Fútbol y ELA: una relación enigmática, un misterio que nadie sabe resolver
Juan Carlos Unzué es el último futbolista afectado por la ELA, aunque ha habido muchos más, sobre todo en el Calcio italiano, donde un buen número de jugadores la ha sufrido. No hay causas certeras
"Tengo ELA". Juan Carlos Unzué, exportero de Barcelona y Sevilla, entre otros equipos, y actual entrenador de fútbol, se enfrenta al partido más difícil de su vida: luchar contra una enfermedad degenerativa de la que se conoce muy poco. En España, cada año se diagnostican 900 casos (y muertes) de ELA (dos por cada 100.000 habitantes). No hay un origen claro (se suele condicionar a cuestiones familiares o hereditarias), tampoco una cura. La afección, devastadora, causa una debilidad muscular progresiva en la persona que avanza hacia la parálisis total. Acciones cotidianas como hablar, masticar, tragar e incluso respirar se vuelven imposibles con el tiempo. El cerebro permanece intacto, pero el cuerpo se va desconectando. Unzué no presentaba parientes cercanos afectados, pero la suerte de esta vida injusta le ha sido esquiva.
En El Confidencial, esta enfermedad nos es de sobra conocida, como todos ustedes saben. Carlos Matallanas, quien fuera compañero de redacción, lleva bregando contra ella desde hace seis largos años (2014). Encamado, inmóvil, conectado a un respirador y mudo (un ordenador suplanta su voz), la ELA le mantiene "preso", como él mismo dice, dentro de su propio cuerpo. Es uno de los ejemplos de supervivencia más claros en nuestro país. Su historia y testimonio, junto al de muchos otros, han ayudado a visibilizar esta enfermedad durante los últimos años. También algunos retos virales a través de las redes como el 'Ice Bucket Challenge' del malogrado beisbolista Pete Frates o el #SacaLaLenguaALaEla impulsado por el triatleta español Miguel Ángel Roldán. "Esto toca y ya está", es el 'leitmotiv', la expresión que suelen acuñar los pacientes que desgraciadamente la sufren.
El caso italiano
La ELA, que suele afectar más a hombres que a mujeres, aparece, por lo general, entre los 40 y los 60 años de edad (Unzué tiene 53) y no entiende de profesiones. Sin embargo, con el mundo del deporte se ha cebado especialmente en los últimos tiempos, más en particular con el fútbol italiano, donde desde 1960 han perecido 40 futbolistas por culpa de la enfermedad. Estudios científicos en el país transalpino, el último en 2019 por el Instituto Mario Negri de Milán, han intentado hallar una explicación a este peculiar fenómeno, pero sin pruebas concluyentes. Un ensayo epidemiológico realizado con futbolistas que jugaron en la Serie A y B entre 1970 y 2001 demostró que la frecuencia de ELA era significativamente más alta (cerca de 6,5 veces) que entre la población general. Los porqués, un auténtico enigma, un misterio por resolver, aunque hay varias hipótesis compartidas por los expertos.
El ejercicio físico intenso (aplicable a otros deportes) podría ser un desencadenante (en individuos genéticamente predispuestos). Un 'trauma', especialmente el que supone dar de cabeza al balón o los que se repiten en las piernas por determinados golpes, otro. Los fármacos terapéuticos legales o ilegales (el dopaje, un mal que siempre ha perseguido al Calcio) también pueden influir y es posible que algunas toxinas medioambientales (abonos y herbicidas) usados en los campos de fútbol tampoco ayuden. Sin embargo, ninguno de estos supuestos corresponde a una certeza absoluta, todo son teorías (extrapolables a otros países), y, desde luego, ninguno de los investigadores aconseja abandonar la práctica deportiva para prevenir la ELA, por muchas conexiones estrechas que se puedan establecer.
Aunque se barajan ciertas hipótesis, no hay certezas absolutas para la ELA en el fútbol. Los médicos desaconsejan abandonar el deporte
En Italia exfutbolistas afamados como Guido Vicenzi (1997), Gianluca Signorini (2002), Adriano Lombardi (2007), Stefano Borgonovo (2013) o Pietro Anastasi (2020) entre otros, perdieron la vida como consecuencia de esta cruel patología. Italia es una excepción porque, en el resto de países europeos, profesionales del deporte rey afectados por la ELA no hay tantos. En España, por ejemplo, el primer futbolista oriundo atacado por la enfermedad fue Ángel Zubieta en los 60 (vistió la camiseta del Athletic y en dos ocasiones la de la Selección) y han tenido que pasar más de 50 años hasta dar con el segundo, Juan Carlos Unzué. Aunque no de manera directa, en este tiempo la ELA sí ha tocado de cerca a algunos futbolistas de la Liga como a Sergi Roberto, cuarto capitán del Barcelona, que perdió a su madre el año pasado.
La labor de Fernando Riksen
La investigación es la única vacuna posible contra una enfermedad cuya esperanza de vida ronda los 3-5 años y que ya alcanza a 4.000 personas solo en nuestro país. Nadie puede explicar el mecanismo que hace que, de repente, una neurona motora del bulbo o de la médula espinal se apague. Se apaga una y no se recarga, y después otra, y otra. Ninguna acude al rescate. Si no hay estímulo nervioso, el músculo no se mueve y se acaba atrofiando. El final es inevitable. La ELA pudo más que la fortaleza de Fernando Ricksen, uno de los últimos futbolistas en caer (2019). El neerlandés, de 43 años, símbolo del Glasgow Rangers escocés e internacional con su país, le plantó cara con entereza durante seis años. El diagnóstico aceleró su retirada y desde entonces y hasta el final de sus días compaginó el tratamiento, muy caro, con una intensa labor de concienciación y recaudación de fondos en todo el mundo.
Muy sentida fue también la pérdida en 2005 de Krzysztof Nowak, centrocampista del Wolfsburgo e internacional con Polonia, y antes que él las de Don Revie (1989) y Willie Maddren (2000), británicos, por mencionar algunos nombres destacados en el panorama futbolístico. Más allá de esta actividad, de ELA han muerto en este y en el pasado siglo muchos más deportistas famosos. A los 37 años (1941) lo hizo Lou Gehrig, héroe del béisbol americano. Su caso fue tan célebre en Estados Unidos que a la patología desde entonces también se le conoce como la 'enfermedad de Gehrig'. La ELA se ha llevado también a otros muchos beisbolistas como Catfish Hunter, al boxeador Ezzard Charles y a varios jugadores de fútbol americano. De ELA murieron el NBA George Yardley en 2004, el tenista Brad Drewett en 2013, que llegó a ser 'top 35', y este año el colombiano Raúl Ordóñez, 'sparring' de André Agassi, que aguantó 11 años con la dichosa patología a cuestas.
"Nunca me he quejado de nada"
Unzué sabe que escapar del cruel desenlace es prácticamente imposible. Los ensayos son experimentales y las cartas están marcadas, pero peleará hasta el límite de sus fuerzas, con "ilusión y valentía", bajo el objetivo de sensibilizar aún más a nuestra sociedad, como en su día Jano Galán o ahora Matallanas, y acelerar los procesos para la obtención de una cura definitiva. "El mundo del deporte podría poner más presión a las farmacéuticas. Esta enfermedad no es prioritaria para esta industria porque no es lo suficientemente lucrativa", advirtió el carismático Ricksen en una de sus últimas entrevistas. Sin duda, la proyección mediática del navarro, junto al empuje de una industria fuerte como la Liga, puede jugar una baza importantísima para el devenir de todos los enfermos en el futuro.
"El que está más fuerte tiene que ayudar al más débil. La experiencia que tengo en los vestuarios es que, cuando esto pasa, se han conseguido los resultados esperados. Mi condición de futbolista, primero, y entrenador, después, me ayuda a transmitir un mensaje de esperanza. Nunca me he quejado de nada, tampoco me voy a quejar ahora. Tengo una enorme paz interior y el reto que comienzo me proporciona mucha satisfacción", ha asegurado ligeramente emocionado en rueda de prensa. Apoyos no le van a faltar. A por ello.
"Tengo ELA". Juan Carlos Unzué, exportero de Barcelona y Sevilla, entre otros equipos, y actual entrenador de fútbol, se enfrenta al partido más difícil de su vida: luchar contra una enfermedad degenerativa de la que se conoce muy poco. En España, cada año se diagnostican 900 casos (y muertes) de ELA (dos por cada 100.000 habitantes). No hay un origen claro (se suele condicionar a cuestiones familiares o hereditarias), tampoco una cura. La afección, devastadora, causa una debilidad muscular progresiva en la persona que avanza hacia la parálisis total. Acciones cotidianas como hablar, masticar, tragar e incluso respirar se vuelven imposibles con el tiempo. El cerebro permanece intacto, pero el cuerpo se va desconectando. Unzué no presentaba parientes cercanos afectados, pero la suerte de esta vida injusta le ha sido esquiva.