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Valdir Kabeza: el entrenador de MMA que te enseña a perder
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Valdir Kabeza: el entrenador de MMA que te enseña a perder

El luchador brasileño defiende las artes marciales como entrenamiento para la vida. Enseña en un gimnasio de Usera a hombres, mujeres y niños a ser humildes y aceptar la derrota

Probablemente, Valdir Kabeza Linhares reciba ese nombre guerrero por el aspecto de su cráneo, una enorme roca que parece haber sido cincelada por un escultor sin muchos miramientos. El apodo, sin embargo, describe mejor todas las virtudes que salen de su mollera. Sus pupilos le describen como un tipo tranquilo y afable fuera del tatami; astuto y tenaz encima de él. Y sobre todo como uno de los mejores maestros de artes marciales de España.

Kabeza, de 37 años, es un luchador brasileño de MMA, siglas de Artes Marciales Mixtas. Este deporte de contacto, que reúne varias disciplinas (Jiu jitsu brasileño, boxeo, Muay Thai, Capoeira…), ha sido capaz de sentar frente a la televisión a millones de personas en todo el mundo, pero en España sigue viéndose como algo propio de macarras y matones. Muy poco a poco, esos prejuicios van desapareciendo y a los gimnasios empieza a acudir gente de todos los orígenes y profesiones. Muchos de ellos son mujeres. Algunos solo ven en él una forma de entrenamiento eficaz, otros sueñan con convertirse en competidores profesionales.

“Es verdad que aquí se piensa que esto es una cosa de gente agresiva. Quiero convencer de que no es así, todo el mundo puede practicar artes marciales“

Casi sin darse cuenta, Kabeza se ha convertido en uno de los que más ha hecho por sacar al MMA de ese rincón oscuro en el que se encuentran, en general, los deportes de contacto en España. Su discurso en torno a la lucha rompe con todos los estereotipos que se han pegado como un chicle al MMA. “Es verdad que aquí se piensa que esto es una cosa de gente agresiva, y algo de culpa quizá tengamos nosotros. Yo quiero convencer a la gente de que esto no es así y de que todo el mundo puede practicar estas artes marciales”, dice Kabeza.

Estamos en Tatami Sfera, el gimnasio donde trabaja Kabeza, en el humilde barrio madrileño de Usera. El lugar de entrenamiento es una antigua nave, a la que todavía le faltan algunos acabados. En las paredes, en unos marcos sin fotos, hay frases de deportistas que sirven para espolear a los participantes. Una del púgil Evander Holyfield resume el pensamiento de Kabeza: “It's not the size of the man, but the size of his heart that matters" (No es el tamaño del hombre lo que importa sino el tamaño de su corazón).

Es una tarde de diciembre y a esta hora quienes ocupan el tatami son cuatro niñas de unos 8 años a las que Kabeza instruye en el arte del jiu jitsu brasileño: “Vamos, vamos, sacude el kimono, Lucía, sacude el kimono, mete cadera, bien, bien...”. En una esquina, Álex, el padre una de las niñas, también alumno de Kabeza, observa el entrenamiento y no puede contener la risa al ver a su hija tratando de llevar al suelo a su contrincante. “Le encanta. Antes alternaba las clases de jiu jitsu con la escalada y decidió dejar la escalada para poder venir más horas aquí. Para ella es un juego, ve que progresa, que le felicitan porque le salen las cosas y quiere seguir viniendo”, comenta. Álex señala algunos de los valores de este tipo de deportes como el compañerismo, el respeto y el continuo aprendizaje de la derrota. “Yo noto que la gente que entrena artes marciales es bastante menos agresiva. Estos deportes te dan seguridad y eso te ayuda a mantener la calma en muchas circunstancias. En otros deportes se enseña a ganar a toda costa, aquí te enseñan a reconocer tu derrota continuamente y luego, tan amigos”, explica.

“La gente de estos deportes es muchas veces menos agresiva. Te da seguridad y eso ayuda a mantener la calma en muchas circunstancias“, dice Álex

Estamos hablando de deporte, de lo que hacen estas personas en el gimnasio, y no del espectáculo. Ahí, como en el boxeo, uno puede encontrarse con grandes combates, limpieza y abrazos entre adversarios, pero también con todo el espectáculo de broncas e insultos alentados desde la propia UFC, el campeonato más conocido de MMA.

Las clases prosiguen en Usera y otros alumnos más mayores se disponen a pisar el tatami. Uno de ellos es ciego. “De este tipo de gente es de la que más aprendo”, dice Kabeza antes de empezar la clase. El maestro baja al suelo, agarra a uno de sus pupilos y enseña al resto de la clase cómo hacer un mataleón, una técnica que se realiza de espaldas al contrincante y consiste en hacer un candado alrededor del cuello con los brazos. "Los detalles, tenéis que fijaros en los detalles", insiste Kabeza mientras agarra a un tipo en el suelo.

placeholder Valdir Kabeza en el gimnasio Tatami Sfera, en Usera.
Valdir Kabeza en el gimnasio Tatami Sfera, en Usera.

Lo que más le gusta es entrenar. Las clases no empiezan hasta las 10.00 pero él está allí a las siete de la mañana y no se marcha hasta muy tarde por la noche. Kabeza llegó a España como un inmigrante más. Hizo varios trabajos, se metió a pelear para pagar el alquiler. Ganó muchos campeonatos. Sus oponentes destacaban de él su capacidad para encajar golpes y para resistir. Luego, en el suelo, era de los mejores. "Yo ya recibía golpes cuando era pequeño. Mi padre era duro conmigo. Pero yo le debo a él mucho de lo que soy".

Pero por encima de todo, lo que sus estudiantes destacan de él es su capacidad para enseñar a otros. "Es el mejor entrenador. Sigo entrenando con él, porque con él empecé", dice Javier Fuentes, uno de los mejores luchadores españoles actuales de MMA.

La lista de campeones españoles que triunfan fuera es larga. Muchos de ellos, entre ellos Kabeza y Fuentes, aparecen en el libro de fotografías Sacrificio, obra del promotor Fran Montiel y el fotógrafo Jeosm. "Nos pasamos un año fotografiando a una treintena de luchadores de MMA por Valencia, Madrid y Barcelona. Se me quitaron todos los prejuicios que tenía", dice Jeosm. "Nunca me he encontrado tanta nobleza y respeto en otros deportes".

“Igual que en las favelas se ha conseguido, aquí también. Cuando doy clase a niños me doy cuenta de que le enseño mucho más que artes marciales“.

Kabeza asegura que los valores de la lucha son una herramienta perfecta para sacar a mucha gente del camino desviado. "He dado clase a mucha gente que lo único que quería era que le enseñara a pelear en la calle, que venían muy gallitos y con ganas de bronca", comenta Kabeza, "pero esto es un deporte y lo que te enseña es lo contrario, que no ganas nada con eso. Que hay que ser humildes y respetar a todo el mundo".

El japonés Mitsudo Maeya fue quien llevó a Brasil a principios del siglo XX muchas de las técnicas originales del Jiu jitsu, una de las bases del MMA. Sus discípulos desarrollaron este arte marcial en dos líneas, una más elitista representada por la familia Grazie y otra, defendida por los artistas marciales Luiz França y Oswaldo Fadda, que pretendía enseñar Jiu jitsu a los habitantes de las favelas de Brasil.

La idea de Kabeza conecta con eso. Su visión es ayudar a muchos jóvenes madrileños de barrios marginales a ganar autoestima a través de las artes marciales. Anda pensando en varios proyectos para sacar a esos chavales de la calle. "Igual que en las favelas se ha conseguido, aquí también puede funcionar. Cuando doy clase a niños me doy cuenta de que les enseño mucho más que artes marciales".

Probablemente, Valdir Kabeza Linhares reciba ese nombre guerrero por el aspecto de su cráneo, una enorme roca que parece haber sido cincelada por un escultor sin muchos miramientos. El apodo, sin embargo, describe mejor todas las virtudes que salen de su mollera. Sus pupilos le describen como un tipo tranquilo y afable fuera del tatami; astuto y tenaz encima de él. Y sobre todo como uno de los mejores maestros de artes marciales de España.

Kabeza, de 37 años, es un luchador brasileño de MMA, siglas de Artes Marciales Mixtas. Este deporte de contacto, que reúne varias disciplinas (Jiu jitsu brasileño, boxeo, Muay Thai, Capoeira…), ha sido capaz de sentar frente a la televisión a millones de personas en todo el mundo, pero en España sigue viéndose como algo propio de macarras y matones. Muy poco a poco, esos prejuicios van desapareciendo y a los gimnasios empieza a acudir gente de todos los orígenes y profesiones. Muchos de ellos son mujeres. Algunos solo ven en él una forma de entrenamiento eficaz, otros sueñan con convertirse en competidores profesionales.

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