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Pedro y el Lobo por el Mediterráneo: triunfa Cort Nielsen en la Montaña de Cullera
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Roglic recupera el maillot rojo

Pedro y el Lobo por el Mediterráneo: triunfa Cort Nielsen en la Montaña de Cullera

El viento y los abanicos aparecen por fin para animar la Vuelta tras días de tedio, justo antes del terrorífico Alto del Castillo en el que Roglic recupera el liderato

Foto: Corta gana la sexta etapa por delante de Roglic. (EFE)
Corta gana la sexta etapa por delante de Roglic. (EFE)

Opinión unánime. Menudo coñazo de Vuelta a España. El recorrido, que no ayuda. Los ciclistas, que no atacan. ¿Extranjeros? A la expectativa. ¿Españoles? Es que no dan nivel, coño, ¿no lo ve usted, que no dan nivel? Vienen años duros, sí, y entre medias bastantes bostezos. Vale que haya sprints, pero al menos algo de lucha, ¿no? Un salseo, un bocadito que llevarnos a la boca. Pero nada. “Me llevan en carroza”, dice el velocista. Me llevan en carroza. Mientras, otros, observan. Llegarán sus días, y no serán los nuestros. En fin. Qué hacer. Continuar. Fijarte en el público, en las curiosidades que hay alrededor de cualquier prueba. Disfrutar de lo poco disfrutable cuando no hay otra cosa que echar al buche. En fin...

¿Cómo? No, no, joder, no estoy hablando de esta Vuelta a España. Oh, Merckx me libre. Qué va, qué tontuelos son ustedes, cómo le buscan el traspiés al gato (tres pies los tienen todos... se dice traspiés). De verdad... malpensados. No, yo de lo que hablaba es de la última vez que llegaron los ciclistas hasta Cullera. ¿Ven? Todo claro... Fue en 1980, y ganó Sean Kelly. Embalaje, por supuesto, porque en 1980 Kelly todavía no era King y aquí sprinters, lo que se dice sprinters... en fin, pues no. Teníamos más angulas que llegadores (ahora es al contrario).

Y eso, que Sean ganó allá por la Avenida José Antonio, pero hoy se llegaba a otro sitio mucho más chulo, y con un nombre menos desagradable. También sus cosas así como ultramontanas, no vayan a pensarse. Vino el día hasta la Montaña de Cullera. También le dicen Sierra de los Zorros, solo que ahora hay más chalets de esos de segunda residencia que zorros. O alguno fue bien zorro para recalificar o tenemos misterio, amigos. Bueno, lo que les decía... subidita bien pindia de dos kilómetros, hasta un macizo gordote justo enfrente del mar. Sube un poco por encima de los doscientos metros, y dicen que si es lo último que repunta del Sistema Ibérico antes de que rocas y aguas se fundan por la Bahía.

placeholder Mikel Nieve, que se cayó el miércoles, atiende a los periodistas en la salida de la etapa. (EFE)
Mikel Nieve, que se cayó el miércoles, atiende a los periodistas en la salida de la etapa. (EFE)

Un poco como Peña Cabarga, ustedes me entienden. Servidor piensa que doscientos metros es poca altitud para una cordillera que tiene algunos sitios con nombres tan a-co-jo-nan-tes como los Montes Universales, pero, en fin... qué sabré yo. Ah, allá arriba tienen ustedes un fuerte levantado cuando lo de la primera Carlistada, porque está zona tuvo carlistones de los gordos, de los de boina roja y fueros y viva dios y viva el rey y viva el orden y la ley, y qué chulo ese absolutismo, ola ke ase, eres absolutista o ke ase. Más o menos. De José Antonio a Carlos María Isidro. Solo faltaba que hubiese ganado la etapa Quinn Simmons...

¿Abanicos?

De dos sprints veníamos. Nada menos. No vea. Qué tensión, qué vibrante, qué cosa más loca. Ocho horas y pico de coñazo continuo, para ser honestos. Ni viento, ni abanicos, ni trampas. Secarrales, llanuras y rectas hasta donde alcanza todo nuestro mirar. Debe haber de todo, pero... En fin, qué quieren que les diga. Poco para contar. Victorias, Philipsen y Jakobsen, algo así como Dupont y Dupond. Cambio de líder, porque camino de Albacete vimos alguna caída, y entraron bastantes tipos atrás.

Taaramäe, por ejemplo, y maillot rojo talla xxs para Kenny Elissonde. Romain Bardet, mala pinta. También besó el suelo Landa, aunque sin consecuencias, y eso es una noticia rarísima. Lo de sin consecuencias, digo, no lo de caerse. Sigue teniendo todo de cara, Mikel, y cada vez resulta más y más complicado ver de qué estrambótica forma conseguirá pifiar el asunto. A mí que no me desengañen, que no me quiten mi ración grandota de Landismo...

(Años atrás camino de Albacete teníamos siempre abanicos, y navajazos. Lo juro, mozucos jóvenes. Yo lo vi. Todo eso, la lucha por los llanos, los ciclistas metiendo cunetas, se perderá como lágrimas en la lluvia. O peor).

Y eso, que cambio de tercio (me refiero a que te acabas una birra y coges otra, nada de toritos). Digamos que la etapa tampoco era un locurón de desnivel y Passos, ¿eh?, que más bien picaba favorable durante casi todo el tiempo. Vamos, de esas salidas que me gustan a mí, no hace falta que les explique más. Pero con final distinto. Poco más de dos kilómetros, rampas duras pero no imposibles. Fuera los culos gordos (vaya), dentro culos medianos (los escaladores deben esperar hasta Almería, como si fuese un western). Veamos.

Sorpresa, una escapada. Cinco tíos. Otra sorpresa… Burgos, Euskaltel, también tres paisanos de equipos que no aparecen tarde tras tarde. En fin, supongo que Caja Rural libraba porque era el patrón del pueblo, o algo. Sacan ventaja rápido, aprovechan terreno favorable. Por detrás el pelotón entra en una batalla absolutamente épica. Las Termópilas, Stalingrado y esta etapa de Cullera. No vean. Siempre se dice que meter cuneta es sinónimo de velocidad y nervios. Pues bien… el grupo metía no una cuneta… sino dos. Vamos, que rodaba con tal pachorra que los ciclistas ocupaban la carretera a todo lo ancho. Y era una general, ¿eh?, no piensen en caminitos estrechos y revirados. Solecillo, buen tiempo. No me jodas, no vamos a correr hoy, ¿no?

placeholder La escapada del día. (EFE)
La escapada del día. (EFE)



Novela en cuatro partes, oigan. Primera tipo telefilme de sobremesa, porque perfecto para dormir siestuca. Tedio. Chistes de Félix el Gato. Paisajes preciosos, solo que no. En fin. Segunda y… cambio de estampa. Bike Exchange dice que, oye, igual Michael Matthews puede rascar algo, y total tampoco les quedan tantas oportunidades, y realmente Michael Matthews no tiene pinta de meterle mucha mano a Roglič y similares, pero, oigan, por probar que no quede, peor son los que van sumisos al matadero. Así que pillan cabeza y empiezan a tirar. Tampoco parece que la velocidad sea muy loca, pero el caso es que cada kilómetro los de delante llevan menos ventaja, y los de detrás van de uno en uno, así que igual la impresión es errónea. Ah, en este segundo capítulo la gracia está en que se atraviesan unas siete mil setecientas catorce rotondas (a ojo), así que hay nervios, y caídas, y cierta sensación de mala hostia, por qué nos meten ustedes por aquí, qué peligroso debe ser esto con tráfico abierto, pero qué peligroso…

Y llegan a Valencia

Tercera parte. Pasan Valencia los ciclistas, y hay estampas chulas. La catedral, un montón de edificios espectaculares hijos del boom y todas esas cosas que ustedes ya saben. En el Oceanográfico cinco o seis paisanucos con neopreno dan vueltas alrededor de un cartel donde pone “Vuelta” (por si la metáfora fuese demasiado sutil), mientras los delfines (que son seres muy inteligentes) nadan sin asomar el morro, entre abochornados y con ganas de comerse unas sardinas. Y eso, que pasan Valencia, y hay menos rotondas, pero entra bastante viento, y lo del viento en las Grandes Vueltas es como el “sacamantecas”, que si no te comes el puré vendrá el sacamantecas y te raptará y te hará unto, y los niños hala, a comer puré. Pues aquí igual. Ya verás el viento, ya.

Solo que no, nunca nada. Un día se montarán abanicos de verdad y muchos corredores mirarán alucinados, qué es eso, de qué coño me habla usted, por qué se agrupan de manera tan peculiar. Pedro y el lobo con aire de costado. Cuidado ahí, con el cruce. Precaución esta zona, que hay playa. Ineos prueba, Movistar acompaña. Abanicos de los escaladores, Martín Farfán jurando en arameo. Un corte chulo, solo que los importantes (que tampoco son tantos) están juntitos. Impresión de que todos prefieren salvar el día más que jugar a ciclistas. Arrancamos, oye, esto es duro, paramos. Y na, pero qué bien lo pasemos.

Y cuarta parte. Ascenso final. Hasta entonces… pues miren, todo idéntico, tampoco busquen épica donde no hay. Seguro que alguno se la intenta vender, oigan, pero aquí no somos de esos. A ratos se confundía la imagen en directo con las repeticiones, ¿eh?, porque todo era más o menos parecido (con algunos tramitos por carreteruca estrecha que… en fin, aquello daba para montar una gorda). Y eso, pie de la última subida. Espectáculo. Breve, magro, pero espectáculo, porque siempre es bonito esto, aunque dure poco.

placeholder Cort gana por delante de Roglic. (EFE)
Cort gana por delante de Roglic. (EFE)



(Antes se había quedado Carthy, porque los ingleses por el Mediterráneo hacen cosas rarísimas. Y luego hubo un pequeño acelerón, y delante había cincuenta o así, pero en realidad solo Carthy, oigan. Que luego empalmó, pero no hagan caso).

Ineos que entra a lo loco, con Narváez desatado y Adam Yates gritando dónde vas, hostias, dónde vas. Carapaz atacando, porque le pintan bien este tipo de subidas. Cortes desde el principio. Landa se queda. Chalets. Chalets. Más chalets. Urbanizaciones. Piscinas. Roglič atento. López tira, pero mirando hacia atrás, no ataque Mas. Matthews aguanta. Cort Nielsen aguanta, pero por delante. Matthews arranca, y carga de razones a su equipo. Solo que… Roglič. Y Roglič no perdona. O sí. De la forma que sea… le faltaron cien metros. Cort Nielsen gana, el esloveno hace segundo y se vuelve a vestir de rojo. Mas y Vlásov, que son dos tíos sin mucho punch, delante, lo que parece aviso. Todos de uno en uno, segundos que gotean. Poquitos, pero... A Landa treinta, que es demasiado, lo miren por donde lo miren. Mucho trabajo de Ineos, remate final de Primož. Apúntenlo en su agenda, porque me da que lo van a ver más veces…

Hoy, día internacional de la fotografía, lució bonita la estampa de Cort Nielsen. También la de Roglič. Todo el resto… en fin, todo el resto suma, pero ya. Quedan más de dos semanas, así que aun no saltan bocinas de “coñazo” pero va la cosa regulera…
Veremos.

Opinión unánime. Menudo coñazo de Vuelta a España. El recorrido, que no ayuda. Los ciclistas, que no atacan. ¿Extranjeros? A la expectativa. ¿Españoles? Es que no dan nivel, coño, ¿no lo ve usted, que no dan nivel? Vienen años duros, sí, y entre medias bastantes bostezos. Vale que haya sprints, pero al menos algo de lucha, ¿no? Un salseo, un bocadito que llevarnos a la boca. Pero nada. “Me llevan en carroza”, dice el velocista. Me llevan en carroza. Mientras, otros, observan. Llegarán sus días, y no serán los nuestros. En fin. Qué hacer. Continuar. Fijarte en el público, en las curiosidades que hay alrededor de cualquier prueba. Disfrutar de lo poco disfrutable cuando no hay otra cosa que echar al buche. En fin...

¿Cómo? No, no, joder, no estoy hablando de esta Vuelta a España. Oh, Merckx me libre. Qué va, qué tontuelos son ustedes, cómo le buscan el traspiés al gato (tres pies los tienen todos... se dice traspiés). De verdad... malpensados. No, yo de lo que hablaba es de la última vez que llegaron los ciclistas hasta Cullera. ¿Ven? Todo claro... Fue en 1980, y ganó Sean Kelly. Embalaje, por supuesto, porque en 1980 Kelly todavía no era King y aquí sprinters, lo que se dice sprinters... en fin, pues no. Teníamos más angulas que llegadores (ahora es al contrario).

Y eso, que Sean ganó allá por la Avenida José Antonio, pero hoy se llegaba a otro sitio mucho más chulo, y con un nombre menos desagradable. También sus cosas así como ultramontanas, no vayan a pensarse. Vino el día hasta la Montaña de Cullera. También le dicen Sierra de los Zorros, solo que ahora hay más chalets de esos de segunda residencia que zorros. O alguno fue bien zorro para recalificar o tenemos misterio, amigos. Bueno, lo que les decía... subidita bien pindia de dos kilómetros, hasta un macizo gordote justo enfrente del mar. Sube un poco por encima de los doscientos metros, y dicen que si es lo último que repunta del Sistema Ibérico antes de que rocas y aguas se fundan por la Bahía.

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