Melanie Costa ve recompensado su esfuerzo y rompe la insuperable barrera de los 400 libres

Melanía Felicitas Costa Schmid. Ése es el gran nombre del fin de semana deportivo en nuestro país. Conocida como Melanie Costa, la nadadora mallorquina de origen brasileño ha conseguido el mayor éxito de su carrera deportiva a los 23 años. Una medalla de oro en los 400 metros libres del Campeonato del Mundo que se está disputando en Estambul y cuyo valor es incalculable. Son muchos los matices a los que debemos hacer referencia para ser conscientes del hito conseguido por la española.

La carrera del pasado viernes ha resultado ser, hasta el momento, la más emocionante del campeonato. Hasta la última brazada, cuatro nadadoras podían colgarse el oro y proclamarse campeonas del mundo, pero fue Melanie la primero que llegó al destino. Tan sólo treinta y una céntesimas arriba o abajo suponen el ínfimo tiempo que separa la gloria del fracaso, o lo que es lo mismo, del oro de la española a la cuarta plaza de la rusa Elena Sokolova, que se cayó del podio final.

La competencia en esta distancia es brutal, prueba de ello es que jamás un nadador de nuestro país ha logrado un metal en ella. No es ningún secreto que España nunca ha sido una potencia en este deporte, aspecto del que nos acordamos habitualmente cada cuatro años en cada edición de los Juegos Olímpicos debido a la cantidad de medallas que hay en juego. Sin embargo, parece que empezamos a asomar la cabeza. Lo hizo Mireia Belmonte en Londres, con dos medallas, y lo hace ahora Melanie Costa en tierras turcas.

Pero este oro tiene, como todos los logros en la vida, mucho trabajo y sacrificio detrás. La joven nadadora de Palma de Mallorca emigró con tan sólo 19 años a Estados Unidos para ponerse en las manos de Gregg Troy, entrenador que entre otros ha preparado al gran Ryan Lochte. Tocaba dejar a un lado a la familia, a los amigos y dedicarse única y exclusivamente a la natación. “Creo que puedo mejorar mucho, me lo dijo Troy en Pekín y eso me ilusiona mucho”. Éstas eran las palabras de la española poco antes de emprender la aventura americana.

Ahora, tres años después, ha llegado la gran recompensa, una medalla de oro que a buen seguro oculta los numerosos sinsabores y las horas y horas de trabajo en la piscina. “Siento muchísima emoción por este oro mundial. Me he girado y cuando he visto la pantalla no me lo creía”, comentaba una sonriente Melanie nada más finalizar la prueba y con la medalla ya colgada al cuello.

Seguro que en la mente de la española está aquello de ‘el esfuerzo ha merecido la pena’. Ahora bien, a partir de este momento la exigencia hacia ella será cada vez mayor. Se ha convertido en una referencia y como tal será tratada por rivales, entrenadores y medios de comunicación. Es el ‘bendito’ precio que debe pagar por ser campeona del mundo.