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Caruso se consagra, Bernal triunfa y Yates va a lo suyo: las últimas montañas del Giro
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La penúltima etapa

Caruso se consagra, Bernal triunfa y Yates va a lo suyo: las últimas montañas del Giro

El colombiano sentencia prácticamente esta edición gracias a la estrategia de INEOS y el rendimiento de sus gregarios. Yates decepcionó y Milán cerrará la carrera

Foto: Caruso atraviesa la línea de meta. (Reuters)
Caruso atraviesa la línea de meta. (Reuters)

Las tracas finales... qué les voy a contar yo de las tracas finales. El Giro de Italia es como las fiestas de su pueblo, querido lector, que dejan todo lo mejor para los últimos días, y a usted ya le pilla eso perjudicado, con las fuerzas justas, que ni descansa, ni recupera, ni na de na. Pero joder, toca mañana Barricada, y sacas energía de donde no hay, y te pides otro calimocho, venga, que sean dos, y un chato de esos dobles, y al final tienes cinco barquillos en cada mano, y estás así, a gustito, solo quiero ser más rápido que ellos / echar todo a perder un día tras otro / y un buen rato después saber llegar a casa / antes de que el sol me diga que es de día. Y termina usted la Gran Vuelta, hecho un auténtico espanto, porque casi nunca sabe dónde esta. Como los ciclistas por los Alpes...

Porque el Giro te hace cosas de estas. ¿Faltan veinticuatro horas para darnos el paseuco lombardo? Pues nada, vengan ustedes aquí, que tenemos recorrido turístico por la montaña. ¿Cómo? No, no, nada exigente. Hombre, algo, pero solo si no entrenaron en casa, mozucos y mozucas. Mendola, Tonale, Mortirolo, Gavia, Santa Cristina. O Sestriere, Finestre, Sestriere. Tonale, Aprica, Teglio, Mortirolo, Stelvio. ¿Grappa? Lo tenemos. ¿Bernina? Pick. ¿Pordoi, Fedaia, Sella, Falzarego? Hombre, la duda ofende. Hasta las Tres Cimas, no se lo pierda, que es cosa mítica esa. O Restefonds. De todo, como en botica.

placeholder Damiano Caruso celebra el triunfo. (Reuters)
Damiano Caruso celebra el triunfo. (Reuters)

Este año no era menos, claro. Dos días de altísima montaña (uno más clásico que el otro) para dejar la cosa clara, clara. Por si nos queda algo por decidir (que ya son ganas de andar jodiendo, ¿eh?) resta aun la contrarreloj el Duomo, que es una cosa muy blanca, y muy bonita, y está cerca de esas galerías donde usted, querido lector, no se puede permitir comprar nada (si estoy equivocado se lo ruego... acuérdese de lo bien que se lo hace pasar este humilde escribiente).

El viernes final en Alpe di Mera, Scopetta arriba. Antes tenían que subir Mottarone, un puerto muy duro que trepa por los acantilados del Lago Maggiore. Allí en 2001 decidió Gilberto Simoni que iba a dejar un poco de huella en el Giro, atacando sin ninguna necesidad y montando un pifostio bastante gordo. También les digo, segundo aquel año quedó Olano y tercero Unai Osa... vamos, que no fue el pódium del Tour 84'. Pero esa es otra historia. En la de hoy iban luego a Colma. Y más tarde Alpe di Mera. Yo tengo un amiguete que vive allí, y sube de vez en cuando en bici. Antes del Giro me hizo una descripción técnica de la subida. “Joder, para mí es dura, estos cabrones subirán como si nada”. Mil gracias Marco, lo clavaste.

El Giro retocó la etapa

Así que... puertos poco tradicionales, recorrido quizá algo atípico. Que lo fue más. Hace unos días hubo un accidente espantoso en el teleférico que sube a Mottarone, con catorce muertos. El Giro decidió suprimir el paso por este puerto. Nada que objetar. Fuese por mantener incólume una zona donde aún se habrían de realizar investigaciones o por mantener el debido respeto, Mottarone no era, este viernes, lugar de celebración... Ocurre, eso sí, que quedó el asunto en plan unipuerto, porque la alternativa no estuvo a la altura. Y, a fines de carrera, la cosa sabe a poco. Con todo, interés. Fundamentalmente por Egan, que parece no ir del todo fino. No, al menos, como en la primera y segunda semana. Y el resto se lo huelen. Yates, por ejemplo, ataca a siete kilómetros de meta. Un mundo, con este ciclismo moderno, también les digo.

placeholder El colombiano, en acción. (EFE)
El colombiano, en acción. (EFE)

Simon Yates es un tipo curioso. De primeras siempre parece ir fenomenal, incluso cuando no puede con el casco. Pedalada dulce, danzarín, cuerpo de grimpeur antiguo. Pero es que hay días, como este, donde el tipo muestra un lenguaje corporal insultante. Vamos, que Yates se marcha y parece un chuloplayas ochentero, con ese maillot a medio abrir, el mechoncillo peludo en el pecho y gesto de ir pensando si pedirle fuego a esta o aquella. Tampoco es que generase diferencias a lo Les Orres, pero oigan... menos es nada. Victoria y medio minuto al líder, que vuelve a flaquear un poco. Hasta se le marcha João Almeida, que acaba el Giro fenomenal. Quien esté tentado a decir que la errática dirección de Deceuninck y su fijación con Evenepoel han costado el pódium al luso piensen que cascó cinco minutos en la primera montaña. Que ya sé, hace mucho de Sestola (incluso estaba Mikel Landa por ahí), pero tener memoria es sanísimo...

¿Espadas en alto? Hombre, no iría yo tan lejos, pero sí que es verdad que cuando el rosa boquea se abren esperanzas para quienes llevan maillots de sus equipos. Y el segundo escalón estaba totalmente abierto, entre Caruso (que va a menos, parece) y Yates (que va a más, parece). Solo que no. Veamos.

La otra etapa, penúltima, tenía más del Giro que siempre fue. Altura, encadenados, un montón de kilómetros cuesta arriba, un montón de kilómetros por encima de los 2000 metros. Subían San Bernardino, que es un puerto con nombre así como de chiste, va San Bernardino y le dice a Santo Tomás, jijiji, pero que luego lo miras y resulta un bicho de cuidado (San Bernardino, no Santo Tomás, aunque este también tiene su punto, como saben todos los estudiantes de filosofía). De esto que empiezas a 500 metros (la altitud de San Roque de Riomiera, para que todos ustedes tengan una referencia conocida) y acabas a más de 2000 después de ascenderte tus buenos veintitantos kilómetros... Monstruoso. Y luego el Splügenpass, que suena a estación de esquí en Sokovia. Final en Alpe Motta, acojona también.

placeholder Yates, en la etapa anterior. (Reuters)
Yates, en la etapa anterior. (Reuters)

La última vez que el Giro tiró por estas sendas fue en 1965. Apenas un paseo, no se le puede llamar ni etapa, supongo. Furka, San Gotardo, San Bernardino, Splügenpass. Cinco mil metros de desnivel, final en Madesimo. Ah, que no lo dije... eran 282 kilómetros. El ganador, Vittorio Adorni (sentenció el rosa aquel día), hizo nueve horas y dieciocho minutos. Ya ven, los ciclistas de antes tenían jornadas de trabajo ilegales por largas...Este año la cosa venía bastante más suave, porque había menos puertos y mucha menos tirada. Pero vamos, jornada reina con todas las letras, de las que se ven tres o cuatro cada año. Cita ineludible. Tantas dudas.

Tardan en despejarse, pero después... Digamos que San Bernardino se sube al tran tran, tira tú que a mí me da la risa, no tú, no tú, venga, mira qué de montes chulos, y menuda carretera, no tú, bostezo, bostezo, aplauso. Pero el descenso... juego de escuadras, que también es interesante. Tensa DSM para Bardet, porque Bardet baja fenomenal, y una etapita es una etapita. Solo que allí entra también Caruso. Y Pello Bilbao, que ganaría cinco Tours de Francia si los Tours de Francia durasen siete semanas. Casi de coña, jijí, jajá, es para bajar un poco más cómodos, nada importante. Pero, mira, ya que estamos... relevo un pelín, ¿no? Quedan medio centenar de kilómetros hasta la meta. Si Caruso se mostró timorato en Sega di Ala aquí ha hecho todo lo posible por alejar esa imagen...

La 'maglia rosa' nunca estuvo en peligro

Seamos claros... la maglia rosa nunca estuvo en peligro. No, al menos, por diferencias, por tiempos. Pero oye, cuando propicias asuntos así, de lejos, pueden llegarte sorpresas no esperadas. Que te reviente Simon Yates y prácticamente sentencies el segundo de la general, por ejemplo. Eso sí, el inglés peta de forma llamativa, pero sigue con ese ritmito sabrosón que no se quita ni en el mismísimo averno. El tipo va fácil, aunque no vaya fácil, lo que da rabia cuando gana pero mucha más si lo ves perder. No sé, es raro, Yates. Lagunar. Raro.

Pues eso, que Caruso va dejando a todos y consigue su tercera victoria como profesional. Quinta etapa de la Settimana Internazionale Coppi e Bartali 2013, Circuito de Getxo 2020, parcial en Alpe Motta. Salto apreciable, como ven. En Milán subirá al pódium de todo un Giro de Italia. Segundo siciliano en hacerlo, tras Nibali. Mazzoleni, Bruseghin o Lelli quedaron solo un puesto más abajo, pero esta etapa parece reconciliarnos un poco con Damiano. Pese a sus 33 años, su poco pedigrí, su actitud conservadora durante gran parte de la prueba...

placeholder Caruso, durante este Giro. (EFE)
Caruso, durante este Giro. (EFE)

Detrás... pues no mucho. Ineos decide mantener el bloque todo el tiempo posible. Si aquello se juega por escuadras nosotros la tenemos como nadie, así que... bien... vamos allá. La última ficha, como siempre, es Daniel Felipe Martínez, auténtica bestia de zapatazos a riñones y rostro fiero. El mejor lugarteniente de Egan en montaña sale sexto de las cumbres, y no es descartable que entre a los cinco mejores allá por la Lombardía. Realmente nunca sabremos cuán decisivo fue su concurso, porque Bernal parecía ir sobrado hoy, regulando, echando mano de cálculos y estrategias (como siempre, salvo en Sega di Ala), pero entre tener a un tipo como Martínez a tu lado o frente a ti la diferencia puede ser gorda...

El final fue de lo más estético, con carreterita estrecha a ratos, un montón de imbéciles gritando sin mascarilla (allí no hay pandemia, parece) y los ciclistas avanzando de uno en uno, porque las fuerzas llegan hasta donde llegan, y qué duro es este deporte, Pedro. El líder hasta aceleró cerca de meta, entrando segundo y metiendo mordisquitos chicos a los demás. Lo tiene hecho, parece, dos minutos sobre Caruso y una crono de treinta kilómetros, y realmente ha sido el mejor en el cómputo de las tres semanas, pero... No relajarse, por si acaso.

Asoman las agujas del Duomo allá, a lo lejos. Que no se le atragante a nadie el negroni.

Las tracas finales... qué les voy a contar yo de las tracas finales. El Giro de Italia es como las fiestas de su pueblo, querido lector, que dejan todo lo mejor para los últimos días, y a usted ya le pilla eso perjudicado, con las fuerzas justas, que ni descansa, ni recupera, ni na de na. Pero joder, toca mañana Barricada, y sacas energía de donde no hay, y te pides otro calimocho, venga, que sean dos, y un chato de esos dobles, y al final tienes cinco barquillos en cada mano, y estás así, a gustito, solo quiero ser más rápido que ellos / echar todo a perder un día tras otro / y un buen rato después saber llegar a casa / antes de que el sol me diga que es de día. Y termina usted la Gran Vuelta, hecho un auténtico espanto, porque casi nunca sabe dónde esta. Como los ciclistas por los Alpes...