Vikingos, landistas y Attila: llegan las primeras cuestas del Giro
Los puertos de los Apeninos no son cuestas, sino trampas para cazar búfalos
El mapa de Italia te lo sabe dibujar cualquiera. Incluso esos adolecentes que siempre visten chándal y quieren, de mayores, salir en un reality de Telecinco. Bueno, esos no... el mapa de Italia te lo sabe dibujar casi cualquiera. Arriba hay una cosa así como rectangular, montañas en el norte. Montañas muy altas, y muy bonitas, y muy escénicas, montañas de esas que te entran ganas de ir mañana mismo con la bici, hop, y ponerte a penar sobre ellas. Pero ya llegaremos a las montañas. Eso es septentrión, luego tienes la Bota, que todo el mundo sabe dibujar una bota. Dividida, justo en el centro, de arriba hacia abajo, por más montes. Los Apeninos, les dicen. Luego tienen sierras, y nombrecillos más chicos, y hasta retinglares en dialecto... pero así, en general, nos vale eso de los Apeninos. Son puertos más pequeñajos que los boreales, pero también tienen su miga, no crean.
En esas anda el Giro, tocando Apeninos aquí y allá. Arriba, un poco más abajo, luego paseamos por los Abruzos... esas cosas. Media montaña, le dicen, aunque bien hubieran sido etapas reinas en cualquier Vuelta hasta... no sé... ¿1992? Bueno, no toca eso hoy. En fin, que sube y baja, ni un metro de llano, subidas de siete kilómetros que la organización no puntúa (los organizadores del Giro son unos cachondos para esas cosas), la meta situada un ratuco más allá del pueblo, en esa subida tan escénica, sí, mire, ahí arriba, hay unas vistas preciosas, si hasta Cavour anduvo una vez por aquí y dijo que era lo más bonito de toda nuestra Italia... lo-más-bo-ni-to, fratelli d´Italia, L´Italia s´è desta, etcétera.
Pues eso. Paisajes verdes, bosques que están de un floreado bien lindo, comunas chiquititas vestidas de rosa, con sus iglesias renacentistas, sus “Viva il Giro” hechos con pacas de heno y sus banderines multicolores. Todo luz y calor. Bueno, y más cosas.
Trampas. O agua. Toda la que quieran, aquí nos sobra, miren, miren esos arroyuelos como rumorean, los cabrones. El martes, por ejemplo, que empezó a jarrear en la salida y así, más fuerte o más flojo, hasta que entraron los corredores en Sestola. Casi doscientos kilómetros entre una cosa y la de más allá. Y puertos. Bueno, puertos... mejor trampas. Para cazar alces. Cepos que se esconden entre la maleza y te muerden así, ñam, cuando menos te lo esperas. Tú vas tan tranquilo, hablando con el de al lado, qué tal los niños, pues muy bien, ¿has ido por el Teide?, uy, sí, no veas cómo estaba, sobraban vatios como para iluminar el CERN, y entonces... zas, caíste, un rampón del doce por ciento, luego cambio de carretera, dos curvas cerradas, hojas caídas por el suelo (pero, oiga, ¿no estamos en la estación esa de no tener hojas caídas por el suelo?), asfalto un poquito peor, catorce, quince, dieciséis... hasta el veinte por ciento.
Intentas seguir la conversación, es imposible, llevas todo metido, no avanzas, alrededor hay otros cincuenta tíos jadeando como perros a mitad de agosto. Un rato, solo un rato, aprieta otro poquito. Cima. Bajada. Pero, joder, bajada tensa, la bici botando, peraltes puestos al revés, aquí no se descansa nada, si llevamos todos los nervios del mundo, si me voy masticando el agua que escupe la rueda del que me precede. Vaya mierda, los brazos hechos un flan. Pueblo. Salís. Otra vez subida. Perro mundo. ¿Y dice usted que entrar en Gran Hermano es fácil? Porque estoy por probar suerte...
Trampas y fuegos
Así que... lo dicho. Trampas mortíferas. Ciclistas empapados que pedalean junto a huesos de dragones, restos de mamuts lanudos e, incluso, una estela que recuerda dónde atacó Merckx (las hay repartidas por todo el continente). Y empiezan a pasar cosas, porque se estaba poniendo el asunto para que pasasen cosas. ¿Primer damnificado? Almeida. João Pedro Gonçalves Almeida, que tiene, sin duda, el nombre más portugués que uno pueda imaginar (exceptuando, quizá, Enrique el Navegante). Pues eso, que el amigo João se da cuenta que 2021 no es 2020, y que por delante no tiran Kelderman y Tao, y que eso es mucho ritmo, y que qué puto mal tiempo, menudo frío, creo que me descuelgo, creo que no. Al final unos minutitos en meta, y la capitanía del Deceuninck para Remco Evenepoel antes incluso de entrar en los últimos diez kilómetros.
Allí... fuegos. Fuegos de artificio. Por delante, por detrás. En vanguardia hay un ganador y un vikingo contento. La etapa va para Dombrowski, tipo que llegaba con vitola buena a esto de las bicis pero entre los pros solo había destacado por sus comentarios en Tripadvisor. Que si los hoteles de la Vuelta esto, que si tengo una cama redonda, que si parece una casa de putas. Aclaremos... parece que el muchacho no es Frank Vandenbroucke. Pues eso, alza los brazos y encuentra redención (es una forma de hablar, dormir en camas redondas no te convierte en pecador) y un primer paso para el futuro. Poco dura la alegría, Sancho... Ah, por allí estaba también Alessandro de Marchi. De Marchi, con sus pintas de vikingo a punto de atacar Northumbria. De Marchi, que sacrifica bielas a Odín. Bueno, pues maglia rosa para él, ya ven, a veces hay botín gordo. Un liderato, un reino en Sicilia... algo. Ah, con un palmo de narices se quedó Rein Taaramäe, estonio veterano de las guerras napoleónicas (más o menos), que escapó cuando lo de Berézina para morir casi en la orilla (ejem).
Y más fuegos. Artificiales. Ojo, ojo, ojo, que asoma Mikel Landa. Un acelerón seco, sostenido. Toma distancia con los otros, pero lleva manos sobre gomas de los frenos, y eso no enardece a nadie. Pero... cuidado... cuidado. Cuidado que Landa apoya los dedos en la curva del manillar, que se levanta del sillín, que está atacando agarrado abajo. Y entonces sí... entonces los cielos se abren, la sangre de San Genaro se licúa, los cannoli son bajos en calorías... Albricias. Zapatetas.
Con Landa se van los (otros) cuatro tipos más fuertes del Giro. Al menos aquel día. Giulio Ciccone, Bernal (que sale muy fácil), Vlasov (le cuesta un poquito). Y, cien metros más tarde, aparece por allí Hugh Carthy. Haciendo muecas, cerrando los ojos, dejándome toda la carretera perdidita de babas. Carthy, con su aspecto de mártir cristiano, con su maillot multicolor de Jorge Campos a punto de hacer una cantada (me encanta el maillot, por cierto... talla escritor, por si son muy generosos). Carthy, que dan ganas de darle un cocido al pobre, todo huesos y pellejo, la bici con tubos más gorditos que sus brazos. Pero ahí está, el tío. Y parece que va a seguir...
Cuatro kilómetros de subida y nos hemos quitado de en medio a un montón de tediosos, aguafiestas, chuparruedas y tipos sin carisma. Esto es lo bueno que tiene el Giro, amigos, porque en el Tour no pasa. Si a veces hasta te lo gana uno de los anteriores. O te hace pódium. O te lleva un equipazo pa ná. Ya me entienden. Al final, diferencia escasa. Once segunditos. Evenepoel que tira por detrás, demostrando que tiene ambición como para llenar una piscina (salvo la piscina de Hinault, que rebosa). Bardet, Hindley, Martin, Bettiol. También Simon Yates, que petardea bastante en Grandes Vueltas (más o menos con la misma regularidad que exhibe en las pequeñas). Yo ya dije que era favorito junto con Egan, y eso es una losa difícil de superar...
Al día siguiente... final en Cattolica. Si es que parece un mal chiste, joder. Un día, un puto día duró lo de Landa. La ilusión. Fundada, porque dio sensaciones buenísimas. Porque nadie parecía muy por encima de él. Hombre, ganar, ganar, lo que se dice ganar... pero un pódium de esos ricos sí estaba a su alcance. Y, en fin... Cattolica. Ni chistes. Dombrowski (¿se acuerdan?... sí, hombre, el de los puticlús) da un bandazo para esquivar cierta isleta central. Tres kilómetros a meta. Cae, arrastra a Mikel Landa, que pasaba por allí, que ni le iba ni le venía. Desafortunada coincidencia. Clavícula rota, unas cuantas costillas igual. Retirada del Giro, el Tour muy difícil, la Vuelta... en fin, falta un mundo, para la Vuelta. Veremos. Ay. Al menos le dio tiempo para salir por la tele atacando. Alguno llegará a Milán sin haber marcado esa casilla en su declaración de la renta...
Ah, ganó Ewan, que es pequeñajo y rápido. Dombrowski también hubo de abandonar. Y Sivakov. Ese final fue bastante peligroso, con muchas rotondas, y cruces, y curvas, y todas esas cosas que hay en las ciudades. Fue una desgracia, porque la señalización era correcta, pero para llegar a Cattolica los ciclistas pasaron un viacrucis.
(Ya paro).
El sexto parcial terminaba en Campitello Matese. O en Montevergine. Lago Laceno. Monte Sirino. Montecopiolo. Limone Piemonte. Seguro que me entienden, ¿verdad? En 2021 llamaban al asunto San Giacomo, un puerto situado kilómetros más allá de Ascoli Piceno. Y eso... subida floja, final duro. Si está todo inventado, vaya. La particularidad es que antes los ciclistas pasaban por el Tíbet. Sí, sí, por el Tíbet. A mí que no me engañen, eso de Forca di Gualdo y Forca di Presta llevaba a la meseta del Tíbet, colegas, con caminos solitarios, diminutos en mitad de un mar... en fin, un mar de nada. ¿Pueblos? No. ¿Casitas? Tampoco. ¿Cultivos de tulipanes? Agua. ¿Manadas de yaks trotando alegremente? Pues no salieron en televisión, pero juraría que a lo lejos asomaban. Vamos, que muy chulo, para qué decirles lo contrario. El Tíbet. O Cimmeria, vaya.
👀 ¡Cómo les pasaron! Nuevas imágenes de Landa justo tras la caída.
— Eurosport.es (@Eurosport_ES) May 13, 2021
😨 El pelotón esquivó la caída como pudo...#Giro #LaCasadelCiclismo pic.twitter.com/XvVTtWOpFF
Acompañaron los de las bicis, ojo. Aunque fuese haciendo algo bastante raro. Entró Ineos en el puerto como si arriba regalasen maillots de Rapha. A ver, tú, el alto... cómo te llamas... Filippo, eso, Filippo... mira, colega, ponme un ritmo de esos sabrosón y a ver si pasamos un ratuco chulo por esta zona tan desangelada, ¿vale? Y Ganna que obedece, porque ya que estás por allí al menos dale a tu cuerpo alegría, Macarena. Hasta abanicos cuesta arriba hicieron, que yo ya los vi allá por 2003, en Envalira, Vuelta a España, solo que entonces la nómina de protagonistas era el casting de una peli protagonizada por Christopher Lee, así que corramos un tupido velo.
Damnificado, lo que se dice damnificado... bueno, el líder. De Marchi, que jura en norreno, que promete venganza, que consagra su vida a Wotan y hasta quiere colgarse de un árbol para después tirarle runas al morro a ese larguirucho de Ganna. Veremos si la cosa va a más...
Subida final, y todo parecido. Ineos tirando. A veces con seriedad (si lo hace Castroviejo), a veces en plan cachondeo (cuando le tocaba a Moscon). Y ataca Bernal, que para eso es el gran líder, y los grandes líderes lo son porque hacen estas cosas. No le vendría mal a alguno apuntarse la frasecita en el maillot, oigan. Con él Dan Martin (perdiendo vatios en cada chepazo), Ciccone (ojo, van dos) y... Remco Evenepoel. Que no da un relevo, que parece subir sobrado. ¿Yates? Al baúl de la historia. ¿Vlasov? De joven promesa a esperanzas incumplidas en doscientos metros. ¿Carthy? Hoy flojeando, la misma cara de írsenos a morir en cualquier instante. En fin. Ese tono. La etapa para Gino Mäder, que aguanta el último arreón de los líderes, con Bernal segundo y Remco esprintando al nivel de Alberto Leanizbarrutia. Su equipo, el de Mäder, se lleva una pequeña alegría tras el mal trago en Cattolica. O algo así.
Entre los buenos... segunditos. Nada muy importante, nada que vaya a garantizar contratos o hundir carreras. Parece que Evenepoel se va a poner su primera maglia rosa. Yo ya estoy preparando la máquina de cantar loas, porque siempre satisface eso, ¿no? Estuve allí, la vez inicial, cuando empezó todo. Pero no... los jueces suman y restan (que trabajen... kilómetros antes andaban de cháchara con el director del Bike Exchange y hala... un ciclista atropellado), se llevan dos, sacan la raíz cuadrada del Stelvio, tiran la diagonal entre Mortirolo y Gavia... No, amigos, el belga no es líder. Ligera decepción... alegría más tarde. De rosa viste un tipo llamado Attila Valter. Attila. Valter. Ciento y pico años llevamos de Giro y no hubo jamás nadie liderando con un nombre tan acojonante. Acojonante de verdad. Attila. Uhhh. Que saliese bien parado de Cattolica nos hace pensar que oye, igual esta vez no hay un León que lo detenga. O un Aecio. Attila Valter. Segundo Remco, tercero Egan. Cuarto Aleksandr. Si es que da gusto ponerlo, solo faltan Bleda y Troy McClure.
Veremos cómo evoluciona el asunto. Y cuánto tiempo puedo pasar sin hacer chistecitos sobre el caballo de Valter.
El mapa de Italia te lo sabe dibujar cualquiera. Incluso esos adolecentes que siempre visten chándal y quieren, de mayores, salir en un reality de Telecinco. Bueno, esos no... el mapa de Italia te lo sabe dibujar casi cualquiera. Arriba hay una cosa así como rectangular, montañas en el norte. Montañas muy altas, y muy bonitas, y muy escénicas, montañas de esas que te entran ganas de ir mañana mismo con la bici, hop, y ponerte a penar sobre ellas. Pero ya llegaremos a las montañas. Eso es septentrión, luego tienes la Bota, que todo el mundo sabe dibujar una bota. Dividida, justo en el centro, de arriba hacia abajo, por más montes. Los Apeninos, les dicen. Luego tienen sierras, y nombrecillos más chicos, y hasta retinglares en dialecto... pero así, en general, nos vale eso de los Apeninos. Son puertos más pequeñajos que los boreales, pero también tienen su miga, no crean.