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Maradona, ¿de qué planeta viniste? El ídolo, explicado para extraterrestres
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ICONO DE LA CULTURA DE ARGENTINA

Maradona, ¿de qué planeta viniste? El ídolo, explicado para extraterrestres

Maradona no fue un ejemplo para los niños, pero ¿a qué padre se le ocurriría que un futbolista fuera ejemplo para su hijo?

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Si un extraterrestre recién llegado preguntase por Diego Maradona, quién es, quién fue, probablemente el primer terrícola con el que se cruzase bastaría para despejarle la duda. Casi no importaría la edad del interpelado, su raza o la latitud donde se produjese el hipotético encuentro: es futbolista, contestaría cualquiera. Como mínimo. John Lennon dijo que los Beatles eran más famosos que Jesús; si Maradona nunca pronunció una frase semejante, fue solo porque era creyente.

Sería mucha casualidad, pero el alienígena podría tomar tierra en Fiorito, un barrio marginal de Buenos Aires, una villa donde apenas un vistazo convierte en redundante el apellido miseria. Si le contasen que en una de esas casas, porque chabola es una palabra muy desagradable, creció junto a sus siete hermanos un tipo que terminó poniendo el mundo a sus pies, pensaría que este planeta no tiene ningún sentido. Cómo explicarle a quien no lo sepa ya en qué se convirtió aquel muchacho que esquivaba las penurias en los campos de tierra. Cómo no iban a idolatrar en ese y en cualquier otro barrio a quien, sin más arma que su talento, regateó su destino y el de todos los niños pobres.

Si el extraterrestre fuese a parar a otro rincón de Argentina, la argumentación podría adoptar un cariz identitario. En 1986, todavía duraba el luto por los soldados caídos en la guerra de las Malvinas. Y, como si del clímax de una película se tratara, los cuartos de final del Mundial depararon un enfrentamiento entre los países combatientes. Nadie dentro de un campo de fútbol aguantó mejor la mirada a la historia que Maradona aquella tarde en el Estadio Azteca. Para sus compatriotas, esa actuación lo catapultó al rincón del cielo donde descansan los mitos. Qué dulce venganza hacer trampa en la cara a los ingleses, marcarles un gol con la mano, con el puño apretado. Y luego, solo cuatro minutos después, recorrerse medio campo sorteando enemigos como quien se escapaba del tormento por una guerra perdida. Poco importa si aquel gol fue el más bello que se ha marcado nunca, o el más dificultoso desde un punto de vista técnico; sí fue, seguro, el más carismático y el más importante. Si interrogasen sobre el Diego a cualquier argentino que viese aquel partido, responderá que es, que fue, un héroe nacional, hiciera lo que hiciese luego con su vida.

La diferencia entre Maradona y cualquier otro futbolista no estriba en su calidad, que también, sino en un relato imbatible. Porque los que dicen que el fútbol no debe mezclarse con la política no saben bien lo que es el fútbol. Si nuestro amigo el alienígena cayese en Nápoles, tendría que salir corriendo nada más mencionarlo, porque los locales se arremolinarían para explicarle con todo lujo de detalles cómo fue capaz de situarlos en el mapa. Eran tiempos en que a los napolitanos se les recibía en los estadios de Milán y Turín con pancartas cuyos lemas sugerían bien que se lavaran, bien que el volcán Vesubio los bañara con su lava. El norte millonario y altanero burlándose del sur empobrecido, la vieja historia. Hasta que llegó Maradona y les cerró la boca. Cómo no van a amarlo hasta el paroxismo los napolitanos, probablemente los italianos más exagerados, que ya es decir, si les sirvió en bandeja la venganza frente a la patria que los repudiaba. Nadie pudo repetir una hazaña semejante: las únicas ligas del conjunto partenopeo llevan su firma, igual que el solitario título europeo de su palmarés.

placeholder Maradona, durante su llegada a Nápoles en 1984. (Pinche para ver el álbum con las mejores de su carrera)
Maradona, durante su llegada a Nápoles en 1984. (Pinche para ver el álbum con las mejores de su carrera)

El misterioso recién llegado también podría aterrizar en España, concretamente en Barcelona o en Sevilla. Allí seguro descubriría a alguien que se lamente de que su fichaje no llevó aparejadas alegrías deportivas, aunque también las hubo, no solo escándalos. Pero ese aficionado culé o sevillista siempre podrá presumir de que esa figura fundamental para este deporte defendió su camiseta. Y ese es un orgullo imborrable, del que pueden presumir muy pocos y que los demás envidian, aunque no lo reconozcan.

Si el alienígena tuviera la fortuna de cruzarse con un futbolista retirado, ahí la contestación no dejaría lugar a dudas: jamás un compañero criticó a Maradona. Imposible, si siempre puso el pecho por ellos para que se lo partieran los directivos de clubes y organismos oficiales.

El norte millonario y altanero burlándose del sur empobrecido, la vieja historia de Italia. Hasta que llegó Maradona y les cerró la boca

Por desgracia, el hombrecillo llegado de otro planeta ya nunca podrá preguntarle al propio Maradona quién fue. Pero si le enseñamos a consultar la hemeroteca, quizás encuentre perlas como esta: "A mí me sacaron de Villa Fiorito y me revolearon de una patada en el culo a París, a la torre Eiffel. Yo tenía puesto el pantalón de siempre, el único, el que usaba en el invierno y en el verano, ese de corderoy". Y con ese pantalón de pana hizo lo que pudo, tan mal no le fue. Sí, se drogó y se alcoholizó. Erró cientos de veces. Pero nunca se olvidó de quién era ni de dónde había salido, y siempre tuvo claro quiénes eran los suyos. "Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha", resumió en su partido de despedida, probablemente el mayor acto de expiación público y el mejor discurso que haya pronunciado un jugador de fútbol.

Diego, en la cultura popular

Una vez dominada la hemeroteca, sería momento de familiarizar al alienígena con ese invento llamado música. Hasta 50 canciones dedicadas a su figura. Ningún otro deportista alcanzó tamaña relevancia en las expresiones artísticas. Existen composiciones muy famosas, su vida se ha glosado en el cine y en toda clase de versos, pero quizá la descripción más ajustada de Maradona la ofreciese alguien no demasiado conocido: el también fallecido Jorge Pandelucos en 'Para verte gambetear', de La Guardia Hereje. "Con la sonrisa de pibe, con el brazo guerrillero y el corazón de arrabal", cantó. Es un resumen tan perfecto que hoy serviría de epitafio.

Claro que, si la pregunta sobre Maradona llega a los oídos de algún puritano, de inmediato correrá a posicionarse en un plano de superioridad moral y criticará su vida disoluta, sus adicciones. Habría que ver cómo gestionarían ellos el tránsito emocional que va desde las penurias más ahogantes hasta la idolatría en medio mundo. ¿Un modelo a seguir para la juventud? Si crees que un futbolista debe ser ejemplo para tus hijos, quizás el que nunca llegará a ser un padre ejemplar eres tú.

placeholder Cientos de napolitanos se acercaron a San Paolo para despedir a Maradona. (Reuters)
Cientos de napolitanos se acercaron a San Paolo para despedir a Maradona. (Reuters)

Ya por último, si el extraterrestre me preguntara a mí, a quien firma estas aceleradas líneas, le invitaría a una cerveza e intentaría que imaginase a un niño rebobinando una y otra vez una cinta VHS. Una que todavía conserva y que veía a todas horas, hasta aprenderse de memoria, plano a plano, los goles a los ingleses, el toquecito suave contra Italia y cómo lo celebró saltando la valla, la lucha por mantener la verticalidad tras marcar a Bélgica, las patadas de todos. También podría contarle los madrugones de aquel niño de seis años para ver en televisión el Mundial 94, mi primer recuerdo futbolístico: su cara comiéndose la cámara cuando marcó a Grecia.

Y bueno, quién sabe, si las cervezas van cayendo y me pongo sentimental, incluso le confesaría que obsesionarme con la figura de Maradona probablemente haya sido un voluntarioso intento de establecer un vínculo con Argentina, el país donde nació mi padre y que aún no he visitado. Y le diría que, en definitiva, el 25 de noviembre de 2020 no voy a recordarlo, precisamente, como el mejor día de mi vida.

Si un extraterrestre recién llegado preguntase por Diego Maradona, quién es, quién fue, probablemente el primer terrícola con el que se cruzase bastaría para despejarle la duda. Casi no importaría la edad del interpelado, su raza o la latitud donde se produjese el hipotético encuentro: es futbolista, contestaría cualquiera. Como mínimo. John Lennon dijo que los Beatles eran más famosos que Jesús; si Maradona nunca pronunció una frase semejante, fue solo porque era creyente.

Diego Armando Maradona
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