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Pogačar domina el Giro de Italia y se exhibe con una remontada tras una dura caída
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Marcos Pereda

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Pogačar domina el Giro de Italia y se exhibe con una remontada tras una dura caída

El ciclista esloveno se sobrepuso a una caída para asaltar el liderato de la general en el Giro de Itaia. Pogačar, máximo favorito, desbanca al ecuatoriano Narváez tras esta jornada

Foto: El esloveno celebra la victoria. (Reuters/Jennifer Lorenzini)
El esloveno celebra la victoria. (Reuters/Jennifer Lorenzini)

Empezó el Giro de Italia, y empezó con sorpresa mayúscula, porque no gana Tadej los dos primeros parciales y no lleva ya siete minutos en la general. Empezó el Giro de Italia, y andan las apuestas (no apuesten, niños, nada bueno sale de ahí) pelín decantadas sobre quién vencerá en veinte días. Empezó y promete el asunto menos emociones que una peli de Isabel Coixet, menos incertidumbre que unas elecciones en el Real Madrid. Todo lo que no sea arrase total y absoluto de Tadej Pogačar será sorpresa mayúscula. El resto llegan a por migajas e imponderables. El resto van a verlas venir.

A verlas venir desde el principio. Etapa inicial. Sale y llega a Turín. Torino, si quieren, que viene muy a cuento, porque es el aniversario de Superga y todas esas cosas. Conocen ustedes a la perfección asunto, porque se lo habrán escuchado a Petón doscientas veces, así que les regaló el omitirlo. Otros no han tenido tal delicadeza. Digamos que es jornada inaugural curiosilla, porque tiene picante, porque juguetea con los capos. Se está poniendo de moda, esto, recuerden lo de Pike Bidea. Servidor prefiere un prólogo clasicote, pero también asumo que entre recorridos largos es más fácil llegar a tarifas.

Así que dar vueltas alrededor de Turín, con mucha imagen aérea, con mucho recuadro sobre este o aquel monumento. Destaca, para qué engañarles, la Mole Antonelliana. Destaca, digo, por fea, porque mira que es fea la Mole Antonelliana, mira que es horterísima la Mole Antonelliana, mira que destroza esa fondo con los Alpes, sí, la Mole Antonelliana. Los Alpes molan, los Alpes bellísimos, pero es que la Mole... Ah, no descarten que a estas alturas sea propiedad de Chris Froome, con el butrón que lleva.

Narváez, aparición sorpresa

En el Giro... pues hay un avispero chiquitín, la escuadra de Tadej hace más aguas que un yate diseñao por Juan del Val (seguro que también hace yates, el tío sabe de todo) y la cosa termina como todos ustedes sabían que iba a terminar... con los buenos de la mano al pie del repecho gordote. Diez a meta, ni eso, y rampas para abrir huequines. Y allí... ojo, porque hay sorpresón inmenso... allí ataca Tadej Pogačar. Pero es que a su rueda sale Jhonatan Narváez. Ese extraño elemento que es Jonathan Narváez, capaz de aguantar a los mejores un día, capaz de petardear cuando menos esperas.

Pero hoy tiene patas, Jonathan Narváez, y se le va poniendo cara de Thierry Marie, a Jonathan Narváez. El muro se llama San Vito, y no seré yo quien haga chistes de temblores y similar, porque llego tarde para eso. Otro arreón de Tadej, otra respuesta de Narváez. Más aun... es que por detrás enlaza Maximilian Schachmann, que llevaba perdidísimo desde casi la pandemia. Llegan los tres, solos, al Corso Moncalieri, y gana Narváez, y qué bien esta carrera para los ecuatorianos, tú, porque gana Narváez, y aun recuerdan a Carapaz.

Segundo hace Schachmann, tercero Pogačar. Es humano, está acabado, cambio de ciclo, que se retire, qué duro es verle así, con lo que fue. Etcétera. Diez segunditos a varios de los buenos, algunos más a otros como Quintana (entrando en competición), Pozzovivo (que pide una mantita, porque tiene fresco en las piernas) o Romain Bardet (incompresible). Por citar nombres grandes, oigan... Así quedaba la cosa. Con Narvaez de líder, con Tadej tercero. Sorpresón mayúsculo, llegó a escribir alguien, lo que da idea del nivel que tiene Pogačar. Sorpresón mayúsculo que no gane el gran favorito al rosa en... la primera etapa. Cosa de no creerse.

Pogačar, un rival temible

Es anticipar una masacre. Y el domingo... miren, los domingos son resaca, los domingos son catatonia, los domingos son tumbarse, un Getafe-Valencia (perfecto para dormirse) y amorrao al botellín. Eso son los domingos. Nada bueno, no, ocurre en domingo. Pónganme tranquilidad, porfi, los domingos. Y va el domingo, en Italia, y Oropa. Oropa. Igual no les suena, pero si tienen ustedes (aproximación) entre treinta y cincuenta años la palabra “Oropa” les acojona como a sus hermanos mayores la expresión "Martín Villa". Estremece "Oropa", si lo juntan con "Ugrumov" ya... más temblores que el Último Guerrero hasta el culo de pastillas (o sea, el Último Guerrero un día normal).

En Oropa se hizo Miguel humano, en Oropa probó Argentin los motores Ferrari, en Oropa casi ventila Giro un letón con calva modelo "Selección búlgara, Mundial 1994". Tú analizas y era imposible, tú analizas y lo tuvo todo medido Indurain. Pero él (ÉL) no tenía falencias, y aquellos nos cogió sorpresivamente. Oropa 1993 fue un "tenemos que hablar", un "me caes bien, pero". Bajón importante... con subidón al lustro. Porque por Oropa protagoniza Pantani exhibición marvelesca en su 1999 marvelesco.

Avería mecánica, se queda hasta de Cipollini, remonta a todos, humilla vilmente. Fue increíble, fue emocionante. Fue, también, falso, según sabemos ahora. ¿Más que el resto? No sabría decirles, porque con Pantani tengo sentimientos ambivalente. Marco hizo lo que hizo, pero también hizo lo que hizo. Y no olvido ninguna de las dos verdades... Así que allí llegaba el Giro. Hasta Oropa. Ah, Indurain y Pantani fueron los dos últimos en completar ese doblete Giro-Tour que ahora tiene Pogačar entre ceja y ceja. Por encuadrarles asunto...

(Vale, se ha llegado otras tres veces después de Pantani, pero es que me desgracia la comparación meter a tíos como Bruseghin, Battaglin o Dumoulin. Me desgracia la comparación y me mete una rima interna incomodísima, oigan). En fin, que ya saben cómo va el asunto. Que si escapada, que si nos jugamos el Intergiro, que si puertos chiquitines, que si trantraneando hasta Biella. Tira el equipo de Pogačar, que es como decir que no tira nadie. Es curioso, lo del equipo de Pogačar, porque en esta carrera si parece el equipo de Pogačar, en el sentido de correr "para" Pogačar y no "junto a" Pogačar, que es lo que hicieron algunos sospechosos habituales en, por ejemplo, Lieja.

Donde pone “sospechosos habituales” pueden escribir alegremente "Hirschi" o "Almeida". Y aquí no, aquí corren para su líder. Ocurre que andan nivel "Banesto-Giro-1994", y allí destacaba Santi Crespo, y aquí porque esta Majka... Tadej es el mejor ciclista del mundo y tiene un grupo de mariachis cubriendo espaldas. Igual por ahí alguno encuentra ideas para salvar los ciento catorce escalones que lo separan del esloveno...

Hay otra opción, pero en caídas no queremos ni pensar. Tuvo una, Pogačar, antes de empezar Oropa. Pinchazo, el coche que tarda, curva a derechas, va en llanta, al suelo. Muy despacito, ni raspón, pero ahí queda. Vuelve rápido al grupo, así que no busquen mímesis con Pantani, pero ahí queda. Y eso... meneito. Majka que acelera, Majka que abre gas, que prepara terreno. Majka que es el mejor gregario, quién te lo iba a decir, Rafal, quién te lo iba a decir.

placeholder El esloveno, en acción. (EFE/Luca Zennaro)
El esloveno, en acción. (EFE/Luca Zennaro)

Hasta que faltan, aproximadamente, unos cinco kilómetros y... explosión. Explosión de Pogačar, digo. Ataque seco, dos o tres que buscan rueda, dos o tres que aguantan diez metros, quince metros, O0Connor llega a los veinte, después se sienta, mira atrás, Pogačar se sienta, mira adelante. Se huele exhibición, se huele estacazo. ¿Sentencia? Pero si no es ni lunes. Los agoreros claman... Me aburro, qué previsible. Los agoreros preferían ataques de último kilómetro, los agoreros preferían lo que antes odiaron. Porque los agoreros son, sobre todo, gente triste. Y Pogačar hace feliz a todos.

Hay una línea quebrada de ciclistas persiguiendo a Tadej. No hace daño, Oropa, nos contaban hace la década. No hace daño, todos juntines, imposible. Y ahora de uno en uno. Luego se juntan y empiezan a guardar y guardar, pero antes iba todo quebrao. Se están quitando tantas caretas en las últimas temporadas. Están quedando tan desnudos algunos que se decían emperadores.

A años luz del resto

Porque emperador hay uno. Bueno, dos, que Napoleón y eso, pero sobre las bicis uno. Se llama Tadej y se apellida Pogačar. Es el más fuerte, y tiene la valentía de demostrarlo cada tarde. Recuerden... en un grupo de quince tíos hay quince velocidades máximas para un puerto... Van juntines, pero varios podrían ir más. Pogačar no atiende a esos cálculos, Pogačar busca victorias y exhibiciones. Si puedo... ¿por qué no?

Quiten caretas, dijimos. Él sigue solo, sigue a lo suyo, abre huecos. Quizá no gigantes, pero abre huecos. Tampoco parece crispao, tampoco parece ir en reserva. Y es que detrás... Detrás alguien pasa, saca codo, pide relevo, todos se paran, Thomas pide pinta y media. Todos especulan, menos el que vino a ganar. Eso es, también, Pogačar. Que gana, que rosa, que destroza organismos. Debutante, dos etapas. Tercero y ganador. Vino a esto, y va a por más. Detrás llegan Daniel Felipe Martínez (que sale muy cool en las fotos), Thomas, cinco o seis paisanos más. Qué importa, quiénes son. Un finde y a buscar migajas, los cajones bajos del pódium. Lleva Pogačar doce días de competición en 2024 y, si quitas sendas etapas llanucas en la Volta, su peor puesto es el tercero.

Desde el Tour de 1975 no ataca el máximo favorito en las dos primeras etapas de una Grande. Desde el Tour de 1975. No hace falta que se lo diga, pero su nombre era Eddy. Ahora repite Pogačar, que compite contra Hinault, que aspira a competir contra Édouard. Ha empezado haciendo lo que debe, como Merckx en 1975. El dato permite aprehender magnitud de su grandeza. (El dato, también, nos hace recordar que entonces ganó Thévenet. Porque el ciclismo no es ciencia exacta).

Pero, por ahora, Tadej sonríe. Queda contento, también, Geraint Thomas. Geraint Thomas seguramente sea el segundo mayor favorito en esta prueba, pero es que ser el segundo mayor favorito después de Tadej Pogačar y llamarte Geraint Thomas es garantía de cosas feísimas. A mí Geraint Thomas me cae bien, porque tiene flow, tiene un aire indie, tiene sonrisa torcida de irónico malhostiao.

A mí Geraint Thomas me cae bien, decíamos, pero da menos espectáculo que José Bordalás tras una tromba de agua. La idea de Thomas en este Giro es no salir nunca a ningún ataque, limar pérdidas cada día, echar cuentas antes del Coliseo y, joder, cojonudo, soy segundo. Así que guay, de esa forma bien. Contentísimo, Geraint Thomas. El resto ya tal, el resto ni idea. Bueno, no, Pogačar sonríe. Sonríe, tiene un mechón asomando, se lo pasa bien corriendo en bici. Y va de rosa. Tiene pinta de durar, ese color.

Empezó el Giro de Italia, y empezó con sorpresa mayúscula, porque no gana Tadej los dos primeros parciales y no lleva ya siete minutos en la general. Empezó el Giro de Italia, y andan las apuestas (no apuesten, niños, nada bueno sale de ahí) pelín decantadas sobre quién vencerá en veinte días. Empezó y promete el asunto menos emociones que una peli de Isabel Coixet, menos incertidumbre que unas elecciones en el Real Madrid. Todo lo que no sea arrase total y absoluto de Tadej Pogačar será sorpresa mayúscula. El resto llegan a por migajas e imponderables. El resto van a verlas venir.

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