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Una generación con un futuro esplendoroso
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Tras la plata mundial aguardan más éxitos

Una generación con un futuro esplendoroso

La plata en la final del Mundial ante Estados Unidos es la sublimación de un equipo que derriba barreras y promete seguir dándonos alegrías en las próximos años

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España ha perdido con el mentón apuntando al cielo en la final del Mundial de baloncesto femenino ante Estados Unidos (64-77). Créanme. No es un sueño. El domingo 5 de octubre de 2014 ya tiene un lugar en la historia del baloncesto femenino español. La selección dirigida por Lucas Mondelo viajó a Turquía con una maleta llena de sacrificio, humildad y talento. Nueve días y seis partidos después, el grupo de amigas con talento ilimitado regresan a casa con una medalla de plata colgada del cuello. Una plata de ley reluciente que sabe a oro. Las crónicas estaban escritas desde antes del salto inicial. Era una utopía pensar en doblegar a las estadounidenses. Sin embargo, el infinito amor por el juego de las españolas obligó a deshacer algunas líneas.

El despertar de Alba Torrens, el orgullo de Sancho Lyttle y la unión de un grupo humano excepcional conmovieron al mundo de la canasta. Que le quiten lo bailado al mejor equipo de baloncesto allende la exclusiva frontera de la WNBA. Ser las primeras entre las terrícolas se antojaba un botín más que suculento ante la incontestable superioridad de un grupo de superdotadas. Tras una primera parte desigual (29-48), los dos últimos cuartos cayeron del lado español (35-29). La casta consiguió contrarrestar la evidente falta de aliento fruto del cansancio acumulado tras más de una semana con el ritmo cardiaco disparado y maquilló el panorama dejando para la posteridad un resultado terrenal.

No había lugar a un milagro para el que se tenían que dar demasiadas casualidades. Hablamos de un equipo que desde 1984 sólo ha perdido tres (1992, 1994 y 2006) de los 116 partidos que ha disputado en Mundiales y Juegos Olímpicos. Desde los Juegos de Los Ángeles, suman siete oros olímpicos y un bronce (Barcelona 1992). En cuanto a las citas mundialistas desde 1986 suman cinco oros y dos bronces (1994 y 2006). Siempre cayendo en semifinales y nunca perdiendo una final durante 30 años. Poco más que añadir.

Era la undécima vez que España se medía al ‘Dream Team’. Pese a contar todos sus duelos por derrotas, la trayectoria española es ascendente. En los Juegos Olímpicos de Barcelona ’92 el meneo fue importante (59-114). Hace cuatro años, en las semifinales del Mundial de República Checa (2010), la lección no fue tan abultada (70-106). En Karlovy Vary estuvieron seis integrantes del actual equipo español: Laura Nicholls, Luci Pascua, Laia Palau, Núria Martínez, Anna Cruz y Alba Torrens. También estaba Sancho Lyttle, pero la ala-pívot nacida en San Vicente y las Granadinas se perdió el envite por lesión. Cuatro años después de aquello, nos encontramos con un déficit de 13 puntos y la elogiable capacidad para contener el prominente caudal ofensivo de las americanas durante 20 minutos. Si un profesor de primaria tuviera que evaluar el rendimiento de su alumno, nadie duda de que éste se iría a casa con un ‘progresa adecuadamente’ sin titubeos.

España arrancó el camino a la final deshaciéndose con contundencia de Japón (74-50), Brasil (83-56) y República Checa (67-43) en la primera fase. Con el marrón de octavos solventado, en cuartos esperaron llenas de energía para fulminar a China en una exhibición defensiva colosal (71-55 final aunque las diferencias alcanzaron los 29 puntos). En semifinales aguardaba la anfitriona. El 32-39 a 4:22 del final marcó un punto de inflexión y torció el gesto del hiperactivo banquillo español. Se sudó pero la magia salió a escena y el pulso no tembló en los momentos decisivos. El deporte con más licencias femeninas de nuestro país (145.000, un 20% del total) no merecía una despedida tan gélida. La batuta de Nuria Martínez, veterana de guerra que ha vuelto al grupo tras unos años alejada de la selección, unida a la inspiración de una sublime Torrens (28 puntos y 6 rebotes) fueron suficientes para deshacer el embrollo. En el sexto mundial de su historia, tras el bronce de 2010, donde pasaron por primera vez de cuartos, y el cetro continental del pasado año en Francia, habían logrado ascender un peldaño más.

Un éxito a la altura de las platas olímpicas de los chicos (1984, 2008 y 2012), incluso equiparable al oro de Saitama en 2006, que servía para rendir homenaje a una ascensión que arrancó hace ahora 21 años. En 1993, después de acabar en una meritoria quinta plaza los Juegos de Barcelona, el equipo liderado por Blanca Ares, Marina Ferragut, Betty Cebrián y compañía lograban el oro en el Europeo de Perugia. Fue la primera de las nueve medallas que hoy lucen en el palmarés de la selección femenina. En el Europeo de Francia de 2001 llegaron los 28 puntos de Nieves Anula para conseguir el primero de los tres bronces (2001, 2003, y 2005) consecutivos. Comenzaba la época dorada del baloncesto femenino. Un periodo bañado en gloria que coincidió con la irrupción de Amaya Valdemoro y Elisa Aguilar, los dos pilares sobre los que se apuntalaron los éxitos de los siguientes años: un bronce europeo (2009), una plata europea (2007), un bronce mundial (2010), un oro europeo (2010), además del sexto puesto en Atenas 2004 y el quinto de Pekín 2008.

Desde la distancia que provoca el retiro deportivo, Elisa Aguilar, una de las principales protagonistas del despegue del baloncesto femenino en los últimos años, sonríe emocionada. La base que dirigió al combinado nacional durante 222 partidos, cuarta jugadora en la historia de la selección con más internacionalidades, condensaba en una opinión publicada en El País el valor de una plata que, fuera de lo que aconteciera en la final, nadie les iba a quitar. “Son gente joven y con mucho futuro, pero este torneo ha supuesto el salto de madurez definitivo. Llegaron a la selección siendo niñas y hoy (por la semifinal ante Turquía) se han convertido en mujeres, en unas jugadoras de baloncesto espectaculares”, destacaba. En la plantilla de 12 repetían siete campeonas de Europa y ocho jugadoras de las que se hicieron con el bronce mundial en 2010. Un hecho que no es incompatible con la juventud de las jugadoras, cuya media de edad se queda en 26 años. Fuera se quedaron jugadoras como Cristina Ouviña (oro en 2013), Qeralt Casas (oro en 2013) y Laura Herrera, jóvenes que en los próximas convocatorias podrán volver a tener su oportunidad.

El problema es que sólo se juntan cada verano. Y es que también son ocho las integrantes de la actual selección que juegan fuera de nuestras fronteras. Pese al método FEB y a los programas que centran sus esfuerzos en desarrollar nuevos talentos, la competición doméstica no goza del prestigio de antaño. La crisis ha azotado al mundo de la canasta. Las grandes jugadoras buscan la prosperidad, económica y deportiva en Turquía, Rusia, Estados Unidos o China, donde se gana el pan el seleccionador. Una fuga de talentos que seguirá su curso con la marcha de Astou N’Dour (estigmatizada por el cupo de una nacionalizada por selección) y Ángela Salvadores (ya tiene cerrado un acuerdo con Duke cuando acabe su etapa de instituto), además de Leticia Romero, testigo de excepción en el banquillo durante el Mundial y base de Florida State, aunque este año no pueda jugar por las absurdas normas que rigen la NCAA. Tres de las joyas de la prolífica cantera, fuente inagotable de títulos cada verano, que auguran un futuro esplendoroso para las chicas.

La infalible pizarra de Mondelo

Momento de festejar por todo lo alto un logro sin parangón, pero con los pies en la tierra y no perder de vista el siguiente paso. Mondelo, un animal competitivo implacable, es consciente de que la vida sigue y que en el horizonte figuran nuevos retos que aspiran a ser alcanzadas. “Vamos a disfrutar la medalla y centrarnos, a partir de ahora, en conseguir la clasificación olímpica el año que viene en el europeo de Hungría", comentaba tras la final ante Estados Unidos. Pese a que por entonces el banquillo de la selección estaba ocupado por José Ignacio Hernández, Mondelo sabe de lo que habla. Tras el bronce en el Mundial de República Checa, la selección española llegó al Europeo de Polonia en 2011 con los Juegos Olímpicos de Londres entre ceja y ceja. Pero una inoportuna derrota ante Montenegro supuso un duro revés.

Las españolas no sólo se quedaron fuera de la lucha por las medallas, sino que la novena plaza les impedía siquiera disputar el Preolímpico. Un mazazo difícil de digerir que sin embargo supuso un punto de inflexión en el devenir de los acontecimientos. La tendencia ascendente de los últimos años se frenó para tomar impulso y asaltar la cumbre. Además de la calidad de las jugadoras, buena parte de la culpa de este éxito reside en un cuerpo técnico de altura. Escoltado por Víctor Lapeña y la ex jugadora Isa Sánchez, la figura del seleccionador, Lucas Mondelo, representa una de las grandes fortalezas de un equipo colosal.

Desde que tomara las riendas de la selección, y sin contar la irreprochable derrota del domingo ante el Team USA, el actual técnico del Shanxi Rui Flame ha sumado 16 victorias consecutivas: dos en el Preeuropeo de 2012, nueve en el Eurobasket de Francia en 2013 y las cinco del Mundial que acaba de terminar. Registros que superan los once triunfos sin mácula que cosechó la selección masculina con el anhelado ‘Ba-lon-ces-to’ de Pepu Hernández entre el Mundial de 2006 y el Europeo de 2007. Números que se disparan hasta las 31 victorias en 32 partidos si en la lista incluimos los encuentros amistosos disputados en un periodo mágico que invita a seguir soñando. Porque el límite de estas chicas es el cielo.

España ha perdido con el mentón apuntando al cielo en la final del Mundial de baloncesto femenino ante Estados Unidos (64-77). Créanme. No es un sueño. El domingo 5 de octubre de 2014 ya tiene un lugar en la historia del baloncesto femenino español. La selección dirigida por Lucas Mondelo viajó a Turquía con una maleta llena de sacrificio, humildad y talento. Nueve días y seis partidos después, el grupo de amigas con talento ilimitado regresan a casa con una medalla de plata colgada del cuello. Una plata de ley reluciente que sabe a oro. Las crónicas estaban escritas desde antes del salto inicial. Era una utopía pensar en doblegar a las estadounidenses. Sin embargo, el infinito amor por el juego de las españolas obligó a deshacer algunas líneas.

Alba Torrens Sancho Lyttle
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