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Pinchadiscos Caparrós
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Pinchadiscos Caparrós

Reconozco que Joaquín es el típico entrenador que antes de iniciar una entrevista pregunta cómo se llama su interlocutor para referirse a él por su nombre,

Foto: Pinchadiscos Caparrós
Pinchadiscos Caparrós

Reconozco que Joaquín es el típico entrenador que antes de iniciar una entrevista pregunta cómo se llama su interlocutor para referirse a él por su nombre, algo que, no sé por qué, suele halagar al profesional y suele limar las preguntas más incisivas. Es listo, intuitivo y a veces demasiado visceral. El componente racial en el fútbol existe y Caparrós lo domina, lo potencia, lo eleva a potencias excesivas. ¿Le seguimos dejando mientras nos reímos… o le decimos que evolucione, que se peine y que tire el chicle?

Creo sinceramente que lo de la Copa el otro día fue grave, lo haga quien lo haga, pero más aún si la tropelía la comete el inquilino de un banquillo tan legendario como el del Athletic Club: intentó achicar el campo de juego, conminó a los operarios de San Mamés a que redibujaran las líneas laterales, les ordenó que quitaran un metro de cada costado sin encomendarse a Dios ni al del rabo de punta. Luego se arrepintió y cuando, en general, se le afeó la conducta, pidió perdón y se clavó todas las críticas en el pecho. “Yo sólo quería jugar en las mismas dimensiones en las que entreno”. Y claro, era mucho más factible reducir el campo de juego que ampliar el campo de entrenamiento. Te creemos, Caparrós. Je, je.

Pero sus bravatas, sus irascibles comportamientos, sus gritos y sus métodos no son una moda pasajera y aislada en los banquillos españoles. Hay una buena ristra de profesionales de la comedia, la tragedia y el esperpento. Aspirantes a actores sin compañía oficial. Los que claman por la modernización en los sistemas de motivación tienen en los Caparro’s fans unos muy flojos abanderados. Me soplan al oído frases tontas y poco creíbles que ya no quedan retenidas en el tímpano del vestuario. En esta primera vuelta que se fue, Caparrós ha presumido de ser más del Athletic y más de Bilbao que la Ría y la Virgen de Begoña. “Somos una familia, somos diferentes, somos mejores”. ¡Madre mía! si algún Sabino dijera eso públicamente en Vizcaya. No habría gorras en el resto del país para correrlo. ¿En serio pensaba ganar así en casa? ¿con discursos mitineros que ensalzan la peculiaridad de la entidad y su historia?

No voy a decir que su plantilla piensa que es un “titiritero” del butacón porque prometí no contarlo, pero sí me gustaría que alguien de su entorno le recomendara, al final de temporada, sin prisa, que metiera su carrera en barbecho para volver otra vez a la primera plana de forma distinta y reciclada. Le hace falta un parón para detener el declive de su trayectoria y los resultados infames de la misma. Acabó mal en Sevilla, peor en La Coruña y anda en Bilbao buscando cómplices más que a adeptos. Desconozco si el utrerano estudia, si pese a estar en activo sigue dale que te pego con los libros, pero una pasadita por las nuevas tendencias y las nuevas escuelas (Unai, Mendi, Alcaraz, etc) no le vendría nada mal. Uno siempre está en fase de aprehensión, por muchas entradas que coronen la cabeza. Este entrenador pasó por momentos de gloria, siendo pionero en los formatos psicológicos de elevar la moral de sus jugadores. Así se lo reconocen. También es verdad que fue el culpable de darle un nuevo curro a Cristóbal Soria. Con lo bien que estaba… con su otra vida.

Y escribo esto después de una de las victorias más trascendentes del Athletic en lo que va de campaña, una victoria balsámica y vigorizante, para el club, sus artistas y su entrenador. Pero las críticas se hacen mejor cuando el criticado está encima de la peana, y no abajo por una caída. Espero que el desfase se pase, hay que saber retirarse a tiempo para no sentirse como Luís Aguilé o el recuerdo de ser pinchadiscos.

Reconozco que Joaquín es el típico entrenador que antes de iniciar una entrevista pregunta cómo se llama su interlocutor para referirse a él por su nombre, algo que, no sé por qué, suele halagar al profesional y suele limar las preguntas más incisivas. Es listo, intuitivo y a veces demasiado visceral. El componente racial en el fútbol existe y Caparrós lo domina, lo potencia, lo eleva a potencias excesivas. ¿Le seguimos dejando mientras nos reímos… o le decimos que evolucione, que se peine y que tire el chicle?

Joaquín Caparrós