañeros de equipo a lo largo de la historia. Pero el canadiense era sin duda alguna el piloto más admirado de la Fórmula 1 por sus propios compañeros y, desde luego, por los tifosi y los Ferraristas de todo el mundo.

Foto: Lewis Hamilton y Fernando Alonso se conocen a la perfección. (EFE/Hamad I Mohammed)

En el Gran Premio de Estados Unidos de 1979, en una sesión intrascendente bajo una fuerte lluvia, Villeneuve fue ¡once segundos más rápido!, que el siguiente piloto, provocando que el siempre elocuente Jacques Laffite dijera de él: “Miradle, no es como el resto de nosotros, el es de otro planeta”. Pero esa hazaña también revelaba al mismo tiempo una de las principales debilidades del mito canadiense. Qué necesidad había de arriesgar tantísimo en una sesión bajo el agua sin importancia. Sin embargo, Villeneuve era todo pasión y cero cálculo.

Todos los pilotos de aquella época que coincidieron con el, recordaban su formar de ser libre de prejuicios y llena de ingenuidad. Sólo le importaba demostrar que era más rápido que los demás y demostrarles que estaban equivocados allí donde todos lo creyeran imposible. En un mundo donde no puedes fiarte ni de tu sombra, esa forma de ser claramente iba a jugarle malas pasadas.

Pero volvamos a aquel fin de semana de abril de 1982 en Imola. El Gran Premio contaba con una parrilla bastante diezmada a consecuencia de la guerra entre la FIA (Federación Internacional de Automovilismo)y el sindicato de constructores liderado por Bernie Ecclestone. Sólo los Renault y los Ferrari tenían opciones reales de victoria. Los coches franceses eran endiabladamente rápidos pero muy poco fiables, mientras que los italianos eran muy ‘bebedores’ de gasolina y no podían ir toda la carrera a tope so pena de arriesgarse a no llegar a meta. Por tanto, tenía cierto sentido dar por descontado que si los Renault abandonaban los pilotos de Ferrari asegurarían el doblete con unas órdenes de equipo claras y nítidas.

No hubo desobediencia

Y aquí viene la primera realidad que desmonta el primer mito: Pironi no rompió ninguna orden de equipo. Nunca las hubo. De haber existido estas órdenes, el propio Enzo Ferrari habría dado una tremenda reprimenda a Pironi por haber arriesgado un doblete y desobedecer una orden. Es llamativo que después de aquella traición o desobediencia hubiera silencio absoluto por parte del Commendatore o de Marco Piccininni, el jefe de equipo en la época.

Tema diferente era que Villeneuve se fiara de la palabra dada por Ferrari de que si el canadiense escoltaba a Jody Scheckter en 1979 asegurando el título mundial en lo sucesivo, el líder del equipo sería él. Aunque Villeneuve era el piloto preferido del ‘Commendatore’ la realidad es que a Enzo Ferrari siempre le gustó encizañar a los pilotos y a los técnicos de su equipo para mantenerlos en tensión. Y esta ocasión no fue una excepción.

El segundo mito desmontado por la realidad es que Gilles Villeneuve iba poco menos que de paseo y que, desprevenido, Didier Pironi le robó la cartera. Esto pudo ser así hasta tres vueltas del final, pero no te sales de pista, (como le ocurrió al canadiense en la curva de Rivazza) a menos que vayas al límite. Gilles ya tuvo muestras de sobra en esos últimos giros para adivinar que Pironi iba a por todas y para colmo, la pizarra desde el muro de boxes era tan confusa que hasta decía ‘mantener posición’ ¡en el momento que Pironi iba por delante!.

placeholder Gilles Pironi (hijo de Didier), tiene ese nombre en homenaje a Villneuve y hoy trabaja como ingeniero en la Fórmula 1 ( EFE EPA / Frank Augstein )
Gilles Pironi (hijo de Didier), tiene ese nombre en homenaje a Villneuve y hoy trabaja como ingeniero en la Fórmula 1 ( EFE EPA / Frank Augstein )

Un gran piloto subestimado

En 1982, Pironi era un piloto totalmente distinto al que tuvo Villeneuve como compañero en 1981. El francés pasó de pilotar en 1980 un Ligier con un chasis excepcional y un dócil motor Ford Cosworth a conducir una bestia ingobernable con un impredecible motor turbo. Aquel 126CK con el que Gilles ganó la mítica última carrera en el Jarama se adaptaba mucho mejor a su exhuberante estilo de pilotaje que al del piloto francés. La temporada de aprendizaje dio sus frutos y en su segundo año, con un chasis diseñado por Harvey Postletwaithe y un motor mucho más conducible, de repente Pironi ya era capaz de rodar al ritmo de Villeneuve. Esto sin duda desconcertó mucho al canadiense.

Como acertadamente dijo el legendario ingeniero de Ferrari Mauro Forghieri, “No supimos valorar a Pironi al dar por hecho que teníamos con Villeneuve al mejor piloto del mundo y resultaba, que como al principio siempre quedaba detrás de él, no nos dimos cuenta que teníamos quizá al otro mejor piloto de la parrilla a su lado”. Baste decir que en el momento fatídico del accidente que costó la vida a Villeneuve en Zolder, la igualdad entre ambos era tal que Pironi era en esos momentos una décima más rápido que el canadiense. Esa mínima, pero reveladora ventaja, contribuyó aún más a que saliera poseído por el demonio a mejorar el tiempo de su ‘traidor’ compañero.

Pironi siempre se defendió diciendo que él no había traicionado a nadie, y le pesó terriblemente a nivel mental, que muchos le acusaran de haber sido el causante de la muerte de su coequipiero. Y aquí llegamos el tercer mito de la historia, totalmente peleado con la realidad. Incluso, aun en el caso de ser cierta la ‘traición’ de Pironi, el culpable del accidente nunca fue él. Jochen Mass cometió un error y se interpuso en el camino de Villeneuve y el propio piloto encendido, no llevaba margen de seguridad alguno. Si la cólera (justificada o no) te lleva a sobrepasar los límites, el culpable eres tú por no haber sabido dominar tu ira, nunca alguien con el que no compartes pista en ese momento.

Fallecido Villeneuve y liberado de su sombra, Pironi dio muestra de su enorme talla como piloto y empezó a encadenar buenos resultados que le catapultaron como principal favorito al título. Sin embargo, los fantasmas de la ‘traición’ de Imola y la posterior muerte de su compañero dos semanas después empezaron a cambiarle como persona, como recuerdan los miembros de su equipo en la época. De repente pasó de ser encantador a alguien arrogante, mostrando siempre una exagerada autoconfianza. Tanto era así que sufrió en el Gran Premio de Alemania un terrible accidente que puso fin a su carrera como piloto. Ocurrió en una sesión irrelevante bajo el agua en Hockenheim queriendo ‘machacar’ a sus rivales. Igual que Gilles.

Los hechos oficiosos son bien conocidos en uno de los grandes dramas de la historia de la Fórmula 1. En 1982, en Imola, los pilotos de Ferrari tenían un pacto: si rodaban primero y segundo en pista, darían un poco de show sin ir a tope para preservar la mecánica y terminarían primero Gilles Villeneuve y segundo Didier Pironi. En la última vuelta, Pironi desobedece las órdenes y gana traicionando a Villeneuve. El canadiense promete no volver jamás a hablar a su compañero de equipo y, tratando de vengar la afrenta del francés, dos semanas después, en Bélgica, pierde la vida en un terrible accidente. Pero la realidad fue otra.

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