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La tortura de los adoquines que descubrió el minero Stablinski amenaza al pelotón
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La meta, en el mítico Bosque de Arenberg

La tortura de los adoquines que descubrió el minero Stablinski amenaza al pelotón

La quinta etapa acaba en uno de los lugares más míticos de este deporte: el Bosque de Arenberg. Uno de los puntos clave de la clásica París-Roubaix

Foto: Imagen de una etapa del Tour de 2010 que pasó por Arenberg (Tour)
Imagen de una etapa del Tour de 2010 que pasó por Arenberg (Tour)

El pelotón, ya en suelo francés, vivió una cuarta jornada más movida de lo que se esperaba en un principio. La caída de Chris Froome en los primeros kilómetros de etapa puso un punto extra de nerviosismo en el gran grupo, que llegó a partirse por momentos, dejando rezagados a hombres importantes como el polaco Kwiatkowski. Con Kittel dominando una vez más la llegada y Nibali manteniendo el jersey amarillo, los ‘gallos’ de la carrera cubrieron con sus piernas los 163 kilómetros de recorrido, aunque sus cabezas estaban puestas en la etapa del día siguiente y sus temidos tramos de pavés.

El Tour de Francia aprovechará la quinta etapa de esta 101 edición para hacer un guiño muy especial a la historia del ciclismo y por ello ha situando la línea de llegada en uno de los lugares más míticos de este deporte: el Bosque de Arenberg. Uno de los puntos clave de la clásica París-Roubaix, donde se selecciona el grupo de los elegidos para ganar el ‘Infierno del Norte’, Arenberg será en esta ocasión el primer gran examen para los grandes favoritos al amarillo de París. Habrá que ver cómo se recupera Froome de los golpes sufridos en la cuarta etapa y si todas las visitas previas a los tramos adoquinados de los diferentes equipos -algunos incluso por partida doble- y el trabajo específico de los líderes para este día tienen su efecto.

La vía de firme empedrado por la que transitarán los corredores en esta quinta etapa eran los caminos habituales por la que se desplazaban los lugareños, desde finales del siglo XIX y principios del XX, para llegar a sus puestos de trabajo en esta zona minera por excelencia del norte de Francia. Sin embargo, el ciclismo no descubrió estos caminos hasta después de la II Guerra Mundial, cuando los avances de la sociedad y la mejora de las carreteras obligaron a los organizadores de la París-Roubaix a tirar de ingenio para mantener la esencia de la carrera. Así, a finales de los años 60, Jean Stablinski -aunque su nombre original era Stablewski, pero el error de un periodista le acabó por cambiar el apellido- sugirió el paso por el Bosque de Arenberg, el mismo que él recorría todos los días para ir a la mina y donde hoy hay un monumento en su honor.

El francés de origen polaco fue un buen ciclista entre 1952 y 1968, pero antes fue minero. Stablinski ganó una bicicleta en un concurso de acordeón y comenzó a utilizarla para desplazarse cada día a la mina por esos caminos de piedra que después descubrió para el ciclismo y que hoy visitará el Tour de Francia. El mundo de las bicis rápidamente le apasionó y aparcó el pico y la pala para probar suerte en el deporte;eran los años de los héroes de los pedales. A Stablinski no le fue mal, pero por muchas victorias de renombre que alcanzase -ganó un Campeonato del Mundo, una Amstel Gold Race y una Vuelta a España entre otras muchas carreras- nunca pudo vencer en su amada París-Roubaix.

El descubrimiento de este minero y ciclista atemoriza a los favoritos desde que el Tour de Francia presentó su recorrido en el mes de diciembre. Quizás sus palabras puedan servir de aviso y ayuda a quienes se enfrentarán en esta quinta etapa a los temidos tramos de adoquines. “En la mina”, contaba Jean Stablinski, “cuando desciendes en el ascensor a 500 metros bajo tierra, nunca sabes si volverás a ver la luz del sol. Atravesar el bosque es como descender a la mina: si empiezas a pensar en el peligro, nunca conseguirás cruzarlo”. Ahora es el turno de los Nibali, Froome, Contador o Valverde, que deben dejar atrás el miedo y llegar a las puertas del bosque con el físico y sus opciones de victoria intactas. Como en la París-Roubaix, en Arenberg no se ganará la carrera, pero síse empezará a seleccionar al ganador. Además, las previsiones de lluvia durante todo el recorrido puede ser un acicate más para que se desencadene una guerra sin cuartel entre los favoritos y se pueda vivir una jornada de ciclismo épica, como las que vivía Stablinski en su época de ciclista surfeando las piedras que techaban las minas de carbón donde empezó a ganarse la vida y donde hoy llegará la carrera más importante del mundo.

El pelotón, ya en suelo francés, vivió una cuarta jornada más movida de lo que se esperaba en un principio. La caída de Chris Froome en los primeros kilómetros de etapa puso un punto extra de nerviosismo en el gran grupo, que llegó a partirse por momentos, dejando rezagados a hombres importantes como el polaco Kwiatkowski. Con Kittel dominando una vez más la llegada y Nibali manteniendo el jersey amarillo, los ‘gallos’ de la carrera cubrieron con sus piernas los 163 kilómetros de recorrido, aunque sus cabezas estaban puestas en la etapa del día siguiente y sus temidos tramos de pavés.

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