Es noticia
Egan Bernal da otro golpe en la cuenta atrás del Zoncolan
  1. Deportes
  2. Ciclismo
Victoria del italiano Fortunato en la niebla

Egan Bernal da otro golpe en la cuenta atrás del Zoncolan

El ciclista colombiano llega cuarto a la meta y saca más de un minuto a Alexander Vlasov. Victoria del joven italiano Fortunato, del equipo Eolo. Yates, el que más resistió al líder

Foto: Fortunato gana en la meta del Zoncolan. (REUTERS)
Fortunato gana en la meta del Zoncolan. (REUTERS)

A mí no me gusta el Zoncolan.
Sé que como primera frase de una crónica resulta demasiado inflexible, pero qué le vamos a hacer. No acaban de agradarme estos puertos con pendientes imposibles, donde los ciclistas suben despacito, despacito y apenas hay hueco entre ellos porque la velocidad es la que es. Ojo, no voy a caer en los clichés fáciles (y falsos) que se leen y escuchan tanto por ahí. No diré, por ejemplo, que sean etapas sin diferencias, porque confundir distancia con tiempo es algo propio de asnos salvajes, y los datos concretos nos dicen exactamente lo contrario (miren ustedes el historial del Angliru si tienen dudas). Y tampoco quiero negar que te pones ante la pantalla con cierta expectación cuando llegan rampas por encima del veinte, en esa mezcla de sadismo y morbo que todos tenemos más o menos a flor de piel. Pero no es el ciclismo que me agrada ver, no es con lo que crecí, no es lo que disfruto. Otra cosa. Llámenme viejo, o madurito interesante. Quizá hablo por puro despecho, porque lo de los rampones se hace complicado si tienes cuerpo de escritor...

Por otra parte... uno en cada Gran Vuelta pues molesta menos, ¿no? Al final la variedad mola, y lo que acaba atosigando es repetir día tras día la misma etapa (total, para que luego te ventilen el maillot camino de Fuente Dé, con esos puertucos chicos). Este Giro tocaba Zoncolan para cubrir cuota (tenemos otros puertos peliagudos, no vayan a creerse, pero sin tanta rampa tan seguida). Zoncolan por su cara “fácil”, ¿eh?, que es cosa como para tenerse en cuenta. Solo un recuerdo, Simoni destrozando todo y todos en 2003, Pantani penando en uno de sus últimos días compitiendo, riadas de tifosi decidiendo si querían más a papá o a mamá. No son recuerdos bonitos, creo, pero los feos nos van construyendo igual.

Vertiente suave del monstruo

Así que eso... etapa quebradilla, un alto a cincuenta de llegar (Forcella di Monte Rest, si es que los italianos tienen unos nombres acojonantes para sus montañas) y a subir desde Sutrio. Primera parte normal, tres kilómetros finales tipo murito del infierno. Un poco (más jodido, ¿eh?, no se me vuelvan locos) como la Bola del Mundo, por si vive usted en el sitio donde se pueden tomar cañas después del trabajo. Vertiente suave del monstruo, pero menuda suavidad más áspera, amigos, parecen las manos de un labriego. Final arriba, claro, que nunca se usó esto como puerto de paso, y mira que podría dar chicha, ¿eh? En fin, esperemos, quizá algún día. ¿Oiga? ¿Quién es usted, señor vestido con ropa ajustada de colorines? Y ¿por qué me mira así, como si quisiera ciscarse en mi madre? No, no, tranquilo, nada de hacerles bajar por Zoncolan. Si era solo una broma, hombre, deje esa bomba de hinchar en el suelo, que estaba de risas. Ji, ji, ja, ja. ¿Ve? Nada. Corregido. Eliminen lo anterior.
(Ah, casi enfrente de donde empieza el Zoncolan por su vertiente contrario, en el mismo Ovaro, hay un puerto aun más duro. La Forcella, se llama. Pesadilla definitiva. Que no se enteren los organizadores).



Así que... al turrón. Escapada con opciones de llegar, porque en este giro lo de las escapadas es terreno abonado al éxito, parece. Gente importante, oigan, Bennet y Mollema entre otros. Protagonistas que promete un ascenso definitivo más agónico, doloroso y antiestético que nunca. Ya ven, ilusionante. También estaba allí Ponomar, un chico de 18 años, que no es edad esa para andar en tales cosas, joder, que está acabando COU. En fin, cosas de Gianni Savio. En el grupo que tira Astaná. Oigan, ¿para qué tira Astaná? Martinelli, ese ancianillo que dirigió (es un decir) a Pantani y (es un decir) a Contador y (es un decir) a Landa, cuenta que si es por orgullo, que en un sitio mítico como el Zoncolan solo puede ganar un campeón de leyenda. En fin, todo muy Joe Abercrombie, pero flota en al aire la certeza de que, oigan, igual es más banal todo esto, igual lo que pasa es que tienen miedo de que Bennet entre otra vez en carrera, estando Vlásov por ahí. Suena ridículo, ya lo sé, pero el repentino ataque de grandeza avant la lettre me parece aun menos creíble...

Para sorpresa de nadie... nada. Bajando Rest se hace un corte. Los Astaná, Bernal (que sabe moverse divinamente en este tipo de cosas), Pello Bilbao, Castroviejo. Oigan, que puede ser bueno, cosas más raras se han visto, ahora atrás apenas hay gregarios y los huecos crecen rápido. Pero... eso. Mus. Mucha tralla, ¿eh?, mejor esperamos. Alguno mostró debilidad, o falta de colocación, o sangre fría porque saben que de tan lejos... Volvemos al guión previsto. Los ciclistas van entre acojonados y contándose chistes de Lepe, y tampoco es que tengan muchas ganas de meterse con cosas de esas duras como batallas de lejos y movimientos que puedan sorprender. Así que Sutrio y patapum. Clemente hubiese gozado mucho esta etapa (Clemente hubiese puesto cinco centrales y otros tres en el medio campo allá por Sutrio, para que pegasen pelotazos gordos a Salinas, que espera casi en la estación de esquí).

14 kilómetros

Faltan catorce kilómetros: Bueno, comienza el puerto. Ahora sí que sí, esto se lanza. Mira, mira, los Astaná... algo buscan. Van a empezar a zumbarse desde muy lejos. Limpieza de gregarios y hachazo limpio. Ya verás, ya. Subida histórica.

Faltan doce kilómetros: Es lo normal... unos minutos para ir castigando piernas, porque el cambio de plato grande a plato pequeño siempre cuesta hacerlo, y pillar tu ritmillo, y tampoco nos vamos a volver locos... deja que duela y ya después pegamos el golpe. Doce kilómetros es una buena distancia, sí. Está a puntito de lanzarse todo esto. Dan Martin, por ejemplo, podría arriesgarse, que ya tiene poco que perder, ¿no? Sí, tendremos leña.

placeholder Fortunato, en el podio. (REUTERS)
Fortunato, en el podio. (REUTERS)



Faltan diez kilómetros: Se pueden hacer diferencias chulas, en diez kilómetros. Pero hay que afrontarlo ya. Después... ataquito casi en las vallas, que nos conocemos. Pero diez kilómetros... joder. Hombre, no es Hinault, pero da para sentenciar el asunto. Sí, sí. Oye, veo bien a Bernal, yo creo que hoy es el día. Diez kilómetros. Está ahí el tema, lo tengo clarísimo. Pero todavía marchan un montón en el grupito, ¿eh? Se hace raro, oigan.

Faltan siete kilómetros: Vamos hombre, que está saliendo el sol, que todavía se puede salir a rodar un rato. Pero, en fin, ya a estas alturas pues como que no vamos a marcharnos, ¿verdad? Lo vemos hasta que acaba. Sobre todo teniendo en cuenta que ahora sí, ahora sí que hay más ritmo, que va a saltar todo por los aires en breve. Qué les voy a contar. Seguro que aguanta este ratito, sin lluvia. Merece la pena.

Ineos trabaja

Faltan cinco kilómetros: Oye, cinco kilómetros tiene Carmona y buenas hostias nos dábamos allí cuando éramos chavales. Así que... hay terreno. Claro que hay terreno. Pero, en fin, se va acabando el tiempo, ¿eh? Yo creo que ya debería haber pasado algo. Un poco, una miaja, un algo. El rampón, que asusta, igual. Luego nos quejamos. No había terreno. No hubo manera. Mira los gregarios, cómo trabajan. Los gregarios te hacen las pirámides en un pispás, si les mandas. Sobre todo los de Ineos, que llevan unos kilómetros tirando los de Ineos. Estos hasta te organizan el estreno de “Aida”, con ambientación de primera. Vaya, otros mil metros que se fueron. Neblina por allá arriba, ¿eh? Al final espera que no veamos solo algodones...

Faltan cuatro kilómetros: Bueno, aquí seguro que sí, porque alguno va a querer entrar en lo más duro con ventaja. Lo hizo Mauri en Cerler, que me acuerdo yo. Y luego, claro... pues ataca éste, sale aquel, se ponen todos nerviosos y avispero. Empieza el espectáculo. No tengo dudas.

Faltan tres kilómetros: El muro. Y vaya muro. Si es que habrá alguna diferencia solo por la gravedad. Newton era ciclista, sin duda. A ver, son solo tres kilómetros, pero dan para cosa seria, porque tardas mucho en subirlo. En fin, no es Val Louron´91, pero aun queda para divertirnos un rato. Mira, mira, un oso panda con mascarilla y bandera de Cerdeña. Evenepoel a cola del grupo.

placeholder Vincenzo Nibali, alejado de la cabeza, al final de la etapa. (REUTERS)
Vincenzo Nibali, alejado de la cabeza, al final de la etapa. (REUTERS)



Faltan dos kilómetros: Los escapados se clavan. Qué cosas, quién lo iba a decir. Fortunato tira, Fortunato solo. No hay ni niebla, oiga, qué bonito todo con la nieve y eso. A ver los líderes. Yo creo que ya no hay excusas. Ninguna. Que ataquen los líderes. No me jodas. Encima se está nublando aquí fuera. Ni salir a rodar ni nada... Chiapucci se debe estar subiendo por las paredes. Bernal silba “Verano Azul”. Remco que se queda, adiós a su Giro. Almeida no le espera, adiós a su regalo en el amigo invisible.

Último kilómetro: Qué curvas más duras, que rampas más gordas. Y mira el grupo, perfectamente unido. Me admira mucho que puedan subir tan juntitos a tan poca velocidad. Es sorprendente. Y sin darse codazos ni nada. Qué tíos. Ataca Yates, se va con él Bernal. Bien por Yates, que se ha tirado dos semanas a punto de perder media hora y encuentra patada en el momento justo. Todos los demás se quedan, alianza británico-colombiana. Cuánta gente, cuánto público, qué cantidad de gilipollas.
Meta: Fortunato ve pasar toda su vida delante de los ojos cuando queda medio kilómetro. Y hay monstruos, depredadores, leones que desean sangre. Qué cara de sufrir, qué muecas, Jim Carrey en bici. No importa, gana. Menudo éxito.

Por detrás... Yates y Bernal. Llevan menos rostro de angustia, para qué engañarnos. Sufrirán también, me imagino, pero no parecen un escritor subiendo Los Machucos (ejemplo totalmente aleatorio). Ataca Bernal, que tiene un cambio demoledor. A ver, no es algo para sacarte pósters, pero... Parece que tiene todo controladito, que no se le puede ir, porque sube casi sin problemas donde el resto iban con ruedines. Adelanta a Mollema y son dos deportes distintos. Más rosa. ¿Diferencias? Cuarenta segundos a Caruso, cuarenta y cinco a Buchmann, casi el minuto a Carthy, minuto y pico a Vlásov. Noventa segundos a Evenepoel. Almeida unos metros por delante, por si acaso alguien dudaba. Parece inabordable, Egan. Al menos lo ha parecido en estos últimos ochocientos metros, que es donde hubo carrera de verdad. El lunes suben Fedaia, a un mundo de meta. Veremos.
Oh, vuelve a llover. No se sale.

A mí no me gusta el Zoncolan.
Sé que como primera frase de una crónica resulta demasiado inflexible, pero qué le vamos a hacer. No acaban de agradarme estos puertos con pendientes imposibles, donde los ciclistas suben despacito, despacito y apenas hay hueco entre ellos porque la velocidad es la que es. Ojo, no voy a caer en los clichés fáciles (y falsos) que se leen y escuchan tanto por ahí. No diré, por ejemplo, que sean etapas sin diferencias, porque confundir distancia con tiempo es algo propio de asnos salvajes, y los datos concretos nos dicen exactamente lo contrario (miren ustedes el historial del Angliru si tienen dudas). Y tampoco quiero negar que te pones ante la pantalla con cierta expectación cuando llegan rampas por encima del veinte, en esa mezcla de sadismo y morbo que todos tenemos más o menos a flor de piel. Pero no es el ciclismo que me agrada ver, no es con lo que crecí, no es lo que disfruto. Otra cosa. Llámenme viejo, o madurito interesante. Quizá hablo por puro despecho, porque lo de los rampones se hace complicado si tienes cuerpo de escritor...

Por otra parte... uno en cada Gran Vuelta pues molesta menos, ¿no? Al final la variedad mola, y lo que acaba atosigando es repetir día tras día la misma etapa (total, para que luego te ventilen el maillot camino de Fuente Dé, con esos puertucos chicos). Este Giro tocaba Zoncolan para cubrir cuota (tenemos otros puertos peliagudos, no vayan a creerse, pero sin tanta rampa tan seguida). Zoncolan por su cara “fácil”, ¿eh?, que es cosa como para tenerse en cuenta. Solo un recuerdo, Simoni destrozando todo y todos en 2003, Pantani penando en uno de sus últimos días compitiendo, riadas de tifosi decidiendo si querían más a papá o a mamá. No son recuerdos bonitos, creo, pero los feos nos van construyendo igual.

Alberto Contador
El redactor recomienda