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A dos palmos del asfalto
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UN JOVEN DISCAPACITADO RECORRE 4.650 KM EN ‘HAND-BIKE’

A dos palmos del asfalto

Suena el despertador, pasadas las 7:00 AM. Una ducha, el café y comienza el día. Metro, bus, coche. Para muchos de nosotros todos los días son

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A dos palmos del asfalto

Suena el despertador, pasadas las 7:00 AM. Una ducha, el café y comienza el día. Metro, bus, coche. Para muchos de nosotros todos los días son igual. Siempre igual. Sin embargo, en un punto indefinido de los países escandinavos, un tal Yves Néron-Bancel no piensa así. Para él todos los días son distintos. No sale de la cama, sino de una tienda de campaña; no le esperan papeles, sino curvas y cuestas; no tecleará, sino que pedaleará; y tampoco lo hará por un sueldo a final de mes, sino por superarse a sí mismo. Qué más motivación hace falta para levantarse cada día.

Yves Néron-Bancel tiene 27 años y es paralítico desde hace 10, cuando un accidente de esquí le llevó a una silla de ruedas. Deportista nato, hace tiempo se le puso entre ceja y ceja que ya era hora de demostrar al mundo que ver la vida desde media altura no era un impedimento para tocar el cielo. Desde diciembre de 2007 está preparando un reto -su gran reto-, que ya ha puesto en marcha. El pasado 3 de junio inició desde Copenhague un viaje que le llevará tres meses y que consiste en recorrer 4.650 kilómetros en bicicleta hasta el Cabo del Norte, en un recorrido que atraviesa París, la capital danesa, Oslo, Helsinki y Estocolmo. Lo hará por carretera y únicamente impulsado por la fuerza de sus brazos y de su voluntad.

Yves no es un ciclista al uso. Emplea en este viaje un hand-bike, (literalmente, una bicicleta a brazos), un aparato de 15 kilos de peso, dos metros de largo y con una silla que dista sólo 30 centímetros del suelo y que maneja pedaleando con los brazos. A esta bicicleta hay que añadir un remolque en el que transporta la silla de ruedas, el saco de dormir, cámara de fotos, videocámara, portátil, ropa y medicamentos. Un moderno vehículo que puede pesar hasta 45 kilos y que Yves hace rodar a base de ‘brazadas’ impulsadas en horizontal, a diferencia de una bici convencional, en la que lo hacemos hacia abajo y nos ayuda la fuerza de la gravedad.

Se trata de un vehículo adaptado y que cuesta cerca de 4.000 euros, con el que el ciclista puede alcanzar velocidades de hasta 45 kilómetros en bajada, pero no pasa de los cinco en cuesta arriba. La media en un trayecto normal suele ser de 17 km./h.

Un reto en solitario

El acoplamiento entre Yves y su bicicleta debe ser total porque, además de pasar más de 9 horas diarias sobre ella, no contará con más ‘acompañante’ en muchas duras jornadas que el sol, la lluvia y el viento. El viaje se inició con la presencia ‘a rueda’ de sus padres y algún amigo, aunque desde el séptimo día, Yves realiza sus etapas en solitario. Ni vehículo de emergencia, ni ciclista de refuerzo… sólo un móvil y su portátil le mantienen localizable y le permiten volcar sus impresiones en una página web.

Cuando llega la noche y da por concluida su ‘jornada laboral’, busca un rincón a la intemperie, monta su tienda y se arropa con el cielo plagado de estrellas mientras los mosquitos le arruinan el sueño hasta que el amanecer le hace volver al asfalto de nuevo.

Ha habido días en los que ha tenido suerte, y ha podido pernoctar en un camping, como en su paso por Koppang (Noruega), donde pudo compartir charla y camino con el propietario, así como darse una ducha después de varios días. Cuando la soledad ahoga, Yves agradece estos encuentros porque asegura que, pese a estar preparado mentalmente, la dureza de algún trazado mina su estado psicológico. En esos casos, los paisajes de los fiordos, las costas o el ánimo que recibe en forma de saludos desde los coches que pasan a su lado le hacen recuperar la sonrisa, la moral y vuelve a comprender cuáles son las razones que le incitaron a llevar a cabo este proyecto.

Bautizado como Handikapp-Nord, este desafío puede considerarse, dentro el currículum deportivo de Yves, como una especie de acción reivindicativa. En una carrera que incluye éxitos como ser campeón de Francia en hockey sobre hierba (antes de su accidente) campeón de Francia y de Dinamarca en handibasket y tercero en el campeonato de Europa de handibasket con Francia, este joven ha querido dejar a un lado la gloria personal y hacer de su sacrificio una llamada de atención sobre la situación de los discapacitados. El objetivo del Handikapp-Nord es llevar a Francia las acciones realizadas a favor de las personas con movilidad reducida en los países escandinavos. Yves sabe que buscar la sensibilización de la sociedad acerca de estos problemas requiere de una iniciativa que deje huella, de ahí la magnitud y el coste, tanto personal como material de su peregrinaje.

Desventuras y detalles

Minucioso y concienzudo, no ha dejado ningún cabo suelto en su preparación, aunque las “desventuras”, como él dice, también entraban en sus planes. A los 15 días se vio ‘obligado’ a dormir en un hotel de la ciudad de Roros, ya que el paquete con medicinas y provisiones que debía recibir nunca llegó. En casos así, Yves tiene previsto recurrir a la embajada del país, y a sus padres en última instancia, aunque siempre prefiere echar mano de la improvisación y sacarse las castañas del fuego por sí solo.

Las horas las liquida a golpe de pedal, y entre frenazos y giros, en sus pensamientos siempre están muy presentes su familia y amigos, pugnando con los dolores musculares y el cansancio, grandes enemigos, al margen de otras causas externas. Yves ya ha adelantado que sólo le haría abandonar un terrible inconveniente mecánico o un bajón físico del que no podría recuperarse.

Quizá esta determinación inquebrantable sea su mejor arma contra el tedio y la duración del reto. Tres meses de límite para recorrer más de 4.500 kilómetros. La ecuación poco a poco va cuadrando, porque a día 20 de junio cerró sus primeros 1.000 kilómetros. El verano que le espera a Yves no lo olvidará jamás.

En cambio, seguro que anotará varias cosas en una lista para no volver a recordarlas en una buena temporada, sobre todo en lo concerniente a la alimentación. En sus paradas para el avituallamiento Yves se limita a tomar un ligero descanso y una comida monótona: ensalada campesina, tostada con paté, macedonia de frutas y una barra de turrón francés. El mismo menú desde hace muchas semanas, aunque el suministro de provisiones se renueva cada 10 días.

Cuando necesita recuperar fuerzas, se permite una pequeña cabezada, aunque ha afrontado etapas en las se le ha acumulado el trabajo, porque el terreno ha ralentizado su marcha o bien el tiempo le ha castigado con sus inclemencias. En principio, cada etapa ronda los 60 kilómetros diarios, aunque eso no excluye las jornadas maratonianas, como el día que completó 97 kilómetros entre una tromba de agua que acabó “quemándole” psicológicamente.

Por fortuna, Yves está curtido en eso de ‘reiniciar la mente’ y cada amanecer se confiesa “impaciente” por montar en su hand-bike y disfrutar de la naturaleza, la velocidad y la vida desde su silla a dos palmos del asfalto.

Suena el despertador, pasadas las 7:00 AM. Una ducha, el café y comienza el día. Metro, bus, coche. Para muchos de nosotros todos los días son igual. Siempre igual. Sin embargo, en un punto indefinido de los países escandinavos, un tal Yves Néron-Bancel no piensa así. Para él todos los días son distintos. No sale de la cama, sino de una tienda de campaña; no le esperan papeles, sino curvas y cuestas; no tecleará, sino que pedaleará; y tampoco lo hará por un sueldo a final de mes, sino por superarse a sí mismo. Qué más motivación hace falta para levantarse cada día.