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Un Mont Ventoux de fiesta, fantástica, fantástica fiesta
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Undécima etapa de la prueba gala

Un Mont Ventoux de fiesta, fantástica, fantástica fiesta

Van Aert se lleva la etapa de Mont Ventoux. Pogacar sufre por primera vez en la general, pero palía el golpe inicial en los últimos kilómetros

Foto: Tadej Pogacar, durante la etapa. (Efe)
Tadej Pogacar, durante la etapa. (Efe)

Para julio de 1974 Eddy Merckx es un hombre exhausto. No puede con el alma. ¿Dominador? Pero si se queda en cada puerto, en cada cuesta. Al menos eso dicen sus rivales, sometidos a un síndrome de Estocolmo rarísimo tras lustro de humillaciones. Porque sí, Merckx pena, pero Merckx gana. Pena en el Giro, con Fuente zarandeándolo como si fuese una marioneta de José Luis Moreno (ojo a la referencia de actualidad) cada vez que subían pendientes en condiciones. Solo que Fuente es Fuente, y pasó lo de San Remo, y luego Tres Cimas, y Baronchelli, y Gimondi, y todo eso. ¿Resultado? Merckx vince. Como (casi) siempre. ¿Quieren otro ejemplo? En aquella sesión de primavera-verano, cuando el belga era incapaz de seguir ruedas peligrosas, se ventiló seguiditos el Giro, la Vuelta a Suiza y el Tour de Francia. Entre el 16 de mayo y el 21 de julio. En 67 días corre 62 etapas. Catorce veces brazos en alto, las tres generales. Ya ven, débil. Ah, un mes más tarde logra el Mundial, porque ya puestos...

Foto: Cavendish, radiante tras su victoria en la décima etapa del Tour. (Efe)

Pero vamos, que se quedaba. En el Tour, por ejemplo, hubo un ciclista que lo domeñó en cada puerto grande (al menos hasta que sufrió caída en los Pirineos). Gonzalo Aja, de Matienzo, que es tierra de escaladores, porque tires para donde tires toca subir. Fuente las Varas al norte, Cruz de Usaño saliendo dirección sur. Cantabria, que igual no lo saben ustedes. Pues este Aja (maillot de Kas, colores azul y amarillo invertidos por aquello del jaune) sometió al belga también subiendo a Mont Ventoux. Fue en la etapa doce, un miércoles. Final en Orange, a cincuenta kilómetros de la cima ventosa. Es la única vez que al gigante lo ascendieron por Sault, como ha sucedido hoy.

(Aja terminó quinto en 1974, por si les interesa la precisión).

Dice un proverbio provenzal que no está loco quien va al Mont Ventoux, sino quien vuelve. La Grande Boucle, de natural graciosilla, ha decidido que los corredores pasen todos por locos hoy. Nunca antes dos veces en una edición. La misma etapa. Primera subida más tirada, kilómetros coincidentes en ambas a partir de Chalet Reynard (que es un chalet de tipo alpino, nada que ver con los horrores esos que brotan como setas en secarrales donde las chicharras mueren por calor). Espectáculo garantizado, al menos en teoría.

Foto: Luis Ocaña, en una imagen de archivo.

Puestos a inaugurar puertos el Mont Ventoux tiene al mejor pionero de todos. Nada menos que Petrarca, colegas, que lo subió un 26 de abril, año 1336. De aquella aún había árboles cerca de la cima, porque su paisaje no es desértico, sino desertificado, que los bosques del Ventoux recorrieron todo el Mediterráneo en forma de barcos genoveses. En fin, historias. Ojo, algunos dicen (desconfiados siempre hay) que lo de Petrarca na de na, invenciones tontas, metaficción en plan Renacimiento. Vamos, que lo vio desde abajo y luego metaforizó que subía, como hacemos algunos escritores de ciclismo con los grandes cols. Como Francesco era un clásico, y no tenía cuenta en strava, nunca sabremos la verdad...

El Tour tardó unos añitos más. Hasta 1951, concretamente. Desde entonces... historias. Algunas gozosas, como cuando Eros Poli subió el gigante como yo subía hasta Mijarojos (arriba hay un bar buenísimo) y llegó victorioso a Carpentras (yo, a veces, también bajaba victorioso a casa). Otras (las que a ustedes más les han repetido, porque somos así de originales) trágicas. De esas no les cuento nada, que bastante trisca tienen. Morbo y falta de originalidad, menudos dos pecados gordos...

Y eso, que un lustrito sin venirse por aquí. A mí no me parece mal, ojo, porque algunos sitios deben ser preservados, presentarse solo muy de vez en cuando. Para no perder aura, principalmente, que repetir cada año ciertas subidas acaba por matar expectación. También es verdad que la última vez... bueno... rarilla, como poco. Que se puso ventoso el Ventoux. Pero Ventoux, Ventoux. Tanto como para suspender la parte final, justo donde deja de haber árboles, y aquello parece una viñeta de Aterrizaje en La Luna. Y, claro, igual que con Tintin, el Tour también arrastra un montón de Hernández y Fernández (originalmente Dupond y Dupont). Aquí los denominamos con genérico “gilipollas”, y abundan bastante en el julio francés (que preguntan por la indigente mental de Opi Omi).

Y eso, que en 2016 hubo un montón de ellos que se apretujaron cerca del Chalet Reynard, y aquello fue el caos, y Porte se comió una moto (pero bien comida), y Chris Froome hizo unos metros corriendo a pata, porque el Tour siempre puede ponerse un poco más dadá. Ah, de aquellas Froome llevaba el maillot amarillo. Hoy comenzó la etapa en el décimo puesto de la general, si empezamos a mirar desde abajo. El récord lo tiene Roger Walkowiak, ganador en 1956 y dos años más tarde cuarto por la cola, con seis minutos sobre el último. Si tomamos participaciones previas será difícil superar lo de Geraint Thomas, que en 2007 hizo penúltimo, solo por delante de Win Vansevenant (especialista en esto del farolillo rojo). Ya ven lo que ha cambiado el ciclismo en un lustro. Qué les voy a contar que ustedes no sepan. El mundo está loco, loco.

Al lío. Que se esperaba jornada con Músorgski como banda sonora, como corresponde al sitio. Seguro que saben de lo que hablo. Violines a mala hostia, musiquilla típica para cualquier peli de terror (y eso es el Tour, a veces). Pero nada, salió el asunto por peteneras, y quedó etapa homenaje a Raffaella Carrá (que es algo muy de bailar en bodas).

placeholder Wout Van Aert celebra su victoria. (Efe)
Wout Van Aert celebra su victoria. (Efe)

Por de pronto... Wout van Aert. Nunca será Eddy Merckx (nunca nadie será Eddy Merckx, por más que pierda algunos récords), aunque lleve los colores de Bélgica sobre el lomo. Pero, a distancia... oigan, un aire. Ayer, segundo en el sprint por detrás de Cavendish. Hoy escapado desde lejos, etapa que incluía doble subida al Ventoux. Abdoujaparov y Leblanc en el mismo cuerpo. Una serie de catastróficas desdichas (Roglič, Kruijswijk, Dumoulin) le han situado ante este Tour con libertad absoluta. Haz lo que quieras, mozo. Y el chico lo que quiere es probarse, ver dónde están sus límites, como cuando llegas al quinto jagger. Así que... diversión. A tope en todos los terrenos, atacando desde el mismísimo Herentals, pintarrajeando detalles aquí y allá. Seguramente nunca gane el Tour (seguramente es imposible que jamás gane el Tour), pero tengo claro que por él no va a quedar... y entre medias el tío arranca dos o tres cosas como las de Malaucène cada año.

Digamos que la escapada tiró para adelante, sobre todo, por una lucha. Alaphilippe quiere el maillot à pois, Quintana la camiseta a pepas. Así que... ataques y contraataques. Fiesta, qué fantástica, fantástica es la fiesta. Etcétera. Al final ninguno de ellos pudo competir por la victoria, pero seguramente hayamos visto el primer capítulo de una telenovela más larga...

Segunda subida al Calvo (Mont Ventoux, digo, no su cuñado alopécico) y ocurren cosas. Van Aert se destaca, ritmo machacón, siempre sentado, sin mirar atrás. Entre los buenos... Ineos. Que lleva marcheta, que parece proponer. Uvitas caen desde el grupo y quedan pegadas al asfalto. Primero poco importantes. Después... Explota, explota, me explo-, explota, explota mi corazón... Ben O´Connor, simpático aussie que iba segundo en la general, entiende que ese no va a ser su día, y que no tiene él las caderas para bailar cosas de Raffaela, y que dejadme en paz, hostias, que yo tiro, que subo a mi ritmo, así, chino, chano. Vamos, que reventón. Dos días le ha durado el hype al tío.

placeholder Pogacar celebra su podio. (Efe)
Pogacar celebra su podio. (Efe)

Arriba del Ventoux, cuando no queda vegetación, suceden cosas raras. Hay tipos vestidos de dinosaurios, hay un montón de bicis aparcadas en las cunetas. Y ataca Vingegaard. Otro de Jumbo que tiene placet, por las mismas extrañas razones que van Aert. El grupito se desfleca en lo que dices “Dinamarca”, y aparece un equilibrio de fuerzas novedoso. Mas muy retrasado, Kelderman y Lutsenko un poco delante, Urán con Carapaz en pareja latinoamericana. Y Pogačar. El líder. Que sale con suficiencia. Solo que luego no es tan suficiente esa suficiencia, es un poco suficiencia como las que se hacían a finales de junio para no suspender asignaturas y cargarse el verano. Igual youtubers y seguidores no saben de lo que hablo, pero estas cosas ocurrían, amigos. Bueno, que Pogačar salta a por Vingegaard, pero lleva un retranqueo en el pedal que no sé yo qué decirte, ¿eh?, parece como si no anduviese cómodo. Y, al final, se queda. Se queda el líder, se queda.

A ver, seamos claros. No fueron muchos segundos en la cima (y no fue nada en meta, porque el muchacho danés baja más cuadrado que Schwarzenegger en Conán el Bárbaro) pero la cosa tiene su lectura. Ambivalente, por cierto. La negativa para el jaune es que antes dominaba a placer y ahora ya no hay tantos placeres, y hasta parece que otro pudiera meterle cierta mano, al menos cuesta arriba. ¿Quieren otra visión? Pues que Pogačar lo ha hecho fenomenal. Que aprovechó esas etapas en las que era indiscutiblemente el más poderoso para atacar, masacrar, sacar toda la ventaja posible. Que, gracias a ello, ahora puede vivir esta parte de la peli con cierta calma (y, desde luego, con margen). Muchos otros (esos que dejan pasar oportunidades, porque total...) deberían tomar apuntes.

Segunda semana. Un ganador que arrolla, un líder que deja de arrollar, mozucos que asoman el morro. ¿Nuevas expectativas?

Fiesta, qué fantástica, fantástica esta fiesta...

Para julio de 1974 Eddy Merckx es un hombre exhausto. No puede con el alma. ¿Dominador? Pero si se queda en cada puerto, en cada cuesta. Al menos eso dicen sus rivales, sometidos a un síndrome de Estocolmo rarísimo tras lustro de humillaciones. Porque sí, Merckx pena, pero Merckx gana. Pena en el Giro, con Fuente zarandeándolo como si fuese una marioneta de José Luis Moreno (ojo a la referencia de actualidad) cada vez que subían pendientes en condiciones. Solo que Fuente es Fuente, y pasó lo de San Remo, y luego Tres Cimas, y Baronchelli, y Gimondi, y todo eso. ¿Resultado? Merckx vince. Como (casi) siempre. ¿Quieren otro ejemplo? En aquella sesión de primavera-verano, cuando el belga era incapaz de seguir ruedas peligrosas, se ventiló seguiditos el Giro, la Vuelta a Suiza y el Tour de Francia. Entre el 16 de mayo y el 21 de julio. En 67 días corre 62 etapas. Catorce veces brazos en alto, las tres generales. Ya ven, débil. Ah, un mes más tarde logra el Mundial, porque ya puestos...

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