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Bernal destrozó a Evenepoel sobre la 'grijilla' de Montalcino
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EL COLOMBIANO ES EL PATRÓN DEL GIRO

Bernal destrozó a Evenepoel sobre la 'grijilla' de Montalcino

Se esperaba lo mejor de Evenepoel, pero la ausencia de equipo y veteranía terminaron por sacarle de la carrera antes de la llegada de la alta montaña

Foto: Bernal entrando en la meta de la undécima etapa (Reuters)
Bernal entrando en la meta de la undécima etapa (Reuters)

El Giro llegó a Montalcino en el año 2010. Era solo segunda ocasión en toda la historia, que ya es como para tenerse en cuenta. Eso sí... antecedentes chulos. Giro 87, que fue bastante agitado, por decirlo de forma suave. Aquel día ganó nada menos que Moreno Argentin. Por detrás de él (bueno, y él también) una de las colecciones más selectas de peligrosos forajidos que jamás haya copado ningún top ten. Giupponi, Roche, Savini, Phil Anderson, Colagè. En la general andaban por allí también Visentini, Leali, Chiapucci o Piasecki. Aquella prueba fueron unas risas, amigos, no sé si lo saben, porque Roche tuvo el mismo comportamiento modélico que exhibió durante años, Visentini mantuvo la templanza como hizo siempre y, en general, las hordas transalpinas se tomaron súper bien que uno de los suyos no ganase. En serio, divertidísimo. Otro día se lo cuento.

Foto: Bernal, celebrando su liderato. (Reuters)

Pero vamos, que el Montalcino que todos ustedes recuerdan fue en 2010. Séptima etapa, más de doscientos kilómetros desde Carrara (donde los mármoles). La gracia es que aquel día al Giro se le ocurrió darse un paseuco por el pasado introduciendo carreteras sin asfaltar. Sterrato, lo llaman, y es una especie de 'grijilla' sobre polvo blanco muy parecida a los campos donde yo jugaba al fútbol de pequeño (una forma de hablar, porque a mí nunca me escogían, porque nací con dos piernas izquierdas, y siempre fui muy alto, y no tenía coordinación, y os odio a todos, de mayor seré escritor y me mofaré de los deportistas escolares, buajajaja, patéticos fracasados). No era algo nuevo, claro, porque antes todas las sendas estaban pintadas así, pero sí que el Giro llevaba un tiempecito sin buscar tales dificultades. Digamos que a veces se nos cuela una carreterita sin asfalto... no sé... un Jafferau, un San Marco, un Gavia hasta 1996... pero es algo incidental. Si queremos unir el punto A y el punto B debemos pasar por ahí. Y ahora no... ahora se retorcía el mapa para meternos por veredas entre viñedos, porque ya tenemos la experiencia de la Strade Bianche y está gustando un montón, y oigan, igual nos sale aquí chulo el asunto.

Salió.

Acompañó un poco todo. Los protagonistas, que pusieron de su parte (sin ganas este deporte se parece demasiado a un documental británico, con silencios larguísimos y la misma acción que cualquier partido de la Tercera Cántabra). Las condiciones meteorológicas, porque llovió bastante, y los caminos fueron de barro, y hasta el barro era bonito, color chocolate con leche, y no color chocolate negro como en Roubaix, que yo creo que los italianos tenían eso pensado, porque allí la estética lo es todo. Ese maillot arcoíris de Evans emborronado con fango (Evans ganó la etapa después de lanzar el sprint desde el mismísimo Brisbane). Esos Liquigas persiguiendo, con Nibali entrando a lo loco en las curvas y Basso que parecía un periodista de ciclismo montando en bici. Esos cruces, esas subidas, esos pueblos tan bonitos que tienen por la Toscana. Quedó preciosísimo. Ojo, se intentó repetir en otras ediciones y la cosa salió un poco peor, pero oigan... nadie es infalible.

placeholder El suizo Mauro Schmid ganó la etapa de ayer en el Giro (Efe)
El suizo Mauro Schmid ganó la etapa de ayer en el Giro (Efe)

Así que volvemos a Montalcino. Es una ciudad muy cuca, no se vayan a creer. Ahí, muy cerca de la Francígena. Rodeada de viñedos, además. Que la etapa se llama Brunello di Montalcino Wine Stage. Joder, que la etapa está dedicada al vino, coño, que seguro que se la ha visto entera Massiel. Esto te lo ponen en los noventa y hay hostias para ganar entre Cipollini, Roberto Pagnin o Dmitri Konyshev. Madre mía. Cuatro tramos de sterrato, treinta y cinco kilómetros en total. Y lo del brunello.

Expectativas máximas.

Por una vez... se cumplen. Ya era hora. Desde mi adolescencia que no veía unas expectativas cumplirse. Miren, miren, carne de gallina. A ver, cómo se lo diría... hostias. Hostias enormes, hostias desde muy lejos. Veamos.

Digamos que faltan sesenta kilómetros a Montalcino y entran los ciclistas en la cosa esa del sterrato. Hay una escapada que lleva quince minutos (llega fijo, claro) y luego hay un pelotón enorme. Solo que no. Que no es tan enorme. Pasan un par de kilómetros y... choff. Todo reducido. Qué ocurre, qué escándalo es este, qué ha pasado aquí.
Un tren, ha pasado. Nada más pisar la 'grijilla' Bernal se sube en un Frecciarossa. Chuuu, chuuu. Solo que los trenes ya no hacen chuuu, chuuu, pero nos entendemos. Eso, el colombiano en ferrocarril de alta velocidad. Porque a mí que no me engañen, Filippo Ganna es una locomotora, una de esas con el morro afilado que devoran paisajes como usted tapitas en verano. Métete aquí, en mi bolsillo, le dice al de Zipaquirá (cuentan que si eso le contestó Santisteban a Fuente un día con viento) y nos vamos para adelante. Se fueron. Algunos aguantan, otros, más osados, hasta suman esfuerzos. Sagan, por ejemplo, que avanza como si fuese sobre unos caballitos en la feria. El resto, chepazos. Él sonrisillas, un selfie, de charlita con un par de colegas, sí, ¿has visto la serie esa de García?, pues oye, está bastante bien. Ah, los hay que ni entraron. Vlasov, por ejemplo, o Carthy, o Yates. Y, sobre todo, él.

Remco Evenepoel.

Algunos pensaban que el belga tenía marcado esto de Montalcino para pegar una primera demostración. Es tan fuerte, en el llano. Tiene tanta potencia, en subidillas. Pero no, nada más lejos. Ni pudo subirse al tren ni va tan suelto como Bernal, que compitió en montaña cuando era joven (más joven aun, quiero decir, que esta generación es humillante) y tiene siempre trazadas en la testa.

Foto: El ciclista Marino Lejarreta

Así que... todo dispuesto. Por delante un montón de Ineos, un montón de Movistar (buena actuación, con Marc Soler casi siempre en cabeza, y mira que otras veces les atizo, ¿eh?), Sagan haciendo chistes y algunos tipos que no saben muy bien qué pintan allí, cuánto aguantarán, quién es usted, por qué me duelen tanto las piernas. Detrás... Evenepoel. Que tira en primera persona. Que es quien acaba cerrando el hueco (fue medio minutito) antes del siguiente tramo. Principalmente porque Ganna descarriló, con su foto de “empleado del mes” y su planta elegante sobre la bici. Pero esta peli yo ya la he visto. En Roubaix, sobre todo. La historia se suele repetir...

Todo muy cuco, todo muy exigente

Pues eso. Carreteras estrechitas, nubes blancas que no dejan ver más allá de unos metros, una serpiente tenue flotando por entre los viñedos de la Toscana. Un seiscientos color verde oliva lleno de globos (y botellas). Sendas enmarcadas por cipreses. Cipreses que tienen lacitos rosas (algo muy del Giro, pero que le da al asunto un tono como de tenebrosidad funesta). Todo muy cuco, todo muy exigente. Día para los fotógrafos. Juguemos a ser ciclistas, salgamos guapos en las imágenes, que luego los adolescentes se las van a poner en sus carpetas (¿siguen haciendo eso los adolescentes? Es más... ¿siguen existiendo carpetas? ¿y adolescentes?). Vuelta a empezar.

¿Fuerzas? No hay. La gente empieza a caer de puro madura, como las ciruelas claudias. Subir, luego algo de llano, salimos a asfalto, volver a subir. Todo a ritmo. Pero los líderes... dicen que nah. Mus. Los líderes son a veces, en este ciclismo moderno, explotadores de primer nivel. Lo mismo te ordenan construir una pirámide que romper el pelotón, pero luego ellos no mueven un dedito. Glorificadme. En fin.

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Aun con todo... cosas que habrían de llegar. Más por mal que por bien. Por lo mal que va Remco Evenepoel, fundamentalmente (lo mal que marcha Simon Yates pues es algo que ya ni sorprende). Ahí anda el mozuco, al filo de mandar este Giro a tomar vientos y centrarse en etapitas o cosas análogas. Como es lógico y normal, por otra parte, que aquí ya se lo dijimos. Pero es tan fácil ilusionarse con lo nuevo...

De ahí a meta... petadas. Cosas que pasan y que no esperabas. Buchmann andando como un loco, Carthy que no esmorra con ese cuerpecito de niño a medio hacer, Yates que pierde menos de media hora. Otras más previsibles. Bernal demostrando que es el mejor ciclista del Giro, al menos por ahora. Nadie puede toserle. Arrancada brutal, equipo fuerte, inteligencia. Parece que el rosa lo va a ser por muchos días, solo que... A ver, todo puede pasar. Ya les digo, esto no es nada para cuando tiremos más arriba de la Malga Ciapela, que allí empieza lo molla, que aquello da terror y miedito del gordo. Pero pinta bien para Egan.

Quick Step se convirtió en un burdel de cupleteras en el peor momento para Evenepoel

No tanto si hablamos de Remco Evenepoel. El chico llevaba ocho meses sin competir, tiene veintiún añitos, es su primera grande... entonces, cero exigencias. Pero se las pone él y se las ponemos nosotros, que somos glotones, así que lo de Montalcino fue un poco decepción. Ayudó que tuviera visos de petada absoluta a ratos, y que su equipo, picadora de carne con efectividad vikinga la mayoría de las veces, mutase en lupanar tardofranquista de cupleteras y tecnócratas. Vamos, que Almeida dijo nanai, yo no trabajo, a mí no me mires, he preguntado a Masnada y dice que es lo más normal. Y Masnada que oye, yo lo que me cuenta Rui Costa. Rui Costa le echa la culpa a Visconti, Visconti dice que si fue cosa de Vinokourov, Vinokourov que en el ejército kazajo funcionan así... Vamos, un lío. Mal sabor de boca y dos minutos al cesto. Veremos si sabe recuperarse de esta.

Y no mucho más. Mauro Schmid gana la etapa, Bernal sensación de dominador, Vlasov aguanta mal que bien, Carthy bien que mal, Yates parece a punto de implosionar cualquier etapa, todos con ganas de pasar por la ducha y beberse unas mirindas, que el polvo te deja la boca como estropajo. Sigue el Giro, queda mucho. Pero qué ratuco más bueno, amigos...

El Giro llegó a Montalcino en el año 2010. Era solo segunda ocasión en toda la historia, que ya es como para tenerse en cuenta. Eso sí... antecedentes chulos. Giro 87, que fue bastante agitado, por decirlo de forma suave. Aquel día ganó nada menos que Moreno Argentin. Por detrás de él (bueno, y él también) una de las colecciones más selectas de peligrosos forajidos que jamás haya copado ningún top ten. Giupponi, Roche, Savini, Phil Anderson, Colagè. En la general andaban por allí también Visentini, Leali, Chiapucci o Piasecki. Aquella prueba fueron unas risas, amigos, no sé si lo saben, porque Roche tuvo el mismo comportamiento modélico que exhibió durante años, Visentini mantuvo la templanza como hizo siempre y, en general, las hordas transalpinas se tomaron súper bien que uno de los suyos no ganase. En serio, divertidísimo. Otro día se lo cuento.

Remco Evenepoel